Bolivia sin mar y con arengas
El Gobierno de Arce Catacora debe manejar un discurso, sobre el tema del mar, sin generar expectativas en la población. Este asunto debe tratarse en el ámbito de la diplomacia y no como una arenga política.
Se espera mucho sobre lo que se dice del tema del mar, pero al final, como lo vimos con la sentencia de La Haya, se generan frustraciones para el pueblo. El juicio en La Haya ha impactado muy fuerte en las relaciones, Chile ha cerrado las puertas para tratar el tema del mar, pero esto no será para siempre, porque aún está pendiente.
En el año 2018, el Tribunal de La Haya falló a favor de Chile ante la demanda boliviana que exigía una salida al mar. El conflicto no solo tuvo como marco razones históricas, sino que fue utilizado políticamente tanto por Morales, como por Piñera. A pesar del fallo del Tribunal, todavía es posible explorar otras alternativas consensuadas pero que exigirían concesiones que ninguno de los dos países parece dispuesto a hacer.
La judicialización en nuestra agenda bilateral ha hecho que haya distancias más largas entre Bolivia y Chile, y más desencuentros, también se perdieron oportunidades de trabajar en temas que se requieren. La judicialización no le ha hecho bien a la relación bilateral y cerró el tema del mar para Chile.
El derecho internacional, no es pues un derecho penales la rama del derecho público exterior que estudia y regula el comportamiento de los Estados y otros sujetos internacionales, en sus competencias propias y relaciones mutuas, sobre la base de valores comunes, para garantizar la paz, mediante normas nacidas de fuentes internacionales específicas. O más brevemente, es el ordenamiento jurídico de la comunidad internacional.
Está claro en la historia que las tropas chilenas avanzaron hasta Calama y terminaron apropiándose del litoral boliviano, donde permanecen hasta hoy. Así empezó la desigual Guerra del Pacífico, que dejó a Bolivia sin un acceso soberano al mar.
La agresión chilena al Litoral se remonta a 1842, cuando el Congreso de ese país aprobó una ley señalando que el desierto de Atacama era suyo, pese a que la historia decía lo contrario.
En 1857, fuerzas navales chilenas desembarcaron en Mejillones para consolidar la toma del citado territorio. El Congreso boliviano, entonces, hizo una declaración de guerra que no pasó de ser un acto simbólico dada la incapacidad bélica del país. Tampoco funcionó la diplomacia y Chile se hizo de las riquezas del Litoral boliviano.
Ese fue el motivo que Chile encontró para invadir el puerto de Antofagasta. Las tropas se apoderaron de las minas de plata de Caracoles y los depósitos de guano de Mejillones.
La invasión no halló resistencia, puesto que no había presencia uniformada en la zona. La débil defensa boliviana se organizó en Calama al mando de Ladislao Cabrera, con 150 hombres, la mayoría civiles, entre los que luego destacaría Eduardo Abaroa, un comerciante de San Pedro de Atacama. El combate fue en el puente Topáter.
Bolivia, que había sido leal con Perú cuando Chile le ofreció quedarse con Tacna y Arica a cambio de traicionar a su aliado, esta vez tuvo que sufrir un revés. En 1884, Bolivia y Chile firmaron el tratado de tregua y, 20 años más tarde, es decir, en 1904, Bolivia tuvo que ceder su Litoral.
Un toque de corneta ordenó la retirada en dirección a Chiu Chiu, Canchas Blancas y Potosí. Todos obedecieron, menos Eduardo Abaroa. Los dos oficiales y los ocho rifleros que lo acompañaban cayeron prisioneros. Abaroa murió peleando en el Puente del Topater.
Si se reflexiona la prerrogativa del derecho internacional, en ambos casos, bilateral o multilateral, el nivel adquirido al comprometerse un Estado es el de poner en vigor la norma acordada en su propio territorio y aplicarla por encima de las normas nacionales, conforme a las particularidades de cada orden jurídico interno.
Nuestra impotencia después del fallo del tribunal de LA HAYA, pareciera que nos convirtiera a ser “Albatros” y volar el Mar del Sur y mirar a los intrépidos navegantes que arriesgan sus vidas y dejan todo en busca de su sueño, en busca de su sueño imposible.
La suspicacia se agravó por la forma de designación de sus magistrados, “masters of theworld”, amos del mundo, pretendieron tener autoridad (que no la tienen), para resolver y condicionar, en única instancia, diferencias y obligaciones jurídicas artificiales entre los Estados.
En las nominaciones de estos jueces prevalecen consideraciones de representación geográfica y, principalmente, negociaciones políticas de los 193 países miembros de Naciones Unidas. Su origen politizado no garantizó ecuanimidad y tampoco conocimiento y aplicación del Derecho Internacional.
Cuando leí EL PRINCIPITO, me quedó grabada esta expresión: Evoca primero en los hombres y mujeres el anhelo del mar libre y ancho.Viajar a cualquier destino en el que asome el Lago Titicaca, tan azul, tan bello y radiante como el cielo, es a veces el único consuelo que espiritualmente puede reemplazar la realidad del verdadero mar.
Queda, no obstante, reclamar a La Corte, que su función era decidir conforme al derecho internacional las controversias conocidas y, que las convenciones internacionales, sean generales o particulares, éstas establecen reglas expresamente reconocidas por los Estados litigantes. Los principios generales del derecho son reconocidos por las naciones civilizadas.
De momento, se ha fortalecido un pleito que dañará por años las relaciones entre Chile y Bolivia. Más aún, ha permitido que el MAS siga las aguas de Maduro, para permanecer indefinidamente en el poder. Su demanda, con el resultado de la Haya, es un instrumento solamente político.
Julio Ríos Calderón, es periodista y escritor