ARTISTAS PLÁSTICOS EN TIEMPOS DE
LA COVID – 19
LA COLOSAL OBRA DE
Marcela Mérida Coimbra
TALENTO Y COLOR EN
MAGISTRALES OBRAS
Marcela Mérida Coimbra, nació en la ciudad de Cochabamba en 1955. La pintora y ceramista es Licenciada en pintura, estudió en la Escuela de Bellas Artes de Córdoba, Argentina, desde 1976 hasta 1981, y en la Escuela de Cerámica de Faenza, Italia el año 1987.
Más adelante se desempeñó en el Instituto Penland de Carolina del Norte, en USA. Realizó cursos de Profesorado Superior de Educación en Artes Plásticas Córdoba, Argentina, cursos de 3 años en talleres de cerámica y cursos para Técnicos ceramistas, en Faenza, Italia. En el año 1991 inauguró el “Taller Síntesis” conducente a enseñar a la infancia (niños).
Su obra es una idea incomparable, única en el sentido de su estilo y técnica, donde coexiste la soledad del pasado, el misterio y el juego de colores intensos.
Mi colega periodista Mario Enríquez, escribió a propósito de la artista: “Claro que si se pudiera escribir como Marcela pinta; si el precario instrumento que es la palabra pudiera desplegarse como el caleidoscopio fulgurante, las palabras, derrotadas, irían cayendo en una lenta lluvia donde el color y la maravilla inauguraran el tiempo de la magia y el prodigio y bastaría entornar los ojos para que las visiones se desplieguen en la pantalla de los párpados”.
En esta realidad, la pintura de Mérida entrevera la expresión de poner en el lienzo la temática que habla sóla y no necesita de explicaciones. Su destacada trayectoria fue objeto de ponderaciones junto a la conquista de galardones importantes: Primer Premio, Concurso de Pintura, Centro Boliviano Americano en Cochabamba el año 1983, el Primer Premio, del segundo Concurso de Artes Plásticas “Semana de Mayo” Consulado Argentino de Cochabamba el año 1984 y la Segunda Mención en pintura del Salón Murillo con la obra “T’ipanaku”, en La Paz el año 1992.
En su experiencia de trabajo tiene en su haber dieciséis años trabajando con niños en su formación artística, cinco de ellos en las Aldeas Infantiles S.O.S., formando promotores de cerámica en los barrios marginales. Diez años creando Talleres para adultos y niños. Dos años formando diseñadores para cerámica en "Taller Wiñay".
En el área de cerámica desde 1981 expone en Bolivia: La Paz, Santa Cruz, Sucre y Cochabamba. En Italia: San Marino, Taranto y Faenza. Estados Unidos: Washington y Carolina del Norte. En Belén, Brasil.
En lo que a pintura respecta, desde 1980 hasta la fecha, expone en diferentes países, entre los principales están Bolivia, en La Paz, Cochabamba, Santa Cruz y Sucre; Argentina, Córdoba y Buenos Aires; Estados Unidos, Nueva York, Miami, Washington y Carolina del Norte; Italia, San Marino, Faenza y Taranto; España, Madrid; Ecuador, Quito, Guayaquil; Ucrania; Rusia y Suecia.
Ha presentado exposiciones pictóricas desde 1998 hasta la fecha: Bolivia, La Paz, Cochabamba, Santa Cruz y Sucre; Brasil, Belén; U.S.A. Washington. Su producción denominada “Enlace entre Culturas”, está dedicada a recuperar elementos de la cultura andina en general, que pone de relieve casas a visiones planimétricas muy propias de la artista. Sus visiones planimétricas despliegan, sobre el soporte bidimensional, paisajes urbanos, entre elementos arquitectónicos coloniales: techos, cúpulas, portones, arcadas, campanarios, balcones silenciosos y deshabitados. Resalta el juego de colores y la pormenorizada distribución coloreada que le permiten obtener efectos de fulgor y pureza.
