LITERATURA en tiempos de
LA COVID – 19
VERÓNICA y
CORTÁZAR
JULIO CORTÁZAR
Cronopio siempre Cronopio
Lo
queremos porque es bondadoso. Es bondadoso como ser humano y muy bueno como
escritor. Tiene un corazón tan grande que Dios necesitó fabricar un cuerpo
también grande para acomodar ese corazón suyo. Luego mezcló los sentimientos
con el espíritu de Julio.
De allí
resultó que Julio no solo fuera un hombre bueno, sino justo. Todos sabemos
cuánto se ha sacrificado por la justicia. Por las causas justas y porque haya
concordia entre todos los seres humanos.
Así que
Julio es triplemente bueno. Por eso lo queremos. Lo queremos tanto sus amigos,
sus admiradores y sus hermanos. En realidad, él es nuestro hermano mayor.
Nos ha enseñado con sus consejos y a través de los libros que escribió para nosotros lo hermoso de la vida, a pesar del sufrimiento, a pesar del agobio y la desesperanza. Él no desea esas calamidades para nadie. Menos para quienes sabe que, más que sus prójimos, somos sus hermanos. Por eso queremos tanto a Julio.
Escritor argentino, una de las grandes figuras del
llamado “boom” de la literatura hispanoamericana, fenómeno editorial que, en la
década de 1960, dio merecida proyección internacional a los narradores del
continente.
Emparentado con Borges como inteligentísimo cultivador
del cuento fantástico, los relatos breves de Cortázar se apartaron sin embargo
de la alegoría metafísica para indagar en las facetas inquietantes y
enigmáticas de lo cotidiano, en una búsqueda de la autenticidad y del sentido
profundo de lo real que halló siempre lejos del encorsetamiento de las
creencias, patrones y rutinas establecidas. Su afán renovador se manifiesta
sobre todo en el estilo y en la subversión de los géneros que se verifica en
muchos de sus libros, de entre los cuales la novela Rayuela (1963), con sus dos
posibles órdenes de lectura, sobresale como su obra maestra.
Hijo de un funcionario asignado a la embajada argentina
en Bélgica, su nacimiento coincidió con el inicio de la Primera Guerra Mundial,
por lo que sus padres permanecieron más de lo previsto en Europa. En 1918, a
los cuatro años de edad, Julio Cortázar se desplazó con ellos a Argentina, para
radicarse en el suburbio bonaerense de Banfield.
Tras completar sus estudios primarios, siguió los de
magisterio y letras y durante cinco años fue maestro rural. Pasó más tarde a
Buenos Aires, y en 1951 viajó a París con una beca. Concluida ésta, su trabajo
como traductor de la UNESCO le permitió afincarse definitivamente en la capital
francesa. Por entonces Julio Cortázar ya había publicado en Buenos Aires el
poemario Presencia con el seudónimo de «Julio Denis», el poema dramático Los
reyes y la primera de sus series de relatos breves, Bestiario, en la que se
advierte la profunda influencia de Jorge Luis Borges.
En la década de 1960, Julio Cortázar se convirtió en una
de las principales figuras del llamado “boom” de la literatura hispanoamericana
y disfrutó del reconocimiento internacional. Su nombre se colocó al mismo nivel
que el de los grandes protagonistas del “boom”: Gabriel García Márquez, Mario
Vargas Llosa, los mexicanos Juan Rulfo y Carlos Fuentes, los cubanos José
Lezama Lima y Guillermo Cabrera Infante, los uruguayos Juan Carlos Onetti y
Mario Benedetti o sus compatriotas Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato, entre
otros.
La literatura de Cortázar parte de un cuestionamiento
vital, cercano a los planteamientos existencialistas en la medida en que puede
caracterizarse como una búsqueda de la autenticidad, del sentido profundo de la
vida y del mundo. Tal temática se expresó en ocasiones en obras de marcado
carácter experimental, que lo convierten en uno de los mayores innovadores de
la lengua y la narrativa en lengua castellana.
