EL
PINCEL EN TIEMPOS DE
LA COVID – 19
Beatriz Seijo
He
experimentado esa búsqueda del “paraíso”, expresa Ángel Cantero. Como los
occidentales llamamos al camino de la felicidad, al cielo o al olvido. “Este
paraíso tiene sol, palmeras y aguas azules,” pero si lo observáis bien, es una
sencilla ilusión.
El
agua es incolora, únicamente refleja su entorno, como el paraíso que debería de
ser admirado por esa misma cualidad, por su trasparencia. Solo refleja el ánimo
de las personas que lo buscan.
Con
esta declaración de intenciones la artista gallega Beatriz Seijo nos presenta
su última serie de pinturas, que nacieron del viaje reciente a la Polinesia
Francesa y de sus inquietudes por la metafísica.
Con su obra, Beatriz nos invita a la reflexión sobre las cosas que pasan por su mente, pero también nos induce a pensar en nuestro propio ritmo de vida en esta sociedad occidental que nos lleva de la mano –a veces demasiado rápido– y nos empuja a caminar sin tiempo para analizar lo que es verdaderamente importante.
Cuando
a finales del siglo. XIX Paul Gauguin, impulsado por sus inquietudes vitales,
se trasladó a la colonia francesa de la Martinica entró en contacto con la
sensualidad y el color de un paisaje poblado por una sociedad indígena en
estrecha convivencia con la naturaleza; sin duda esta experiencia en la isla y
su posterior amistad con el joven Émile Bernard al regresar a París,
contribuirían al desarrollo de un nuevo estilo personal, el sintetismo.
Este
nuevo lenguaje, no contaminado ya por el naturalismo y otras expresiones
pictóricas anteriores, es sobre todo una ruptura consciente con los artificios
formales del impresionismo, y Gauguin primará la expresión de la emotividad
sobre la representación plástica de los motivos elegidos.
También
el contacto que tuvo en 1888 en Arlés con Van Gogh fue de importancia clave
para ese giro estilístico caracterizado por la representación no imitativa y la
separación de la imagen pictórica en zonas de color contrastadas.
Todos
los artistas son deudores, en mayor o menor medida, de las búsquedas y aciertos
de los artistas que los precedieron.
Es
posible que Beatriz Seijo, cuando se lanzó a un nuevo viaje a la Polinesia,
tuviera las mismas inquietudes en común con Gauguin, no en vano cada peregrino
necesita recorrer el Camino aunque muchos otros hayan pisado los mismos senderos;
y es posible que Beatriz tuviera la voluntad consciente de enriquecerse con
vivencias intensas en un paraíso a priori imaginado.
Pero
esta joven pintora ya tenía un estilo personal plenamente definido antes de
navegar hacia Tahití, y sabe desde hace años que la verdadera creación, lo que
hay que pintar, es lo que elabora la artista después de la experiencia,
eliminando lo superfluo para destacar la esencia.
Precisamente
porque Beatriz es una artista “porosa” supo absorber de su vivencia en la
Polinesia la autenticidad y la ingenuidad primitivas, y enriqueció su paleta
con colores puros y cálidos que acompañan, en esta nueva etapa, una colección
de pinturas más simbolistas.
Por Julio Ríos
Sus creaciones se
multiplican. La pintura de Beatriz, seduce con la suavidad de las cosas bellas.
Es la efervescencia de las ideas para saltar de un cuadro a un muro y de allí a
unas pequeñas cajas. Si, son esas pequeñas cajas llenas de misterio, como todo
lo que está cerrado.
Beatriz Seijo Lamas,
esta joven pintora nació en Fene (A Coruña) en el año 1984. Comenzó a usar los
pinceles con solo 6 años. Es alumna del maestro Gonzalez Collado quien la
introdujo en el mundo de la acuarela. Ganó y participó en numerosos concursos,
en su prometedora carrera artística.
Entre la belleza de la
luz y el enigma de la sombra, surgen las ideas que dan paso a la creatividad
del arte en expresiones aleatorias, primorosamente elaboradas, en medio de un
sentimiento a hacer de “lo bonito” de “lo amoroso”, un detalle.
Basta observar
cualquier cuadro suyo. Su pincel acompañado de la espátula, permite que sus
lienzos asomen prolijos, detallados, con maestría en el manejo del color. Basta
observar el talento de Beatriz, puesto de relieve con el manejo más prolijo y
el sentimiento del amor en un cuadro en el que asoma, sin vacilación alguna, la
ternura de la maternidad.
La fertilidad es la
bendición original dada por Dios al hombre y a la mujer. Es un don divino. Los
dones están pensados para ser dados y recibidos gratuitamente; nunca rechazados,
por una parte, y nunca reclamados por otra.
Los cuadros de la
artista, aproximan el papel central de la Mujer como fuente de vida y amparo de
la criatura humana en su proceso de desarrollo. La fertilidad es un don, pero
también lo es la maternidad, consecuencia directa de la apertura a la vida.