El trabajo magistral de Mérida, invita en la colocación preposicional de su obra diferentes puntos de vista, donde se anula por estos efectos muy particulares, la perspectiva renacentista, habida cuenta que añade su capacidad de síntesis y de abstracción de la realidad, utilizando variados elementos geométricos.
Con toda la experiencia estética, compositiva y el maneja del color adquiridos en los últimos 17 años se dedica a explorar el mundo de Los Andes y a traducir las sensaciones adquiridas en impresiones pictóricas dotadas de una fuerte carga de color, forma, planimetría, síntesis y abstracción. Por mucho Mérida viene investigando el arte producido en la América precolombina. Su bagaje sobre el tema se remonta desde los inicios de su carrera, allá en 1982, cuando realizaba diseños para textiles y joyería.
De todas las áreas culturales evidenciadas por historiadores, antropólogos y arqueólogos, el interés de la artista y el sentimiento que la mueve se detiene en el área andina. Se inspira en elementos de varias culturas, retoma lo esencial de ellos y los transforma en el lienzo.
No es casual que la artista haya elegido elementos visuales y conocimientos sobre la cultura andina. Fue todo un cúmulo de sentimientos que la condujeron por este camino. Según Mérida, va recogiendo parte de su cultura ancestral, lo une con sus vivencias actuales, bajo una percepción que apenas está develando las profundidades y riquezas de dicha cultura.
Antes de continuar, recordemos que el arte precolombino de América es el arte creado y desarrollado por los pueblos indígenas de todo el continente, durante milenios, antes de la llegada de los europeos. Las culturas andinas, al igual que las otras culturas amerindias, tenían leyes que regían su universo, mitos sobre la formación de su universo y se guiaban por los conocimientos que poseían sobre la naturaleza y los seres vivientes que los circundan.
La manera elegida por la artista para acercarse a una parte de estos conocimientos son los símbolos. Son los medios o los conductos de los que se sirve para referirse a ciertos arquetipos colectivos. Los símbolos contienen, dirigen, controlan y permiten la manipulación de las características heredadas de las culturas. Por ejemplo, Mérida rescata ideas como la unidad, el encuentro, la dualidad, la cosmovisión, las cosmogonías y la cosmología. Entonces depende de cada generación el poder comprender el contenido y los efectos que tienen en nosotros estas ideas.
Entre los cuatro símbolos fundamentales y universalmente conocidos, asoman “el centro”, “el circulo”, “el cuadrado” y la “dualidad”. Mérida rescata tres de ellos: la dualidad, el cuadrado y el centro, en la obra "Tres mundos”. En su búsqueda conjuga estos símbolos con la geometría.
“Esta mujer mitad y mitad, no teme ser habitada por presencias ajenas. No se queda en su pintura, va hacia la presencia que no inventa: La descubre”, ha dicho Luís Mérida— asesor cultural— sobre la persona y la obra de Marcela Mérida.
Varios críticos están de acuerdo con que muchas de sus obras hablan de la cultura andina, más allá de eso, son una expresión de abstracción y realismo que se traducen en formas, colores y texturas de la positividad y la belleza de la creación que tanto la fascinan e inspiran a la hora de crear.
Marcela Mérida es pintora y ceramista que ha conseguido que su arte hable por sí mismo de la autenticidad y originalidad de un sistema de lenguajes plásticos. En sus más de 43 años de carrera artística, ha conquistado numerosos premios y distinciones.
“Creo que tenía 12 años cuando pedí que me regalaran pinturas por primera vez, con la consciencia de que pintaría mi primera obra de arte: "un payaso". Mis padres me cuentan que cuando me preguntaban qué quería ser, les decía que quería ser equilibrista, payaso o artista. Yo creo que siempre tuve la pasión y atracción por lo abstracto, subjetivo de lo que es la percepción del mundo. Desde entonces comencé a buscar y describir el mundo como yo lo veía desde el Arte”, manifestó Marcela en una entrevista con el periódico LOS TIEMPOS de Cochabamba, recordando cómo se enamoró de lo que hoy, con orgullo, le permite vivir y disfrutar.
