Tierra mía mi canción como un lamento
Julio Ríos Calderón
Página Siete 19 de octubre de 2022
Una de las
circunstancias más enternecedoras que asoma la ciudad de La Paz es la leyenda
que reza en su escudo:” Los discordes en concordia en paz y amor se juntaron y
pueblo de paz fundaron para perpetua memoria”. Así lo dispuso la autoridad real
española para celebrar la paz entre pizarristas y almagristas que se habían
puesto a luchar entre ellos por el usufructo de estas tierras recién
conquistadas por España.
¿Se
imaginó en algún instante el capitán Alonso de Mendoza, cuando un 20 de octubre
de 1548 fundó la ciudad de La Paz, que ésta sería declarada “Ciudad
Maravillosa”? ¿Se imaginó el capitán que después de la circunstancia en la
localidad de Laja, como parte del Corregimiento de La Paz y para servir como
punto de descanso para los viajeros que transitaban entre Potosí y Cusco, se
convertiría, después de 469 años, en un encanto cosmopolita? ¿Se imaginó que el
compositor Néstor Portocarrero, le daría vida a una letra que asoma “las noches
de esta ignota lejanía / en mis versos el recuerdo hecho armonía / sollozando
sobre el monte lleva el viento / son tus flores de un perfume sin igual”? Un
soneto conservado en el corazón de los paceños.
Estas
deberían haber sido siempre tierras de paz y nunca escenario de broncas,
guerras entre hermanos, bloqueos y luchas fratricidas”. La Plaza de Churubamba,
también conocida como la Plaza Alonso de Mendoza, levanta el Monumento al
Capitán Alonso de Mendoza, un español que no entendía mucho de estos quehaceres
pues primero fundó la ciudad en el pueblo indígena de Laja enterándose después
que por río de Orkojahuira corrían pepas de oro.
¿Qué
ve ahora el capitán desde ese alto monumento en la plaza que lleva el mismo
nombre? De acuerdo con los registros históricos, la ciudad de La Paz fue
fundada luego de la sangrienta guerra civil que ponía en duda las
determinaciones del lejano rey español sobre el reparto de las encomiendas.
La
ciudad de La Paz fue fundada el 20 de octubre de 1548 por el capitán Alonso de
Mendoza en la localidad de Laja como parte del Corregimiento de La Paz, y para
servir como punto de descanso para los viajeros que transitaban entre Potosí y
Cuzco.
Laja
fue el primer escenario donde Alonso de Mendoza se detuvo y redactó una primera
acta de fundación de la ciudad de Nuestra Señora de La Paz, por encargo de
Pedro de la Gasca, quien quería proteger el comercio que había entre las
ciudades de Arequipa, Cusco, La Plata y Potosí, para lo que se necesitaba una
ciudad que sirviera de puente.
Alonso
de Mendoza participó de la redacción del acta de fundación, como Justicia Mayor
de la ciudad, que tres días después fue trasladada más al este, a un lugar de
clima templado, ubicado al borde del altiplano, donde se inician las quebradas
y el valle, llamado Chuquiago Marka (en aymara, Chuqiyapu) que significa “chacra
de papas o de oro” debido, por un lado, a su clima benigno y a las abundantes
cosechas de papas, y cereales que se obtenían y, por el otro, al oro que el río
arrastraba desde las laderas altas.
Si en
la más pulcra avenida se levanta la modernidad hecha cemento, en los arrabales
está presente el callejón conservado entre calaminas gastadas que ofician de
pared; vetusta casona harapienta en su vestidura con puerta firme y gastada
madera, por donde pasó un poeta que glosó las tenebrosas noches paceñas.
La
Paz, ésta La Paz de hoy que no borra La Paz del ayer. El rumor del Norte con
abundancia de frutos naturales y danzas folclóricas. Festividades domingueras
por un Este acariciado en el viento. Trabajo y amistad en un Oeste bullicioso
de niños escolares y juveniles deportistas. Toda una ciudad esquivando desde
sus plazas, parques y jardines, las sombras que proyectan los altos
edificios.Allí se concentra su historia. Vivencias eternizadas en el despliegue
de su cultura. Templos con imágenes artísticas de siglos pasados. Cimientos que
aún dejan ver los balcones de una aristocracia ya desaparecida.
El
paisaje de la metropolitana urbe no es una extensión callada. En cada esquina,
recoveco o callejuela hay voces de historias escritas con amor o con lágrimas.
Las avenidas son brazos abiertos a la amistad.Las calles tradicionales nos
cuentan de personajes que dieron vida a los barrios. Aquellas viejas casas que
el tiempo bronceó, conservan la humedad del amor que existía. Evocación, razón
de ser, nostalgia, sonrisas; toda una colección de estampas vividas.
La grandiosidad del altiplano paceño es parte de la iconografía boliviana, con atractivos naturales en cada barrio y las mencionadas avenidas que enlazan los barrios paceños, ahora con los puentes llamados Trillizos. Mucho que ver y admirar en esta “Ciudad de los cielos.