Como en Jorge Luis Borges, sus relatos ahondan en lo
fantástico, aunque sin abandonar por ello el referente de la realidad
cotidiana: de hecho, la aparición de lo fantástico en la vida cotidiana muestra
precisamente la abismal complejidad de lo "real". Para Cortázar, la
realidad inmediata significa una vía de acceso a otros registros de lo real,
donde la plenitud de la vida alcanza múltiples formulaciones. De ahí que su
narrativa constituya un permanente cuestionamiento de la razón y de los
esquemas convencionales de pensamiento.
En la obra de Cortázar, el instinto, el azar, el goce de
los sentidos, el humor y el juego terminan por identificarse con la escritura,
que es a su vez la formulación del existir en el mundo. Las rupturas de los
órdenes cronológico y espacial sacan al lector de su punto de vista convencional,
proponiéndole diferentes posibilidades de participación, de modo que el acto de
la lectura es llamado a completar el universo narrativo. Tales propuestas
alcanzaron sus más acabadas expresiones en las novelas, especialmente en
Rayuela, considerada una de las obras fundamentales de la literatura de lengua
castellana, y en sus relatos breves, donde, pese a su originalísimo estilo y su
dominio inigualable del ritmo narrativo, se mantuvo más cercano a la
convenciones del género. Cabe destacar, entre otros muchos cuentos, Casa tomada
o Las babas del diablo, ambos llevados al cine, y El perseguidor, cuyo
protagonista evoca la figura del saxofonista negro Charlie Parker.
Aunque su primer libro fueron los poemas de Presencia
(1938, firmados con el seudónimo de “Julio Denis”), seguidos por Los reyes, una
reconstrucción igualmente poética del mito del Minotauro, esta etapa se
considera en general la prehistoria cortazariana, y suelen darse como inicio de
su bibliografía los relatos que integraron Bestiario (1951), publicados en la
misma fecha en la que inició su exilio. A esta tardía iniciación (se acercaba
por entonces a los cuarenta años) suele atribuirse la perfección de su obra,
que desde esa entrega no contendrá un solo texto que pueda considerarse menor.
Cabe señalar, además, una singularidad inaugurada en
simultáneo con esa entrega: las sucesivas recopilaciones de relatos de Cortázar
conservarían esa especie de perfección estructural casi clasicista, dentro de
los cánones del género. El resto de su producción (novelas extraordinariamente
rupturistas y textos misceláneos) se aleja hasta tal punto de las convenciones
genéricas que es difícilmente clasificable. De hecho, buena parte de la crítica
aprecia más su faceta de cuentista impecable que la de prosista subversivo.
En el ámbito del cuento, Julio Cortázar es un exquisito cultivador del género fantástico, con una singular capacidad para fusionar en sus relatos los mundos de la imaginación y de lo cotidiano, obteniendo como resultado un producto altamente inquietante. Ilustración de ello es, en Bestiario (1951), un cuento como "Casa tomada", en el que una pareja de hermanos percibe cómo, diariamente, su amplio caserón va siendo ocupado por presencias extrañas e indefinibles que terminan provocando, primero, su confinamiento dentro de la propia casa, y, más tarde, su expulsión definitiva.
Lo mismo podría decirse a propósito de Las armas secretas
(1959), entre cuyos cuentos destaca "El perseguidor", que tiene por
protagonista a un crítico de jazz que ha escrito un libro sobre un célebre
saxofonista borracho y drogadicto. Cuando se dispone a preparar la segunda
edición del mismo, Jonnhy, el saxofonista, quiere exponerle sus opiniones
acerca de su propia música y el libro, pero, en realidad, no le cuenta nada; no
parece que tenga nada profundo que decir, como tampoco lo tiene el autor del
libro, por lo que, muerto Jonnhy, la segunda edición únicamente se diferencia
de la primera por el añadido de una necrológica.
En los cuentos de Final del juego (1964), encontramos
algunas de las descripciones más crueles de Cortázar, como por ejemplo
"Las ménades", una auténtica pesadilla; pero también hay sátiras,
como ocurre en "La banda", en el que su protagonista, cansado del
sistema imperante en su país (clara alusión al peronismo), se destierra
voluntariamente, como Cortázar hizo a París en 1951. En "Axolotl",
tras contemplar diaria y obsesivamente un ejemplar de estos anfibios en un
acuario, el narrador del cuento se ve convertido en uno más de ellos,
recuperando de tal manera el tema del viejo mito azteca.