“Soy una mujer afortunada” dice ella, que pese a la dificultad de gestionar arte en el país ha podido sostenerse con el trabajo que realiza. La destreza adquirida por varios años en la práctica le permite contar con una amplia, colosal y portentosa cantidad de obras.
Por Julio Ríos
TALENTO Y COLOR EN
MAGISTRALES OBRAS
Marcela Mérida Coimbra se sienta en el
caballete y comienza a pintar, como si fuera un rito y una costumbre o
ceremonia que se repite de forma invariable de acuerdo a un conjunto de normas
suyas ya establecidas. Primero se inspira en nuestro Dios creador, que le brinda todo el espíritu para tomar el
pincel, la espátula y la paleta. Abre los ojos y ahí está la magia para
encontrar formas, colores, texturas, y la belleza de todo su trabajo pictórico.
La naturaleza es tan maravillosa, que sus ojos la observan y en su visión
encuentra pequeños y grandes detalles de su belleza. En lo cotidiano las cosas
simples que ella realiza tanto como cortar una fruta o traer una flor, son
pequeñas cosas que hacen la diferencia en la mirada de esta artista.
Obra inserta en el “realismo ecléctico”,
revestida de pinceladas abstractas y que recogen lo mejor de todas las cosas.
Pinta un paisaje en que los elementos son reconocibles, como un pueblo, un
pájaro o un personaje pero a su vez no son totalmente la expresión realista de los
mismos. Pinta una fruta en la que los elementos sean reconocibles como tales,
pero se rompen en la forma del color o en las líneas trazadas. No son
convencionales por lo tanto la referencia es eminentemente ecléctica.
Ante un cuadro de Marcela Mérida
el tiempo puede detenerse para el espectador, pues los elementos encontrados en
su pintura nos mueven a un recuerdo de signos que van y vienen, de ayer a hoy,
como un repaso a la historia, como un balance de la existencia.
Sus cuadros asoman alumbrados por
la belleza natural, por el encuentro con lo que estimula los sentidos y se hace
policromía en la mente, dando curso a la concepción más profunda y distante de
la misma realidad porque eso es la artista. Captar una casa, una luz, un
objetivo y transportarlos a la tela donde las ideas fluyen, toma otras
características muy propias de Marcela y se hace obra para deleite de los que
aman con sensibilidad el color de la vida.
Un cuadro de Marcela puede
entreverar una sandía cortada en tajadas, como para llevarla a la boca en medio
de una visión surrealista donde su espíritu libre en su creación y pensamiento,
se advierten cargados de equilibro en la identidad de los objetos que los pinta
en una línea geométrica
La cerámica —alejada por
otra parte de los lienzos—, es una referencia consolidada por Mérida en el
tiempo y es cultivada venciendo la indiferencia de la época en que esta artista
cochabambina impuso con decisión, amor y seguridad una nueva expresión de
contornos modernos y creativos que buscan una nueva estética.
Si en el pensamiento del filósofo
Heráclito, el fuego era el principio de todas las cosas, en el origen de la
obra de Marcela, ese elemento es vital, por tanto, la llama fortalece la imagen
y se hace forma en la docilidad de la greda, como será luego otro material
sometido a muy altas temperaturas. El preludio de estas creaciones está
cimentado desde el principio de perfección de su obra, cuando el pintar era
incesante y el trabajo muy concentrado a la gestación de diferentes temáticas
plasmadas en el lienzo para crear y penetrar en el insólito del mundo de las
efigies tempranas, donde los ojos sorprendidos de la visión, forman una
atmósfera de fantasías y que adiestran las manos para crear su propio universo
en un lenguaje simbólico artístico. Un temperamento inquieto, nada subordinado
a voces diferenciadas, pero si atentas a las que señalaron los caminos del
arte, que trazó un trampolín técnico revestido de prolijidad al que el tiempo
le dio prestigio.
