TESTIMONIO EN TIEMPOS DE
LA COVID – 19
AL ABOGADO
EN SU DÍA
Lo grandes abogados han entregado señalados servicios y contribuciones al desarrollo de nuestro país en muy distintos ámbitos: entre otras, la magistratura, el foro, la diplomacia, la enseñanza del Derecho, el servicio público, la política, la actividad gremial, la gestión empresarial.
Es una profesión multifacética, y los abogados son la mejor expresión de esta variedad de registros y amplitud de horizontes, habiendo destacado en muy distintas esferas de actividad. Se impone rescatar de la trayectoria de todo abogado, su espíritu público que está en la base de su carrera y que constituye un legado que ellos no han hecho más que acrecentar.
Rescatar la dimensión de su profesión, es fundamental, porque se la entiende como un eje central de la función social del abogado. Este espíritu público –vigente hasta en las actividades del más recluido de los abogados– es un fuego que las universidades y escuelas de Derecho, los tribunales y el propio Colegio de Abogados, deben preservar ahora más que nunca.
A los abogados, les ha correspondido vivir con especial intensidad esta faceta de su profesión, no sólo porque hayan entregado un largo testimonio de vida como abogado, sino también porque han visto, han vivido y hasta han protagonizado cambios muy profundos en la sociedad boliviana en las últimas décadas. Especialmente en un época crítica que vive Bolivia en torno a la justicia, fueron los abogados independientes los que no cesan de expresar clamores por una institucionalidad de la justicia.
La sociedad de que todos son parte no es un dato indiferente para el abogado y esto quizás explica la conciencia cívica que está en la base de esa profesión. Han sido formados para servir ideales de justicia y de equidad. Han sido formados para traducir estos conceptos abstractos a relaciones humanas, familiares, patrimoniales, laborales y ciudadanas equilibradas y fecundas para la convivencia y el desarrollo.
Jael Ustares
María Verónica Pereyra Soliz
Nadia Beller
María Patricia Calvo Moscoso
Patricia Nicols
Kendra Echalar
Mónica Suárez Soto
De una manera u otra, loas abogados son hijos de una noción
de la vida que entiende la plenitud del individuo en el servicio a los demás,
en el compromiso con el país y en la posibilidad de ser agentes, en su ejercicio
profesional, de la noción de igualdad de oportunidades que está en el corazón
de toda sociedad democrática.
En el fondo, se preparan para ayudar a dirimir el
permanente conflicto entre los intereses particulares y los intereses
generales, para tender puentes que vayan de la imaginación a la realidad, para
equilibrar lo que es debido con lo que es posible.
Siendo así, no podemos menos que reivindicar la
trayectoria profesional de todos los abogados, un valioso acervo de serenidad y
equilibrio, de moderación y prudencia.
Los años templan; la experiencia enseña; la memoria por una parte enfría y por
la otra tempera.
Los ciclos de la vida decantan las percepciones y los juicios sentenciosos y, al final, sitúan en su justa perspectiva, pasiones que son efímeras, intereses que son subalternos, propuestas que son irreales o inviables. En el caso del abogado, el ciclo de la vida profesional es especialmente enriquecedor, tal vez porque es una profesión vulnerable a confundir lo que es urgente con lo que es importante, lo que es ventajoso con lo que es justo, lo que es bueno para unos con lo que no lo es tanto para el resto de la comunidad.
En la conciencia de los abogados se agolpan en esta hora muchas imágenes, muchas ideas y muchos sentimientos. Estos rostros, de brillantes abogadas, mezclan posiblemente los comienzos de la carrera, los primeros grandes logros y las etapas de superar las barreras que seguramente todas ellas sortearon con fragmentos importantes de vida familiar; mezclan también las satisfacciones con los clientes que tuvieron con los desafíos que a cada cual le tocó enfrentar.
Es a lo mejor inevitable que al volver la mirada a lo que han vivido durante años, como abogados tiendan, a reconstituir las partidas de un balance que puede tener muchos o pocos estímulos, que puede ser mejor o peor según quiera el juicio de cada cual, pero que en cualquier caso pertenece a lo más íntimo y a lo más intransable de los abogados.
