miércoles, 6 de abril de 2022

 


EL PINCEL EN TIEMPOS DE

LA COVID – 19

 La pintura de

Beatriz Seijo

He experimentado esa búsqueda del “paraíso”, expresa Ángel Cantero. Como los occidentales llamamos al camino de la felicidad, al cielo o al olvido. “Este paraíso tiene sol, palmeras y aguas azules,” pero si lo observáis bien, es una sencilla ilusión.

El agua es incolora, únicamente refleja su entorno, como el paraíso que debería de ser admirado por esa misma cualidad, por su trasparencia. Solo refleja el ánimo de las personas que lo buscan.

Con esta declaración de intenciones la artista gallega Beatriz Seijo nos presenta su última serie de pinturas, que nacieron del viaje reciente a la Polinesia Francesa y de sus inquietudes por la metafísica.

Con su obra, Beatriz nos invita a la reflexión sobre las cosas que pasan por su mente, pero también nos induce a pensar en nuestro propio ritmo de vida en esta sociedad occidental que nos lleva de la mano –a veces demasiado rápido y nos empuja a caminar sin tiempo para analizar lo que es verdaderamente importante.

Cuando a finales del siglo. XIX Paul Gauguin, impulsado por sus inquietudes vitales, se trasladó a la colonia francesa de la Martinica entró en contacto con la sensualidad y el color de un paisaje poblado por una sociedad indígena en estrecha convivencia con la naturaleza; sin duda esta experiencia en la isla y su posterior amistad con el joven Émile Bernard al regresar a París, contribuirían al desarrollo de un nuevo estilo personal, el sintetismo.

Este nuevo lenguaje, no contaminado ya por el naturalismo y otras expresiones pictóricas anteriores, es sobre todo una ruptura consciente con los artificios formales del impresionismo, y Gauguin primará la expresión de la emotividad sobre la representación plástica de los motivos elegidos.

También el contacto que tuvo en 1888 en Arlés con Van Gogh fue de importancia clave para ese giro estilístico caracterizado por la representación no imitativa y la separación de la imagen pictórica en zonas de color contrastadas.

Todos los artistas son deudores, en mayor o menor medida, de las búsquedas y aciertos de los artistas que los precedieron.

Es posible que Beatriz Seijo, cuando se lanzó a un nuevo viaje a la Polinesia, tuviera las mismas inquietudes en común con Gauguin, no en vano cada peregrino necesita recorrer el Camino aunque muchos otros hayan pisado los mismos senderos; y es posible que Beatriz tuviera la voluntad consciente de enriquecerse con vivencias intensas en un paraíso a priori imaginado.

Pero esta joven pintora ya tenía un estilo personal plenamente definido antes de navegar hacia Tahití, y sabe desde hace años que la verdadera creación, lo que hay que pintar, es lo que elabora la artista después de la experiencia, eliminando lo superfluo para destacar la esencia.

Precisamente porque Beatriz es una artista “porosa” supo absorber de su vivencia en la Polinesia la autenticidad y la ingenuidad primitivas, y enriqueció su paleta con colores puros y cálidos que acompañan, en esta nueva etapa, una colección de pinturas más simbolistas.



Por Julio Ríos

Sus creaciones se multiplican. La pintura de Beatriz, seduce con la suavidad de las cosas bellas. Es la efervescencia de las ideas para saltar de un cuadro a un muro y de allí a unas pequeñas cajas. Si, son esas pequeñas cajas llenas de misterio, como todo lo que está cerrado.

Beatriz Seijo Lamas, esta joven pintora nació en Fene (A Coruña) en el año 1984. Comenzó a usar los pinceles con solo 6 años. Es alumna del maestro Gonzalez Collado quien la introdujo en el mundo de la acuarela. Ganó y participó en numerosos concursos, en su prometedora carrera artística.

Entre la belleza de la luz y el enigma de la sombra, surgen las ideas que dan paso a la creatividad del arte en expresiones aleatorias, primorosamente elaboradas, en medio de un sentimiento a hacer de “lo bonito” de “lo amoroso”, un detalle.

Basta observar cualquier cuadro suyo. Su pincel acompañado de la espátula, permite que sus lienzos asomen prolijos, detallados, con maestría en el manejo del color. Basta observar el talento de Beatriz, puesto de relieve con el manejo más prolijo y el sentimiento del amor en un cuadro en el que asoma, sin vacilación alguna, la ternura de la maternidad.

La fertilidad es la bendición original dada por Dios al hombre y a la mujer. Es un don divino. Los dones están pensados para ser dados y recibidos gratuitamente; nunca rechazados, por una parte, y nunca reclamados por otra.

Los cuadros de la artista, aproximan el papel central de la Mujer como fuente de vida y amparo de la criatura humana en su proceso de desarrollo. La fertilidad es un don, pero también lo es la maternidad, consecuencia directa de la apertura a la vida.