Marcela —mujer muy hermosa de rostro bien parecido y de
sonrisa perenne—, es una maestra del círculo, una virtuosa que avasalla la
coexistencia de la inteligencia sumada al amor. Hay trabajos primorosamente
elaborados y perfectos que se encuadran en la tendencia naif. Así ella mira con
ojos nuevos lo que nosotros observamos con vista cansada y cegados por la angustia
de sobre existir. ¿Cuál es el prólogo de la incesante y colosal obra de Mérida?
Sin vacilación alguna el sentir la pintura desde la soledad del alma humana en
que Mérida asciende las escalinatas del tiempo en busca de una justificación de
líneas y manchas intrusas trocadas. Un escenario hecho plástica como rincón de
olvido y de sombra.
Con el correr de las agujas del
reloj, el tiempo le fue dando las características propicias de quienes saben
observar las cosas bellas diseminadas del mundo. En la sensibilidad de su mente
creativa las aves y las frutas se hicieron más fragantes al impulso de trazos
seguros en un lienzo siempre sorprendente. Marcela tomó el aire de la sombra en
la quietud del erial. Los pájaros abrieron sus alas más allá de la
circunferencia de su vuelo, tras un ritual que llama a moverse en el círculo
geométrico que cierra el espacio; las aves se alimentan y se entrelazan en su
mundo redondo protegido de contorno que hacen cierto poder predecir una
intención de proteger con amor.
La flora y la fauna en una
referencia moderna, abren campo a la naturaleza y es el agua elemento que da
vida y alimento a las aves que viven en los espacios que Marcela Mérida los
pintó basándose en las artes liberales de donde asoma la geometría y las matemáticas.
Y la dualidad, es el símbolo que apuntala toda obra cuando está pintado en el
lienzo.
Mérida ya es un nombre consagrado
en la plástica, aquí en Bolivia como en el mundo, merced a la universalidad de
su obra. Su creatividad mantiene los matices de ayer, aquellos que desde la
soledad ante el viento motivaron un trance excluyente al entorno. A puerta
cerrada las ideas fluyen. Del círculo, el cuadrado, de la cruz, vendrán las
imágenes.
Marcela que ha
desarrollado su trabajo de más de 50 años en las áreas de la pintura, cerámica
y aprendizaje, demuestra en sus cuadros terminados que no ha dejado de lado
ninguna de las tres disciplinas y que el arte es un camino sin fin,
donde se aprende a medida que se va trabajando y buscando nuevas líneas de
investigación.
Abstracción del color hecha por la vida. Aislamiento físico y espiritual. Nada perturba sus horas de inspiración. Las ideas se alinean y los ojos se dirigen a la mirada arquitectónica para construir nuevas figuras repentinamente transformadas en cisnes, peces, mujeres ciclistas. En un segundo vuelo de imaginación y arte refinado, como esas mariposas, los colores emergen de la atmósfera. No existe ninguna analogía entre plantas y animales. No hay ningún parecido con querubines sonrientes de artistas místicos, todo es docilidad cromática sin ninguna influencia, por eso se menciona la palabra artista, y Marcela es una artista y es única. Marcela representa el uso del color de forma magistral y sorprendente.
By Julio Ríos
TALENT
AND COLOUR IN MASTERFUL WORKS
Marcela
Mérida Coimbra sits at the easel and begins to paint, as if it were a rite and
a custom or ceremony that is invariably repeated according to a set of
established rules of hers. First he is inspired by our creator God, who gives
him all the spirit to take up the brush, the palette knife and the palette. He
opens his eyes and there is the magic to find shapes, colours, textures, and
beauty in all his pictorial work. Nature is so marvellous, her eyes observe it
and in her vision she finds small and big details of its beauty. In everyday
life, the simple things that she does, such as cutting a fruit or bringing a
flower, are small things that make the difference in the eyes of this artist.
