martes, 7 de diciembre de 2021


 

NAVIDAD Y EL MEJOR

REGALO

 
 

EMPRENDIMIENTOS EN TIEMPOS DE

LA COVID – 19

 
 

IARA SZLAZER

JOVEN EMPRENDEDORA

 

EL BARBIJO

EN LA TENDENCIA DE LA MODA

ESCRIBE: Camila Hadad

COMENTARIOS: Julio Ríos

Tiene 22 años, dejó de diseñar bikinis para fabricar barbijos. Iara Szlazer, sintió que además de reinventar su pequeño emprendimiento, necesitaba ayudar. Con su corta edad y la inspiración de su abuela, cambió la producción de trajes de baño de lycra para hacer tapabocas.

Lo que gana con ellos lo dona a distintos comedores. Allí, además, prepara viandas junto a una ONG. Es estudiante de arquitectura y siempre le apasionó el diseño. Aun cursando en la facultad, decidió crear su propia marca de bikinis.

“Arranqué este emprendimiento hace 5 años fabricando indumentaria. Al poco tiempo y viendo los resultados mis amigas me sugirieron que lanzara una línea de diseños exclusivos de trajes de baño y de esta manera nació @MarkBikinis”.

Todo marchaba muy bien hasta que se declaró la pandemia por el Covid-19. Conmovida por la situación mundial y sobre todo lo que podía suceder en la Argentina, buscó la manera de aportar su pequeño granito de arena.

“Se me ocurrió cambiar en respuesta a la necesidad y la falta que había de barbijos. Y así colaborar con el mensaje para que la gente no desabastezca los insumos medicinales. Diseñé tapabocas trabajando con un material que no sea descartable y además tiene la cualidad de ser de lavado y secado rápido, como es la lycra”.

Iara no solo dejó de lado su emprendimiento e hizo barbijos, además decidió donar las ganancias a una ONG. “Viendo cómo ayudar y solidarizarme con la gente frente a esta situación, comencé a vender los barbijos con la idea de destinar lo recaudado a las personas más vulnerables.

“Lo poco que guardo es para poder comprar las telas y seguir fabricando. Para que la donación tuviera un buen fin me vinculé con la gente de Convidarte31, una ONG que se encarga de armar viandas y distribuir para los más necesitados. Y decidí sumarme a su campaña y colaborar activamente cocinando viandas y donando insumos”.

Todos los días, la joven se encarga de la producción de barbijos, y además cocina una hora a diario para preparar las viandas de la ONG. Hace fideos, polenta, verduras, pollo, todo lo que tenga a mano. “Cocino alrededor de 40 viandas cada semana. Realmente hacer esto me ayuda a tomar conciencia de lo agradecida que debo ser por tener un techo, un plato de comida y agua caliente”, reconoce.

 

La emprendedora cuando cómo supo reinventarse en la pandemia. “Los cambios no son fáciles para nadie. 

Estando en una situación tan complicada busqué la manera de adaptar mi negocio a las necesidades prioritarias que nos tocan atravesar hoy. Siempre fui una afortunada y pude dedicarme a lo que me gustaba. Y ahora soy una agradecida a la oportunidad que me dio la vida, que además de hacer lo que me encanta, estoy ayudando al prójimo”.

El proceso de producción no fue fácil. “Tuvimos que pasar varias pruebas hasta lograr llegar al molde que mas nos convenció. Me sirvió mucho escuchar a mi abuela -una persona mayor la que extraño horrores en la cuarentena y está en el grupo de riesgo-, quejarse porque los tapabocas comunes de algodón le provocaban picazón y el elástico le molestaba atras de las orejas. 

Siempre fui de escuchar a los clientes y me basé en sus comentarios para ver que cosas podría ir mejorando. Así que puedo decir que los hice para que a mi abuela le queden bien”.

Su abuela se llama Sara y tiene 90 años. “Mi vínculo con ella es muy especial, hablamos todos los días. En una de esas llamadas, charlando con ella, me comentó que le resultaban muy incómodos los barbijos". Eso la preocupó bastante, confiesa. Fue por esa frase que decidió buscar una solución al problema. Sara es “un ángel” para Iara, así la describe la joven. Le da consejos, la ayuda a sentirse segura y además le transmite paz.

Nada fue tan fácil como parece, todo costó mucho sacrificio y esfuerzo. “En un principio no contábamos con una gran variedad, pero luego de ver el impacto que provocaron y los comentarios que recibimos, se logró la confección de varios tipos de barbijos de diferentes estampados y colores", afirma Szlazer.