De Todos los fuegos el fuego (1966), compuesto por otros
ocho relatos, hay que destacar "La autopista del Sur", historia de un
amor nacido durante un embotellamiento, cuyos protagonistas, que no se han
dicho sus nombres, son arrastrados por la riada de vehículos cuando el atasco
se deshace y no vuelven ya nunca a encontrarse. Impresionante es asimismo el
cuento que da título a la colección, en el que se mezclan admirablemente una
historia actual con otra ocurrida cientos de años atrás.
En los también ocho cuentos de Octaedro (1974), lo
fantástico vuelve a mezclarse con la vida de los hombres, casi siempre en el
momento más inesperado de su existencia. Más cercanas a lo cotidiano y abiertas
a la normalidad son sus tres últimas colecciones de relatos, Alguien que anda
por ahí (1977), Queremos tanto a Glenda y otros relatos (1980) y Deshoras
(1982), sin que por ello dejen de estar presentes los temas y motivos que
caracterizan su producción.
Pero es precisamente lejos del relato corto donde reside
la huella revolucionaria e irrepetible que Julio Cortázar dejó en la literatura
en lengua española, desde su novela inicial (Los premios, 1960) hasta la amorosa
despedida textual de Nicaragua, tan violentamente dulce (1984). El momento
álgido de esta propuesta innovadora que aniquilaba las convenciones genéricas
fue la escritura de Rayuela (1963).
Protagonizada por un álter ego de Cortázar, Horacio
Oliveira, Rayuela narra el itinerario de un intelectual argentino en París
(primera parte) y luego en Argentina (segunda parte), para agregar, en la
tercera parte y al modo de misceláneas, una serie de anotaciones, recortes
periodísticos, poemas y citas que pueden intercalarse en la lectura de las dos
primeras, según el recorrido que decida el lector, a partir de los dos que
propone el autor.
Las desavenencias amorosas entre La Maga y Horacio
Oliveira, los conflictos intelectuales de Horacio, una amplia red de referencias
culturales, con el jazz en posición preferente, y la invitación a la
participación del lector como coautor de esa obra abierta, encontraron en el
clima de efervescencia cultural de la década de 1960 su perfecto campo de
desarrollo. Rayuela ha quedado así como uno de los emblemas imprescindibles de
la cultura argentina de ese momento, en el que la novela de Julio Cortázar
ocupó un lugar central y fue objeto de toda clase de asedios y comentarios
críticos.
Algunas de las sucesivas novelas de Cortazar fueron un
intento de avanzar en la dirección de Rayuela: así, la titulada 62. Modelo para
armar (1968) es un excelente comentario en paralelo, extraído de una propuesta
sugerida en el capítulo 62 de su obra maestra. En el Libro de Manuel (1973), el
experimentalismo deja paso a un intento de explicar la difícil convivencia
entre el compromiso político y la libertad individual.
Por lo que respecta al género de los "almanaques", esa combinación específicamente cortazariana de todos los géneros en ninguno, es imprescindible referirse a títulos como
La vuelta al día en ochenta mundos (1967) o Último round (1969). Tales volúmenes, de difícil clasificación, alternan el cuento con el ensayo, el poema y el fragmento narrativo o crítico.
En este apartado merecen mención aparte las inefables Historias de cronopios y de famas (1962), graciosos y complejos personajes simbólicos con singulares actitudes frente a la vida, Un tal Lucas (1979), irónico retrato de un personaje de extraña coherencia, y el casi póstumo Los autonautas de la cosmopista (1983), irrepetible mezcla de diario de viaje y testamento de amor.
Por Julio Ríos
Calderón
Cómo olvidar a Julio,
a Julio Cortázar y mi amistad a la distancia. Imposible. Fue mi escritor
preferido en mis años juveniles y mi mentor en la forma y estructura del micro
cuento, de la metáfora y la alegoría.