Muy niña Beatriz, reveló sus aptitudes orientadas a la pintura, determinando estudios en arte, actividad semejante a los primeros trazos plásticos dirigidos al esplendor de creaciones cromáticas, inquietudes apoyadas en textos literarios.

Beatriz –la artista ilustra esta crónica vestida con un atuendo amarillo muy escotado que lo vite con el cuerpo desnudo por debajo–, es referencia de un intelecto donde acierta con las bases de un estilo, cuyo empleo de imágenes alteradas sutilmente, se aplican en pinceladas silenciosas.

La ternura no está alejada ante la pureza de su amor expresado en un sentimiento que la artista quiera expresar. Hay de todo en el recuento de las obras de Beatriz, y cada acercamiento hacia ellas, provoca nuevas imágenes y sorpresivos trazos en las miradas que la inspiran a producir con la espátula y el pincel, resultados enternecedores.

La artista nos permite el ingreso en aquella apelación a la luz y a la sombra que asombra. La sensibilidad al color ha caracterizado su pintura, donde la penumbra les da la motivación de existencia dirigida al arte.

En tal sentido, encuentro luminosidad reflejada en el colorido de cada pintura sobre el lienzo. Hay algunas imágenes abstractas entre otras, que dan lugar a pinceladas fuertes o delicadas, en una reverberación de matices que retumban en un espacio común.

Es frecuente en la literatura, dadas las visiones cambiantes que llegan a matizar con el blanco en paso a la afonía, paréntesis de reflexión para todo virtuoso. El blanco empleado por una artista que domina el color, cabe aludir sus cuadros dedicados a rostros que parecen observarnos. Allí el blanco es decoro en movimiento; ritmo en el humor de sus personajes retratados para el escenario.

En el encuentro con las sombras vuelven las tonalidades. Un primer plano con poco colorido deja al descubierto rostros de personajes políticos y libertadores.

Lo bello en Beatriz, no es una sustancia en sí, sino un juego de claroscuros que van formado el juego sutil de las modulaciones de la sombra.


By Julio Ríos

TALENTED AND ATTRACTIVE BEATRIZ THROUGH THE VERY LOW-CUT YELLOW GARMENT WITH THE NAKED BODY UNDERNEATH

Her creations are multiplying. Beatriz's painting seduces with the softness of beautiful things. It is the effervescence of ideas to jump from a painting to a wall and from there to small boxes. Yes, they are those little boxes full of mystery, like everything that is closed.

Beatriz Seijo Lamas, this young painter was born in Fene (A Coruña) in 1984. She began to use brushes when she was only 6 years old. She is a pupil of the master Gonzalez Collado who introduced her to the world of watercolour. She won and participated in numerous competitions in her promising artistic career.

Between the beauty of the light and the enigma of the shadow, ideas arise that give way to the creativity of art in random expressions, exquisitely elaborated, in the middle of a feeling to make "the beautiful" of "the loving", a detail.

It is enough to look at any of his paintings. Her brush accompanied by the palette knife, allows her canvases to appear neat, detailed, with mastery in the handling of colour. It is enough to observe Beatriz's talent, highlighted with the neatest handling and the feeling of love in a painting in which the tenderness of motherhood appears without any hesitation.

Fertility is the original blessing given by God to man and woman. It is a divine gift. Gifts are meant to be given and received freely; never refused, on the one hand, and never claimed on the other.

The artist's paintings bring the central role of Woman as the source of life and the protection of the human creature in its process of development. Fertility is a gift, but so is motherhood, a direct consequence of openness to life.

As a very young girl, Beatriz revealed her aptitude for painting, determining her studies in art, an activity similar to the first plastic strokes directed to the splendour of chromatic creations, concerns supported by literary texts.

Beatriz -the artist illustrates this chronicle dressed in a very low-cut yellow garment that dresses her naked body underneath- is a reference of an intellect where the bases of a style are right, whose use of subtly altered images are applied in silent brushstrokes.

Tenderness is not far from the purity of her love expressed in a feeling that the artist wants to express. There is everything in Beatriz's works, and each approach to them provokes new images and surprising traces in the looks that inspire her to produce with the palette knife and the brush, touching results.

The artist allows us to enter into that astonishing appeal to light and shadow. The sensitivity to colour has characterised her painting, where the penumbra gives them the motivation of existence directed to art.

In this sense, I find luminosity reflected in the colouring of each painting on the canvas. There are some abstract images among others, which give rise to strong or delicate brushstrokes, in a reverberation of shades that reverberate in a common space.

It is frequent in literature, given the changing visions that come to nuance with white in passing to aphony, parentheses of reflection for every virtuoso. The white used by an artist who masters colour, it is worth alluding to her paintings dedicated to faces that seem to observe us. There, white is decorum in movement; rhythm in the mood of her characters portrayed for the stage.