Her work
is part of the "eclectic realism", covered with abstract brushstrokes
that gather the best of all things. She paints a landscape in which the
elements are recognisable, such as a village, a bird or a character, but at the
same time they are not totally realistic in their expression. He paints a fruit
in which the elements are recognisable as such, but are broken in the form of
the colour or the lines drawn. They are not conventional, therefore the
reference is eminently eclectic.
In front
of a painting by Marcela Mérida, time can stop for the spectator, because the
elements found in her painting move us to a memory of signs that come and go,
from yesterday to today, like a review of history, like a balance of existence.
Her
paintings are illuminated by natural beauty, by the encounter with what
stimulates the senses and becomes polychrome in the mind, giving way to the
deepest and most distant conception of reality itself, because that is what the
artist is. Capturing a house, a light, an objective and transporting them to
the canvas where ideas flow, takes on other characteristics very typical of
Marcela and becomes a work of art for the delight of those who love the colour
of life with sensitivity.
A
painting of Marcela's can interweave a watermelon cut in slices, as if to take
it to the mouth in the middle of a surrealistic vision where her free spirit in
her creation and thought, is full of balance in the identity of the objects
that she paints in a geometric line.
The
ceramics -far from the canvases- is a reference consolidated by Mérida in
time and is cultivated overcoming the indifference of the time in which this
artist from Cochabamba imposed with decision, love and security a new
expression of modern and creative contours in search of a new aesthetic.
If in the
thinking of the philosopher Heraclitus, fire was the beginning of all things,
in the origin of Marcela's work, this element is vital, therefore, the flame
strengthens the image and becomes form in the docility of the clay, as will
later be another material subjected to very high temperatures. The prelude to
these creations is cemented from the beginning of perfection of her work, when
the painting was incessant and the work very concentrated to the gestation of
different themes captured on the canvas to create and penetrate the unusual
world of early effigies, where the eyes surprised by the vision, form an
atmosphere of fantasies and train the hands to create their own universe in a
symbolic artistic language. A restless temperament, not at all subordinated to
differentiated voices, but attentive to those who pointed out the paths of art,
which traced a technical springboard covered with neatness to which time gave
prestige.
Marcela
-a very beautiful woman with a perennial smile-, is a master of the circle, a
virtuoso who overcomes the coexistence of intelligence and love. Some of her
work is exquisitely crafted and perfect, and falls within the naïve trend. Thus
she looks with new eyes at what we observe with tired eyes and blinded by the
anguish of over-existence. What is the prologue of Mérida's incessant and
colossal work? Without any hesitation, the feeling of painting from the
solitude of the human soul in which Mérida ascends the stairs of time in search
of a justification of lines and intrusive stains. A stage made plastic as a
corner of oblivion and shadow.
With the
passing of the hands of the clock, time gave him the propitious characteristics
of those who know how to observe the beautiful things scattered around the
world. In the sensitivity of her creative mind, birds and fruits became more
fragrant at the impulse of sure strokes on an ever surprising canvas. Marcela
took the air of the shadow in the stillness of the wasteland. The birds spread
their wings beyond the circumference of their flight, following a ritual that
calls to move in the geometric circle that closes the space; the birds feed and
intertwine in their round world protected by contours that make it certain to
be able to predict an intention to protect with love.
The flora
and fauna in a modern reference, open the field to nature and it is the water
element that gives life and food to the birds that live in the spaces that
Marcela Mérida painted them based on the liberal arts where geometry and
mathematics appear. And duality is the symbol that underpins every work when it
is painted on canvas.
Mérida is
already an established name in the plastic arts, here in Bolivia as well as in
the world, thanks to the universality of his work. His creativity maintains the
nuances of yesterday, those that from solitude before the wind motivated an
excluding trance to the environment. Behind closed doors, ideas flow. From the
circle, the square, the cross, the images will come.
Marcela,
who has been working for more than 50 years in the areas of painting, ceramics
and apprenticeship, demonstrates in her finished paintings that she has not
left any of the three disciplines aside and that art is a never-ending path,
where one learns as one works and searches for new lines of investigation.