Fue, definitivamente,
el maestro del relato breve, del cuento, de la exposición simbólica y
fantástica, que se plasmó como la única actitud literaria, capaz de cumplir la
función narrativa con la máxima economía de medios para transmitir su trama
argumental.
Puso al desnudo lo
real, a través de una irónica fantasía, logrando avasallar al lector y hacerle
perder todo posible contacto con la desvaída realidad que le rodea.
Julio Florencio Cortázar
nacido el 26 de agosto de 1914 en Ixelles, Bélgica. ¿Y por qué nació en ese
país europeo? Pues porque su padre, Julio José Cortazar, era funcionario de la
Embajada Argentina en Bélgica.
Pasó sus últimos años
en París, donde falleció de leucemia el 2 de noviembre de 1984; dos días
después fue enterrado en el Cementerio de Montparnasse, en la capital francesa.
Quienes hemos leído
sus libros, no podemos hacer más que sentir un profundo aprecio por este gran
escritor, y claro, la mejor forma de celebrarlo es seguir leyendo su obra.
Recordarlo como el
“Cronopio” que él fue. ¿Crónopo? Palabra que él creó a personajes que miran el
mundo con ojos renovados, con humor, con fama y talento. Uno de ellos en su
obra “La vuelta al día en 80 mundos”, es Louis Armstrong.
Escribir esta crónica
no fue casualidad. Fue una causalidad luego de apreciar en su red social de FACEBOOK
a mi amiga Verónica Claros Barrón, de profesión Nutricionista, nacida en
Cochabamba, durante su visita a Buenos Aires Argentina y su paso por la
cafetería London City Café, donde asoma una relevante estatua del gran escritor
JULIO CORTÁZAR.
Nació hace 108 años,
murió hace 31, pero su obra desfila afanosa en quienes tuvimos el privilegio de
conocerle por intermedio de ella, y en la que nos sumergimos afanosos leyendo:
El Perseguidor (extraordinaria obra basada en la vida del saxofonista de jazz
Charlie Parker), Los premios, Rayuela, Libro de Manuel, Divertimento, El
examen, el Diario de Andrés Fava, 62 Modelo para armar, Historia de Cronopios y
Famas, Un tal Lucas, Bestiario, Final del juego, Las armas secretas, Todos los
fuegos el fuego, Octaedro, Alguien que anda por ahí. Queremos tanto a Glenda,
Deshoras, y en fin tantas obras, ensayos, traducciones, prosa, cuentos,
relatos, cartas.
El célebre maestro y
escritor de poemas y narraciones tuvo una vida tan fascinante como encantada.
Las obras de sus últimos años se vieron empapadas de aquella mujer que fue su gran
amor y que lo acompañó hasta en los más felices y tristes momentos, aunque fue
su segunda esposa, amante y amiga.
Julio Cortázar
conoció a Carol Dunlop en Canadá en 1977 y se casaron en 1981. Juntos
realizaron numerosos viajes, e incluso escribieron un curioso libro. Hacia
finales del mes de mayo de 1982, Julio y Carol deciden pasar treinta y tres
días en la autopista París-Marsella, deteniéndose en todos los paraderos que
encuentren a su paso, a bordo de una vieja y destartalada furgoneta Volkswaguen
de color rojo, a la que apodan Fafner y que se convertirá a lo largo de un mes
en una casa rodante cuyo equipaje consistirá en víveres, utensilios de aseo,
ropa, libros, una cámara de fotos, dos máquinas de escribir y algunas cintas de
música.
Así queda indeleble
el libro escrito con Carol Dunlop: Los autonautas de la cosmopista o un viaje
atemporal París-Marsella.
Julio falleció, no está más físicamente en el mundo, empero ya no basta con pensar en su muerte, sino que se debe tenerla siempre delante. Entonces la vida, a través de sus libros, se hace más solemne, más importante, más fecunda y alegre.
By Julio Ríos
Calderón
How to forget Julio,
Julio Cortázar and my friendship at a distance. Impossible. He was my favourite
writer in my youth and my mentor in the form and structure of the micro-story,
of metaphor and allegory.