Muy niña Beatriz,
reveló sus aptitudes orientadas a la pintura, determinando estudios en arte,
actividad semejante a los primeros trazos plásticos dirigidos al esplendor de
creaciones cromáticas, inquietudes apoyadas en textos literarios.
Beatriz –la artista
ilustra esta crónica vestida con un atuendo amarillo muy escotado que lo vite
con el cuerpo desnudo por debajo–, es referencia de un intelecto donde acierta
con las bases de un estilo, cuyo empleo de imágenes alteradas sutilmente, se
aplican en pinceladas silenciosas.
La ternura no está
alejada ante la pureza de su amor expresado en un sentimiento que la artista
quiera expresar. Hay de todo en el recuento de las obras de Beatriz, y cada
acercamiento hacia ellas, provoca nuevas imágenes y sorpresivos trazos en las
miradas que la inspiran a producir con la espátula y el pincel, resultados enternecedores.
La artista nos permite
el ingreso en aquella apelación a la luz y a la sombra que asombra. La
sensibilidad al color ha caracterizado su pintura, donde la penumbra les da la
motivación de existencia dirigida al arte.
En tal sentido,
encuentro luminosidad reflejada en el colorido de cada pintura sobre el lienzo.
Hay algunas imágenes abstractas entre otras, que dan lugar a pinceladas fuertes
o delicadas, en una reverberación de matices que retumban en un espacio común.
Es frecuente en la
literatura, dadas las visiones cambiantes que llegan a matizar con el blanco en
paso a la afonía, paréntesis de reflexión para todo virtuoso. El blanco
empleado por una artista que domina el color, cabe aludir sus cuadros dedicados
a rostros que parecen observarnos. Allí el blanco es decoro en movimiento;
ritmo en el humor de sus personajes retratados para el escenario.
En el encuentro con
las sombras vuelven las tonalidades. Un primer plano con poco colorido deja al
descubierto rostros de personajes políticos y libertadores.
Lo bello en Beatriz,
no es una sustancia en sí, sino un juego de claroscuros que van formado el
juego sutil de las modulaciones de la sombra.
By Julio Ríos
TALENTED AND ATTRACTIVE
BEATRIZ THROUGH THE VERY LOW-CUT YELLOW GARMENT WITH THE NAKED BODY UNDERNEATH
Her creations are
multiplying. Beatriz's painting seduces with the softness of beautiful things.
It is the effervescence of ideas to jump from a painting to a wall and from
there to small boxes. Yes, they are those little boxes full of mystery, like
everything that is closed.
Beatriz Seijo Lamas,
this young painter was born in Fene (A Coruña) in 1984. She began to use
brushes when she was only 6 years old. She is a pupil of the master Gonzalez
Collado who introduced her to the world of watercolour. She won and
participated in numerous competitions in her promising artistic career.
Between the beauty of
the light and the enigma of the shadow, ideas arise that give way to the
creativity of art in random expressions, exquisitely elaborated, in the middle
of a feeling to make "the beautiful" of "the loving", a
detail.
It is enough to look at
any of his paintings. Her brush accompanied by the palette knife, allows her
canvases to appear neat, detailed, with mastery in the handling of colour. It
is enough to observe Beatriz's talent, highlighted with the neatest handling
and the feeling of love in a painting in which the tenderness of motherhood
appears without any hesitation.
Fertility is the
original blessing given by God to man and woman. It is a divine gift. Gifts are
meant to be given and received freely; never refused, on the one hand, and
never claimed on the other.
The artist's paintings
bring the central role of Woman as the source of life and the protection of the
human creature in its process of development. Fertility is a gift, but so is
motherhood, a direct consequence of openness to life.
As a very young girl,
Beatriz revealed her aptitude for painting, determining her studies in art, an
activity similar to the first plastic strokes directed to the splendour of
chromatic creations, concerns supported by literary texts.
Beatriz -the artist
illustrates this chronicle dressed in a very low-cut yellow garment that
dresses her naked body underneath- is a reference of an intellect where the
bases of a style are right, whose use of subtly altered images are applied in
silent brushstrokes.
Tenderness is not far
from the purity of her love expressed in a feeling that the artist wants to
express. There is everything in Beatriz's works, and each approach to them
provokes new images and surprising traces in the looks that inspire her to
produce with the palette knife and the brush, touching results.
The artist allows us to
enter into that astonishing appeal to light and shadow. The sensitivity to
colour has characterised her painting, where the penumbra gives them the
motivation of existence directed to art.
In this sense, I find
luminosity reflected in the colouring of each painting on the canvas. There are
some abstract images among others, which give rise to strong or delicate
brushstrokes, in a reverberation of shades that reverberate in a common space.
It is frequent in
literature, given the changing visions that come to nuance with white in
passing to aphony, parentheses of reflection for every virtuoso. The white used
by an artist who masters colour, it is worth alluding to her paintings
dedicated to faces that seem to observe us. There, white is decorum in
movement; rhythm in the mood of her characters portrayed for the stage.