Abstraction of colour made by life. Physical and spiritual isolation. Nothing disturbs his hours of inspiration. Ideas line up and the eyes turn to the architectural gaze to build new figures suddenly transformed into swans, fish, women cyclists. In a second flight of imagination and refined art, like those butterflies, colours emerge from the atmosphere. There is no analogy between plants and animals. There is no resemblance with smiling cherubs of mystic artists, everything is chromatic docility without any influence, that's why the word artist is mentioned, and Marcela is an artist and she is unique. Marcela represents the use of colour in a masterly and surprising way.
Por Julio Ríos
TALENTO E COR EM OBRAS DE MESTRE
Marcela Mérida Coimbra senta-se
no cavalete e começa a pintar, como se fosse um rito e um costume ou cerimônia
que é invariavelmente repetido de acordo com um conjunto de regras
estabelecidas por ela. Primeiro ele é inspirado por nosso Deus criador, que lhe
dá todo o espírito para pegar o pincel, a faca da paleta e a paleta. Ele abre
seus olhos e há a magia de encontrar formas, cores, texturas e beleza em todo o
seu trabalho pictórico. A natureza é tão maravilhosa que seus olhos a observam
e em sua visão ela encontra pequenos e grandes detalhes de sua beleza. Na vida
cotidiana, as coisas simples que ela faz, como cortar um fruto ou trazer uma
flor, são pequenas coisas que fazem a diferença aos olhos desta artista.
Seu trabalho é parte do
"realismo eclético", coberto com pinceladas abstratas que reúnem o
melhor de todas as coisas. Ela pinta uma paisagem na qual os elementos são
reconhecíveis, como uma aldeia, um pássaro ou um personagem, mas ao mesmo tempo
eles não são totalmente realistas em sua expressão. Ele pinta uma fruta na qual
os elementos são reconhecíveis como tal, mas que são quebrados na forma da cor
ou das linhas desenhadas. Eles não são convencionais, portanto, a referência é
eminentemente eclética.
Diante de uma pintura de Marcela
Mérida, o tempo pode parar para o espectador, porque os elementos encontrados
em sua pintura nos movem para uma memória de sinais que vão e vêm, de ontem
para hoje, como uma revisão da história, como um equilíbrio da existência.
Suas pinturas são iluminadas pela
beleza natural, pelo encontro com o que estimula os sentidos e se torna
policromada na mente, dando lugar à mais profunda e distante concepção da
própria realidade, pois é isso que a artista é. Capturar uma casa, uma luz, um
objetivo e transportá-los para a tela onde as idéias fluem, assume outras
características muito típicas de Marcela e torna-se uma obra de arte para o
deleite daqueles que amam a cor da vida com sensibilidade.
Uma pintura de Marcela pode
entrelaçar uma melancia cortada em fatias, como que para levá-la à boca no meio
de uma visão surrealista onde seu espírito livre em sua criação e pensamento,
estão carregados de equilíbrio na identidade dos objetos que ela pinta em uma
linha geométrica.
A cerâmica -longe das telas- é
uma referência consolidada por Mérida no tempo e é cultivada superando a
indiferença do tempo em que este artista de Cochabamba impôs com decisão, amor
e segurança uma nova expressão de contornos modernos e criativos em busca de
uma nova estética.
Se no pensamento do filósofo
Heráclito o fogo foi o começo de todas as coisas, na origem da obra de Marcela,
este elemento é vital, portanto, a chama fortalece a imagem e torna-se forma na
docilidade do barro, como mais tarde será outro material submetido a
temperaturas muito altas. O prelúdio destas criações é cimentado desde o início
da perfeição de seu trabalho, quando a pintura era incessante e o trabalho
muito concentrado até a gestação de diferentes temas capturados na tela para
criar e penetrar no mundo incomum das primeiras efígies, onde os olhos
surpreendidos pela visão, formam uma atmosfera de fantasias e treinam as mãos
para criar seu próprio universo em uma linguagem artística simbólica. Um temperamento
inquieto, não subordinado de forma alguma a vozes diferenciadas, mas atento
àqueles que apontaram os caminhos da arte, que traçaram um trampolim técnico
coberto de limpeza, ao qual o tempo deu prestígio.