La joven cuenta que a medida que los clientes le iban comprando mandaba a producir. Hoy, después de ver el resultaron que tuvieron, siempre tiene stock disponible.

Szlazer asegura que hace ventas todos los días y se siente muy orgullosa de haber actuado rápidamente ante una situación de crisis. En su familia siempre le decian “donde está la crisis esta la oportunidad”. Ahora pudo poner ese refrán oriental en práctica y salió adelante.

El uso de mascarillas de diseño es una costumbre que se originó en Asia como forma de protección ante la contaminación del aire. Hoy, por causas estrictamente medicinales, la pandemia del coronavirus extendió este hábito al mundo entero, al punto de convertir el tapabocas en el nuevo accesorio que cambiará por completo la industria de la moda. Ocurría en las calles de Pekín pocos meses antes del brote.

En febrero, por las tiendas más exclusivas del barrio de Sanlitun, que concentra marcas de moda y belleza de lujo, era muy común ver a grupos de jóvenes fashionistas con una especie de barbijo de tela que en sus inicios era negro o blanco, sobrio y sin ningún tipo de estampado y cumplía una función meramente sanitaria: proteger a los habitantes y visitantes de la capital china de los altos índices de contaminación ambiental a los que está expuesta la ciudad.

Estas mascarillas comenzaron a refinarse en su confección, materiales y prints hasta convertirse en accesorios de moda entre los adolescentes, que encontraron en este pedacito de tela con elástico un escudo de protección contra los aires poco puros de Pekín y una especie de barrera o refugio contra las inclemencias del mundo exterior. 

Las jóvenes asiáticas adoptaron la mascarilla, además, como un fashion statement que rezaba: “Enfrentemos este mundo contaminado que nos han dejado, pero hagámoslo con estilo”.

Hoy la situación del mundo cambió y la pandemia del coronavirus hizo de su uso una cuestión primordial para cuidar nuestra salud: llevarlo es obligatorio en gran parte de mundo, incluso hasta se aplicarán multas en la ciudad de La Paz, a quienes no acaten la norma de cubrirse la cara para proteger al resto de la población.

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Julio Ríos

Vivimos un tiempo muy complicado. La pandemia actualmente vigente deja todavía a las sociedades del mundo en un escenario de incertidumbre. Se entrevera una desesperación silenciosa, interna. Hay miedo, pero también hay cuidado. En las restricciones y normas de bioseguridad, aparece la más importante, la más eficaz, la más característica en estos tiempos del Covid 19. Se trata del tapabocas, mascarilla o barbijo, que cubre desde la nariz hasta la boca, equilibrándose con dos asideros que se sostienen detrás de la orejas. Únicamente son los ojos el único lugar visible, habida cuenta que la ya llamada prenda sólo revela la mitad del rostro. A veces amigos, parientes, son irreconocibles si no se identifican.

El barbijo se puso de relieve cuando inmediatamente los gobiernos determinaron tomar medidas drásticas, por intermedio de cuarentenas rígidas, dinámicas y hoy con más libertad, pero más riesgo por un posible rebrote del virus. Lo primero fue el barbijo, una sencilla mascarilla de color blanca y por lo general quirúrgica. No había mayor trascendencia más que reconocer que todos estábamos sumidos en una realidad que nos exigía vestir el tapabocas.

Y la expresión vestir, dio un giro trascendental, donde sin sospecharlo, jamás imaginarlo, resultó que el barbijo fue perfeccionándose bajo la premisa o expresión de desahogo que decía “al mal tiempo un buen barbijo”. Aparecieron entonces diseñadores, artistas, fabricantes de renombre y también caseros. Así el barbijo adquirió una importancia insospechada. Se convirtió en la principal prenda de vestir. Aparecieron elaborados en telas de seda, en diseños muy atractivos que llegaron a embellecer a las mujeres. Se llegó a llamar la consecuencia, el arte del barbijo.

Toda esta realidad permitió que se llegue incluso a posibilidades donde la moda impuso un grado de sensualidad que tuvo impactos relevantes en las redes sociales. Por ejemplo Instagram publica rostros con una infinidad de barbijos de toda clase. Facebook publica en las caratulas de los usuarios, caras con el mejor barbijo y el más elegante.

