In memoriam, Mario D. Ríos Gastelú
Julio Ríos Calderón
Página Siete, viernes 5 de agosto de 2022
Falleció el 31 de
julio, a 6 días de cumplir 91 años. Ascendió al Cielo acompañado de un ángel, y
en las puertas del Oriente Eterno el Padre Celestial, lo presentó en una mirada
retrospectiva a su nacimiento el 6 de agosto de 1931, en la casa ubicada en la
calle Junín esquina Pagador de la ciudad de Oruro. La bandera boliviana
flameaba en el cerro Conchupata, y los felices padres David Ríos Reinaga y
Raquel Gastelú, festejaban el alumbramiento de su cuarto hijo, antecedido con
una diferencia de 6 años por tres hermanas mujeres.
Amante de la música
clásica y el tango, entusiasta del deporte, coleccionó desde niño la revista
argentina EL GRÁFICO. Aunque no era su vocación ingresó a la facultad de
Medicina, empero el bichito de la epidermis del periodismo lo atrapó con
firmeza. A los 19 años, en Radio Illimani, junto a Cucho Vargas, transmitió un
partido en el Estadio Hernando Siles (el primero que fue demolido) y de ahí
pasó a otras radios hasta su ingreso al periódico La Nación, más adelante El
Diario, luego Presencia y finalmente Última Hora. El arte y la cultura, junto
al género literario del ensayo, asomaron como una pasión sin límites,
convirtiéndose en crítico de música, pintura y literatura. Creó el suplemento
PUERTA ABIERTA que difundió día a día el quehacer intelectual del país.
Dos pausas marcaron su
ingreso al ambiente político, primero con un alto cargo en el entonces
Ministerio de Informaciones, Cultura y Turismo, y luego la Oficialía de Cultura
de la Alcaldía de La Paz. No fue su campo, más se tornó en una experiencia que
lo alejaría para siempre de la política que jamás le agradó.
Dentro de sus virtudes
y talentos, fue la lectura la que lo atrapó, restando inclusive horas de sueño
por el hambre de conocer, estudiar y adquirir una formación intelectual y
espiritual muy profunda. Su patrimonio: una gran biblioteca, discoteca y una
valiosa pinacoteca. De carácter optimista, tenía el corazón de un niño, la
mente de un filósofo y la sonrisa de un gato, acompañándolo una firme
sensibilidad y misericordia por el dolor ajeno, la miseria. Si algo
identificaba su amoroso modo de ser, era el sentido del humor espontáneo y
recurrente. Todo un maestro, en respuestas chistosas o expresiones, como
referir a tener un problema. “Si puedo, expresaba, lo resuelvo, sino, ¿dónde
está el problema?”, decía. Dos líneas basadas en la fe, la esperanza y la
caridad, se tradujeron en dos sabias sentencias de llamar a la reflexión o dar
alguna enseñanza sobre algo: “Todo tiene remedio, menos la muerte” y “Dios
proveerá”.
Cuando se le preguntaba
¿cuáles eran los centros de enseñanza más grandes del mundo? Manifestaba: “La
universidad de Oxford, Salamanca y el Colegio Oblitas de Oruro”. Si se hablaba
de países productores de accesorios o perfumes, él afirmaba: “Londres, París,
Oruro”, o de Fútbol, “Manchester, Real Madrid y San José de Oruro”.
Nunca odió a nadie. Nos
amó a sus hijos, sus nietos y su bisnieta Naíma que era su Princesa y su gran
alegría. La única mujercita en una familia de hombres. Como suegro era un
ejemplo y nunca usó el término de nuera, sino de hija y nieta. Como hombre fue
prueba de honradez, moral, y ética. Como ser humano con virtudes y defectos,
muy fino en sus modales y educación prolija. Fue un gran orador y un escritor
brillante.
Y de pronto, sin
pensarlo, Dios lo llamó. Yo contaba los días para festejar sus 91 años, pero
creo que la numerología me ganó. Tenía él 90 años; sumemos nueve más cero y da
como resultado 9; sumemos nueve más nueve y da como resultado 18; uno más ocho
igual a 9. Tres por tres, igual a 9. Tres son las virtudes teologales y 3 días
los de Jesús, entre su muerte y resurrección.
Papá resucitó en el Cielo y se encontró con su compañera, mi Mamá, Elba, a quien amó toda su vida, y ahora junto a ella vive una eterna luna de miel.
Julio Ríos Calderón, es
escritor y consultor