In the encounter with
the shadows, the tonalities return. A close-up with little colour reveals the
faces of political figures and liberators.
The beauty in Beatriz is not a substance in itself, but a play of chiaroscuro that forms the subtle play of the modulations of the shadow.
Por Julio Ríos
BEATRIZ TALENTOSA E ATRAENTE ATRAVÉS DA PEÇA DE ROUPA AMARELA MUITO DECOTADA COM O CORPO NU POR BAIXO
Suas criações estão se
multiplicando. A pintura de Beatriz seduz com a suavidade de coisas bonitas. É
a efervescência de idéias para saltar de uma pintura para uma parede e de lá
para pequenas caixas. Sim, são aquelas pequenas caixas cheias de mistério, como
tudo o que está fechado.
Beatriz Seijo Lamas, esta jovem
pintora nasceu em Fene (A Coruña), em 1984. Ela começou a usar escovas quando
tinha apenas 6 anos de idade. Ela é uma aluna do mestre Gonzalez Collado que a
introduziu no mundo da aquarela. Ela venceu e participou de inúmeros concursos
em sua promissora carreira artística.
Entre a beleza da luz e o enigma da
sombra, surgem idéias que dão lugar à criatividade da arte em expressões
aleatórias, primorosamente elaboradas, no meio de um sentimento para fazer do
"belo" do "amor", um detalhe.
Basta olhar para qualquer uma de
suas pinturas. Seu pincel acompanhado pela faca de paleta, permite que suas
telas apareçam limpas, detalhadas, com maestria no manuseio da cor. Basta
observar o talento de Beatriz, destacado com o manuseio mais limpo e o
sentimento de amor em uma pintura em que a ternura da maternidade aparece sem
qualquer hesitação.
A fertilidade é a bênção original
dada por Deus ao homem e à mulher. É um dom divino. Os presentes são para serem
dados e recebidos livremente; nunca recusados, por um lado, e nunca reclamados,
por outro.
As pinturas do artista trazem o
papel central da Mulher como fonte de vida e a proteção da criatura humana em
seu processo de desenvolvimento. A fertilidade é um dom, mas também a
maternidade, uma conseqüência direta da abertura à vida.
Como uma menina muito jovem, Beatriz
revelou sua aptidão para a pintura, determinando seus estudos na arte, uma
atividade semelhante aos primeiros traços plásticos direcionados ao esplendor
das criações cromáticas, preocupações sustentadas por textos literários.
Beatriz -a artista ilustra esta
crônica vestida com um traje amarelo muito decotado que veste seu corpo nu por
baixo- é uma referência de um intelecto onde as bases de um estilo estão
certas, cujo uso de imagens sutilmente alteradas são aplicadas em pinceladas
silenciosas.
A ternura não está longe da pureza
de seu amor expressa em um sentimento que a artista quer expressar. Há de tudo
nos trabalhos de Beatriz, e cada aproximação a eles provoca novas imagens e
traços surpreendentes nos visuais que a inspiram a produzir com a faca de
paleta e o pincel, resultados comoventes.
O artista nos permite entrar nesse
espantoso apelo à luz e à sombra. A sensibilidade à cor tem caracterizado sua
pintura, onde a penumbra lhes dá a motivação da existência voltada para a arte.
Neste sentido, encontro a
luminosidade refletida na coloração de cada pintura na tela. Existem algumas imagens
abstratas, entre outras, que dão origem a pinceladas fortes ou delicadas, em
uma reverberação de tons que reverberam em um espaço comum.
É freqüente na literatura, dadas as
mudanças de visões que se transformam em nuances de branco ao passar para a
telefonia, parênteses de reflexão para cada virtuoso. O branco usado por uma
artista que domina a cor, vale a pena aludir a suas pinturas dedicadas a rostos
que parecem nos observar. Ali, branco é decoro em movimento; ritmo no humor de
seus personagens retratados para o palco.
No encontro com as sombras, as
tonalidades retornam. Um close-up com poucas cores revela os rostos de figuras
políticas e libertadores.
A beleza em Beatriz não é uma
substância em si, mas um jogo de claro-escuro que forma o jogo sutil das
modulações da sombra.
Julio Ríos, escritor y crítico de arte, en la actualidad se desempeña como consultor y asesor en proyectos de redacción. Ha escrito los libros DIECIOCHO CRÓNICAS Y UN RELATO, la novela LA TRIADA DE LA MOSCA (Primera Edición 2008 y Segunda Edición 2016), y EL ALTO PARA TODOS (2017).
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Beatriz Seijo es una pintora Gallega residente en Santiago de
Compostela. Comenzó su carrera artística en Ferrol, aprendiendo a dibujar y
pintar con el artista José González Collado, con el que desde muy pequeña
aprendió el oficio.