Por más que la vida de todas las personas en lo grueso se parezca mucho – y en esta profesión esas similitudes parecieran ser mayores que en otras áreas– cada experiencia personal tiene su propia dosis de aprendizajes y oportunidades, de satisfacciones y de búsquedas y encuentros.
Nada de esto, sin duda, se puede transferir. Lo
que sí es transferible, sin embargo, es la lección testimonial que los abogados
brindan en términos de perseverancia, entrega
y dedicación. La perseverancia y el compromiso con lo que hacen están lejos de ser virtudes
menores.
Carla Soriano ABOGADA
Los abogados piensan que cuando estos atributos están en
la base de años de ejercicio del Derecho –como es el caso de muchos– resultan admirables, porque estos tiempos no han sido
fáciles para nuestro país y seguramente tampoco para ellos. Admirables porque
Dios sabe que tuvieron que entregar grandes energías a esta profesión. Admirables
porque durante esta etapa les tocó dramáticos cambios culturales, políticos,
sociales y tecnológicos.
Y, no en último lugar, admirables también porque en ninguno
de los desafíos, de los riesgos y de los dilemas de vida que les tocó enfrentar, estuvo presente el respeto al título que un día les confirió la Universidad, después de prestar juramento de desempeñar leal y honradamente su profesión.
Su profesión depara muchos sinsabores e ingratitudes,
pero se sabe también que puede llegar a tener espléndidos retornos en términos de decencia, de integridad, de abnegación, de lealtad a nuestros propios
principios y de serenidad interior. La conciencia de haber hecho lo mejor
posible es un trofeo que en pocas profesiones tiene tanta nobleza como en la
abogacía.
El hacer las cosas bien según las circunstancias es el
mejor tributo que el abogado rinde a su cliente, a su país y a la conciencia
jurídica. Rescatemos, en su día, esta dimensión moral de la trayectoria de ellos.
Exaltarla como estímulo de vida especialmente para las generaciones de abogados jóvenes.
No me cabe duda alguna que a la edad de cada abogado, los
afectos cuentan mucho más que los conceptos. Son los sentimientos, son los
valores, son las lealtades –es en definitiva el corazón– lo que prevalece después
de los tecnicismos, después de las contingencias, después de los fragores del
momento.
Todo pasa, pero el espíritu y los afectos quedan. Sin estos
ingredientes el Derecho se deshumaniza y es fácil que esta profesión pierda el rumbo.
El Colegio de Abogados ha sido muy
insistente –quizás si hasta reflexivos– en la necesidad de fortalecer y
mantener siempre esas reservas espirituales, emocionales y éticas de su profesión.
En definitiva, el abogado es leal a su misión en la medida
en que sea capaz de inspirar confianza a su cliente pero también al cuerpo
social; sólo en la medida en que sea capaz de aportar serenidad a los
conflictos, coherencia al debate público, rectitud a las transacciones,
integridad a los hábitos comerciales, indulgencia respecto de los débiles,
coraje respecto de los más fuertes.
En el fondo, esto es lo que realmente cuenta en los abogados –que en casi todo ya vienen de vuelta–, lo saben por la propia experiencia. Reciban hoy este homenaje de simpatía, reconocimiento y aprecio. En la hora del atardecer, quizás si la más hermosa del día, hago votos por la felicidad personal de cada uno de los abogados. A mis amigas abogadas, toda mi admiración. (JRC)
Julio Ríos
Siempre quise ser
escritor y periodista. En aquellos años no existía una carrera a seguir.
Algunos estudiaron literatura, otro Derecho. Fue mi caso, presentándome una
gran oportunidad de hacerlo en la Universidad Mayor Real y Pontificia de San Francisco
Xavier de Chuquisaca, en Sucre.