He was definitely the
master of the short story, of the tale, of the symbolic and fantastic
exposition, which took shape as the only literary attitude, capable of
fulfilling the narrative function with the maximum economy of means to transmit
its plot.
He laid bare the real
through an ironic fantasy, managing to overwhelm the reader and make him lose
all possible contact with the faded reality that surrounds him.
Julio Florencio
Cortázar was born on 26 August 1914 in Ixelles, Belgium, and why was he born in
that European country? Because his father, Julio José Cortazar, was a civil
servant at the Argentine Embassy in Belgium.
He spent his last
years in Paris, where he died of leukaemia on 2 November 1984; two days later
he was buried in Montparnasse Cemetery in the French capital.
Those of us who have
read his books can only feel a deep appreciation for this great writer, and of
course the best way to celebrate this is to continue reading his work.
Remember him as the
"Cronopio" that he was. Cronopo? Word that he created characters who
look at the world with renewed eyes, with humour, with fame and talent. One of
them in his work "Around the world in 80 worlds" is Louis Armstrong.
Writing this
chronicle was not a coincidence. It was a coincidence after seeing my friend
Verónica Claros Barrón, a nutritionist by profession, born in Cochabamba, on
her social network FACEBOOK, during her visit to Buenos Aires Argentina and her
visit to the London City Café, where there is a relevant statue of the great
writer JULIO CORTÁZAR, who used to enjoy a cup of coffee here. Cortázar in
bronze next to Verónica, very casual and elegant in a very low-cut blouse with
bare skin underneath.
He was born 108 years
ago, he died 31 years ago, but his work is eagerly paraded in those of us who
had the privilege of knowing him through her, and in which we eagerly immersed
ourselves in reading: El Perseguidor (an extraordinary work based on the life
of jazz saxophonist Charlie Parker), Los premios, Rayuela, Libro de Manuel,
Divertimento, El examen, el Diario de Andrés Fava, 62 Modelo para armar,
Historia de Cronopios y Famas, Un tal Lucas, Bestiario, Final del juego, Las
armas secretas, Todos los fuegos el fuego, Octaedro, Alguien que anda por ahí.
We love Glenda so much, Deshoras, and finally so many works, essays,
translations, prose, stories, tales, letters.
The famous teacher
and writer of poems and stories had a life as fascinating as it was enchanted.
The works of his last years were imbued with the woman who was his great love
and who accompanied him even in the happiest and saddest moments, although she
was his second wife, lover and friend.
Julio Cortázar met
Carol Dunlop in Canada in 1977 and they married in 1981. Together they
travelled extensively, and even wrote a curious book. Towards the end of May
1982, Julio and Carol decide to spend thirty-three days on the Paris-Marseille
motorway, stopping at every stop along the way, on board an old, rickety red
Volkswaguen van, which they call Fafner and which, over the course of a month,
becomes a mobile home with luggage consisting of food, toiletries, clothes,
books, a camera, two typewriters and some music tapes.
Thus remains
indelible the book written with Carol Dunlop: Los autonautas de la cosmopista o
un viaje atemporal París-Marseille.
Jules has passed
away, he is no longer physically in the world, but it is no longer enough to
think of his death, it must always be kept in front of us. Then life, through
his books, becomes more solemn, more important, more fruitful and joyful.
Julio Ríos, licenciado en Ciencias de la Comunicación UCB y diplomado en investigación periodística por la Universidad de la Jolla, San Diego California USA, es escritor y crítico de arte. En la actualidad se desempeña como consultor y asesor en proyectos de redacción. Ha escrito los libros DIECIOCHO CRÓNICAS Y UN RELATO, la novela LA TRIADA DE LA MOSCA (Primera Edición 2008 y Segunda Edición 2016), y EL ALTO PARA TODOS (2017).
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Junto a mi primer libro publicado en 1986, DIECIOCHO CRÓNICAS Y UN REALATO, donde asoma un capítulo CARTA A JULIO, un homenaje mío a CORTÁZAR.
Julio Cortázar con Carol Dunlop, su compañero, su pareja, con quien escribió la obra LOS AUTONAUTAS DE LA COSMOPISTE.