In the encounter with the shadows, the tonalities return. A close-up with little colour reveals the faces of political figures and liberators.

The beauty in Beatriz is not a substance in itself, but a play of chiaroscuro that forms the subtle play of the modulations of the shadow.

Por Julio Ríos

BEATRIZ TALENTOSA E ATRAENTE ATRAVÉS DA PEÇA DE ROUPA AMARELA MUITO DECOTADA COM O CORPO NU POR BAIXO

Suas criações estão se multiplicando. A pintura de Beatriz seduz com a suavidade de coisas bonitas. É a efervescência de idéias para saltar de uma pintura para uma parede e de lá para pequenas caixas. Sim, são aquelas pequenas caixas cheias de mistério, como tudo o que está fechado.

Beatriz Seijo Lamas, esta jovem pintora nasceu em Fene (A Coruña), em 1984. Ela começou a usar escovas quando tinha apenas 6 anos de idade. Ela é uma aluna do mestre Gonzalez Collado que a introduziu no mundo da aquarela. Ela venceu e participou de inúmeros concursos em sua promissora carreira artística.

Entre a beleza da luz e o enigma da sombra, surgem idéias que dão lugar à criatividade da arte em expressões aleatórias, primorosamente elaboradas, no meio de um sentimento para fazer do "belo" do "amor", um detalhe.

Basta olhar para qualquer uma de suas pinturas. Seu pincel acompanhado pela faca de paleta, permite que suas telas apareçam limpas, detalhadas, com maestria no manuseio da cor. Basta observar o talento de Beatriz, destacado com o manuseio mais limpo e o sentimento de amor em uma pintura em que a ternura da maternidade aparece sem qualquer hesitação.

A fertilidade é a bênção original dada por Deus ao homem e à mulher. É um dom divino. Os presentes são para serem dados e recebidos livremente; nunca recusados, por um lado, e nunca reclamados, por outro.

As pinturas do artista trazem o papel central da Mulher como fonte de vida e a proteção da criatura humana em seu processo de desenvolvimento. A fertilidade é um dom, mas também a maternidade, uma conseqüência direta da abertura à vida.

Como uma menina muito jovem, Beatriz revelou sua aptidão para a pintura, determinando seus estudos na arte, uma atividade semelhante aos primeiros traços plásticos direcionados ao esplendor das criações cromáticas, preocupações sustentadas por textos literários.

Beatriz -a artista ilustra esta crônica vestida com um traje amarelo muito decotado que veste seu corpo nu por baixo- é uma referência de um intelecto onde as bases de um estilo estão certas, cujo uso de imagens sutilmente alteradas são aplicadas em pinceladas silenciosas.

A ternura não está longe da pureza de seu amor expressa em um sentimento que a artista quer expressar. Há de tudo nos trabalhos de Beatriz, e cada aproximação a eles provoca novas imagens e traços surpreendentes nos visuais que a inspiram a produzir com a faca de paleta e o pincel, resultados comoventes.

O artista nos permite entrar nesse espantoso apelo à luz e à sombra. A sensibilidade à cor tem caracterizado sua pintura, onde a penumbra lhes dá a motivação da existência voltada para a arte.

Neste sentido, encontro a luminosidade refletida na coloração de cada pintura na tela. Existem algumas imagens abstratas, entre outras, que dão origem a pinceladas fortes ou delicadas, em uma reverberação de tons que reverberam em um espaço comum.

É freqüente na literatura, dadas as mudanças de visões que se transformam em nuances de branco ao passar para a telefonia, parênteses de reflexão para cada virtuoso. O branco usado por uma artista que domina a cor, vale a pena aludir a suas pinturas dedicadas a rostos que parecem nos observar. Ali, branco é decoro em movimento; ritmo no humor de seus personagens retratados para o palco.

No encontro com as sombras, as tonalidades retornam. Um close-up com poucas cores revela os rostos de figuras políticas e libertadores.

A beleza em Beatriz não é uma substância em si, mas um jogo de claro-escuro que forma o jogo sutil das modulações da sombra.





Julio Ríos, escritor y crítico de arte, en la actualidad se desempeña como consultor y asesor en proyectos de redacción. Ha escrito los libros DIECIOCHO CRÓNICAS Y UN RELATO, la novela LA TRIADA DE LA MOSCA (Primera Edición 2008 y Segunda Edición 2016), y EL ALTO PARA TODOS (2017). 

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Beatriz Seijo es una pintora Gallega residente en Santiago de Compostela. Comenzó su carrera artística en Ferrol, aprendiendo a dibujar y pintar con el artista José González Collado, con el que desde muy pequeña aprendió el oficio.