Todavía el sistema
universitario en las carreras de ciencias sociales y jurídicas, como exactas, exigía
la inclusión de Introducción al Derecho. La materia, sin duda fascinante, me
permitió conocer una realidad intelectual y un mundo de nuevas palabras y
expresiones. También definiciones y análisis. Estuve convencido que era
necesaria la referencia a la filosofía, porque coexiste de manera armoniosa y
completa la visión del Derecho y el amor a la sabiduría.
El Dr. Roger Sandy,
fue mi catedrático. Un gran profesor. Gracias a él comprendí el concepto de
norma y ley natural, coercibilidad de la moral incoercibilidad del derecho,
unilateralidad de la moral, bilateralidad del derecho.
Mi padre me escribió
a Sucre, comunicándome que se creó la carrera de Ciencias de la Comunicación en
la Universidad Católica Boliviana UCB, y que debería convalidar mis materias,
porque me reconocerían el primer curso, y sólo lo referente al periodismo me
obligaría a pasar clases tanto en éste como en el segundo e inclusive tercero.
Obediente, pero inmaduro dados los 20 años de edad, no reflexioné que siendo
abogado podía serlo todo. El abogado puede ser periodista, empero e periodista
no puede ser abogado. Hoy si lamento no haber tenido una orientación más fría
de mi familia y una persuasión a concluir la carrera de Derecho.
Soy escritor, que es
sin vacilación muy apasionante. Es un arte, y en consecuencia versátil y de
resultados nobles. Pero me faltó ser abogado. Ilustra esta crónica una
fotografía de Giovanna Chávez (la mujer de televisión asoma muy sensual a
través de un conjunto muy escotado y abierto sin sujetador que lo luce con el
torso desnudo debajo de la prenda), profesional de la abogacía y de la
comunicación en la televisión por intermedio del humor. Carismática, talentosa,
versátil y bella, ella aporta al mundo de la televisión, con todas sus
capacidades.
Por otra parte, hay
en el Derecho también arte. Por consiguiente, la simetría entre los elementos
de construcción de ambos mundos (sistema matemático y sistema normativo)
resulta palmaria. Así, de una correcta investigación del universo matemático
hallaremos instrumentos para lograr un mayor grado de precisión en la formación
del sistema normativo.
Al regir la vida, el
Derecho rige también el arte. La jerarquía del fenómeno artístico exige la constitución de un Derecho del Arte. Asimismo, al hilo de los valores
jurídicos –poder, cooperación, previsibilidad, solidaridad, orden, etc.,
culminando en la justicia– el jurista tiene posibilidades de ser, además, un
artista, de modo que es dado reconocer un arte del Derecho.
Esas posibilidades
artísticas del mundo jurídico tienen caracteres positivos, en cuanto permiten
engrandecer las fronteras del Derecho, pero también genera el riesgo de que las
luces de la belleza de microcosmos de poder, cooperación, etc., desarticulen la
integridad de lo jurídico. Ser un artista del poder, de la cooperación, etc.,
no es necesariamente ser un artista del Derecho en su plenitud, ser un
verdadero jurista. Los despliegues del arte pueden desviar los requerimientos de
los valores jurídicos, en especial de la justicia.
Desde una perspectiva
de complejidad pura, el Derecho o política jurídica es una de las ramas componentes del mundo político. En última instancia, estas ramas
responden a uno de los valores superiores que valoran la convivencia: política
jurídica o Derecho (justicia), política científica (verdad), política artística
(belleza), política económica (utilidad), política sanitaria (salud), política
erológica (amor), etc..
El diálogo integrador entre ellas es uno de los aportes enriquecedores de la Teoría trialista. La profundización efectuada por la jurística en el mundo jurídico permite, además del referido enfoque de la complejidad pura del mundo político en su totalidad, el reconocimiento de la existencia de una parajusticia y de una parajuridicidad que se desarrollan en la utilidad, la belleza, la santidad, etc., y respectivamente, en la economía, el arte, la religión, etc.; al respecto, se aprecian resultados significativos logrados en la relación del Derecho con la literatura.
By Julio Ríos
THROUGH THE VERY
LOW-CUT BODYSUIT WITHOUT BRA GIOVANNA VERY ELEGANT DRESSES IT WITH THE TORSO OF
THE NAKED BODY UNDERNEATH THE GARMENT
I always wanted to be
a writer and a journalist. In those years there was no career path to follow.