Marcela -uma mulher muito bonita
com um sorriso perene-, é uma mestra do círculo, uma virtuosa que supera a
coexistência da inteligência e do amor. Alguns de seus trabalhos são
primorosamente trabalhados e perfeitos, e se enquadram na tendência ingênua.
Assim ela olha com novos olhos para o que observamos com olhos cansados e cegos
pela angústia da superexistência. Qual é o prólogo do trabalho incessante e
colossal de Mérida? Sem qualquer hesitação, a sensação de pintar a partir da
solidão da alma humana na qual Mérida sobe as escadas do tempo em busca de uma
justificação de linhas e manchas intrusivas. Um palco feito de plástico como um
canto de esquecimento e sombra.
Com a passagem dos ponteiros do
relógio, o tempo lhe deu as características propícias daqueles que sabem
observar as belas coisas espalhadas pelo mundo. Na sensibilidade de sua mente
criativa, aves e frutas se tornaram mais perfumadas ao impulso de pinceladas
seguras em uma tela sempre em ascensão. Marcela tomou o ar da sombra na
quietude do terreno baldio. As aves abrem suas asas além da circunferência de
seu vôo, seguindo um ritual que chama a se mover no círculo geométrico que
fecha o espaço; as aves se alimentam e se entrelaçam em seu protegido mundo
redondo de contornos que fazem com que seja certo prever uma intenção de
proteger com amor.
A flora e a fauna em uma
referência moderna, abrir o campo à natureza e à água é o elemento que dá vida
e alimento às aves que vivem nos espaços que Marcela Mérida pintou com base nas
artes liberais de onde emergem a geometria e a matemática. E a dualidade é o
símbolo que sustenta cada trabalho quando é pintado sobre tela.
Mérida já é um nome estabelecido
nas artes plásticas, tanto aqui na Bolívia como no mundo, graças à
universalidade de seu trabalho. Sua criatividade mantém as nuances de ontem,
aquelas que da solidão antes do vento motivaram um transe excludente para o
meio ambiente. Atrás de portas fechadas, as idéias fluem. Do círculo, do
quadrado, da cruz, as imagens virão.
Marcela, que trabalha há mais de
50 anos nas áreas de pintura, cerâmica e aprendizagem, demonstra em suas
pinturas acabadas que não deixou de lado nenhuma das três disciplinas e que a
arte é um caminho sem fim, onde se aprende enquanto se trabalha e se busca
novas linhas de investigação.
Abstração da cor feita pela vida.
Isolamento físico e espiritual. Nada perturba suas horas de inspiração. As
idéias se alinham e os olhos se voltam para o olhar arquitetônico para
construir novas figuras repentinamente transformadas em cisnes, peixes,
mulheres ciclistas. Em um segundo vôo de imaginação e arte refinada, como
aquelas borboletas, as cores emergem da atmosfera. Não há analogia entre
plantas e animais. Não há semelhança com querubins sorridentes de artistas místicos,
tudo é docilidade cromática sem qualquer influência, por isso a palavra artista
é mencionada, e Marcela é uma artista e ela é única. Marcela representa o uso
da cor de uma forma magistral e surpreendente.
Julio Ríos, licenciado en Ciencias de la Comunicación UCB y diplomado en investigación periodística por la Universidad de la Jolla, San Dieggo California USA, es escritor y crítico de arte. En la actualidad se desempeña como consultor y asesor en proyectos de redacción. Ha escrito los libros DIECIOCHO CRÓNICAS Y UN RELATO, la novela LA TRIADA DE LA MOSCA (Primera Edición 2008 y Segunda Edición 2016), y EL ALTO PARA TODOS (2017).
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Marcela Mérida Coimbra Exposición en el Hotel Los Tajibos, Santa Cruz