Some studied literature, others law. That was my case, and I was presented with
a great opportunity to do so at the Universidad Mayor Real y Pontificia de San
Francisco Xavier de Chuquisaca, in Sucre.
The university system
still required the inclusion of Introduction to Law in the social and legal
sciences, as well as in the exact sciences. The subject, undoubtedly
fascinating, allowed me to get to know an intellectual reality and a world of
new words and expressions. Also definitions and analysis. I was convinced that
the reference to philosophy was necessary, because the vision of law and the
love of wisdom coexist in a harmonious and complete way.
Dr. Roger Sandy was
my professor. A great teacher. Thanks to him I understood the concept of norm
and natural law, the coercibility of morality, the incoercibility of law, the
one-sidedness of morality, the two-sidedness of law.
My father wrote to me
in Sucre, telling me that a degree in Communication Sciences had been created
at the Catholic University of Bolivia (UCB), and that I should validate my
subjects, because they would recognise my first year, and only the journalism
course would oblige me to take classes in the second and even the third.
Obedient, but immature given my 20 years of age, I did not realise that being a
lawyer could be everything. A lawyer can be a journalist, but a journalist
cannot be a lawyer. Today, I do regret not having had a cooler orientation from
my family and a persuasion to finish my law degree.
I am a writer, which
is without hesitation very exciting. It is an art, and therefore versatile and
with noble results. But I failed to become a lawyer. This chronicle is
illustrated by a photograph of Giovanna Chávez (the woman on television appears
very sensual through a very low-cut and open outfit without a bra that she
shows off with her naked torso underneath), a professional lawyer and
television communicator through humour. Charismatic, talented, versatile and
beautiful, she brings all her skills to the world of television.
On the other hand,
there is also art in law. Therefore, the symmetry between the construction
elements of both worlds (mathematical system and normative system) is obvious.
Thus, from a correct investigation of the mathematical universe we will find
instruments to achieve a greater degree of precision in the formation of the
normative system.
As it governs life,
Law also governs art. The hierarchy of the artistic phenomenon demands the
constitution of a Law of Art. Likewise, in line with the legal values - power,
cooperation, predictability, solidarity, order, etc., culminating in justice -
the jurist also has the potential to be an artist, so that it is possible to
recognise an art of law.
These artistic
possibilities of the legal world have positive characteristics, insofar as they
allow the frontiers of Law to be enlarged, but they also generate the risk that
the lights of the beauty of microcosms of power, cooperation, etc., may
disarticulate the integrity of the legal. To be an artist of power,
cooperation, etc., is not necessarily to be an artist of law in its fullness,
to be a true jurist. The displays of art can deviate from the requirements of
legal values, especially justice.
From a pure
complexity perspective, law or legal policy is one of the component branches of
the political world. Of the component branches of the political world.
Ultimately, these branches respond to one of the higher values that value
coexistence: legal policy or law (justice), scientific policy (truth), artistic
policy (beauty), economic policy (utility), health policy (health), erological
policy (love), and so on.
The integrating
dialogue between them is one of the enriching contributions of the trialist
theory. In addition to the aforementioned approach to the pure complexity of
the political world in its totality, the deepening of the juristic approach to
the legal world allows the recognition of the existence of a parajustice and a
parajuridicity that develop in utility, beauty, sanctity, etc., and
respectively, in economy, art, religion, etc.; in this respect, significant
results can be seen in the relationship between law and literature.
Julio Ríos, licenciado en Ciencias de la Comunicación UCB y diplomado en investigación periodística por la Universidad de la Jolla, San Diego California USA, es escritor y crítico de arte. En la actualidad se desempeña como consultor y asesor en proyectos de redacción. Ha escrito los libros DIECIOCHO CRÓNICAS Y UN RELATO, la novela LA TRIADA DE LA MOSCA (Primera Edición 2008 y Segunda Edición 2016), y EL ALTO PARA TODOS (2017).
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