La juventud siempre airosa por verse bien, adquirió tapabocas con diseños atractivos y le dieron su toque sensual. El resultado observar piel desnuda y barbijo; vale decir artistas, mujeres, jóvenes combinando el biquini con el barbijo: ambos del mismo color. Otros como la artista Emily Rataskowski, lució por ejemplo una vaporosa blusa muy transparente y muy escotada en una visión de triada: combinación del barbijo con el brasier transparentado y la blusa traslucida: combinación por lo tanto de blusa, barbijo y sujetador.

La evolución que nació de un tapabocas quirúrgico intrascendente, común y puesto de relieve en un solo motivo: cubrir la nariz y la boca en un color blanco uniforme con todos los semejantes que ante medidas reglamentadas comenzaron a usarlos, tuvo una metamorfosis de variedad, de elegancia y de importancia francamente extraordinaria en el barbijo.

Hoy se revolucionó por completo: portadas de revista muestran artistas que son más cuerpo desnudo a través de un traje sastre, como advertimos en las fotografías, sin prendas interiores. Muy escotadas combinan una barbijo-pañoleta –la fotografía que ilustra esta crónica entrevera a una modelo con un barbijo de fantasía, acompañándolo a pecho desnudo con un muy escotado traje que ella usa con el cuerpo desnudo por debajo–, dando sensualidad al conjunto de la vestimenta: en algunos casos blusas sobre la misma piel y barbijo del color de la prenda; en otros el clásico traje sastre muy abierto ceñido a la generosa anatomía que cubierta sutilmente, se revela ahora como cuerpo desnudo debajo de la chaqueta o chamarra, sin el uso de un top, una camiseta o un brasier.

El hecho en la realidad es que el barbijo avasalló los millones de rostros de mujeres y hombres, permitiendo más atención en diseños para las mujeres, pues el hombre dentro de su masculinidad, utiliza un traje, camisa y corbata y un barbijo blanco. La mujer no. Utiliza una indumentaria sexy para que se vea una presencia compacta donde el tapabocas sea de lejos lo más importante.

A partir del uso de barbijos como medida de prevención del coronavirus obligatorio en la Ciudad de Buenos Aires y a partir de próximas fechas también lo fue en la provincia. Aquí asoma un ejemplo fundamental cuando la artista Magui Bravi se adelantó y compartió en las redes una sensual foto en ropa interior y con un tapaboca que combinaba a la perfección con su lencería.

A través de su cuenta de Instagram, la actriz posó muy sexy sobre su cama durante la cuarentena obligatoria y sumó el barbijo como un curioso accesorio de su conjunto. Si bien las mascarillas deben utilizarse fuera del hogar, la conductora mostró su perfil más transgresor y la utilizó para completar su seductor look para la fotografía.

La imagen puede interpretarse como un mensaje concientizador sobre la importancia de tomar las medidas necesarias para cuidar la salud y evitar los contagios por coronavirus. En cuestión de algunas horas, el posteo recolectó 26 mil "me gustas" y comentarios de los usuarios que destacaron su originalidad.

By Julio Ríos 

BARE-CHESTED THE MODEL WEARS A FANCY CHINSTRAP ALONG WITH A VERY LOW-CUT BLACK SUIT THROUGH THE NAKED BODY SHE WEARS UNDERNEATH 

We live in a very complicated time. The current pandemic still leaves societies around the world in a state of uncertainty. There is a silent, internal despair. There is fear, but there is also care. In the restrictions and biosecurity rules, the most important, the most effective, the most characteristic in these times of Covid 19 appears. It is the mask, mask or chinstrap, which covers from the nose to the mouth, balanced by two handles that are held behind the ears. Only the eyes are visible, as the mask reveals only half of the face. Sometimes friends and relatives are unrecognisable if they are not identified.

The mask came to the fore when governments immediately decided to take drastic measures, through rigid, dynamic quarantines and today with more freedom, but more risk due to a possible resurgence of the virus. The first thing was the chin mask, a simple white mask, usually surgical. There was no greater significance than recognising that we were all immersed in a reality that required us to wear the mask.

And the expression "to wear" took a transcendental turn, where without suspecting it, never imagining it, the chinstrap was perfected under the premise or expression of relief that said "to bad weather a good chinstrap". Designers, artists, renowned manufacturers and also home-made ones appeared. Thus the chinstrap acquired an unsuspected importance. It became the main item of clothing. They appeared in silk fabrics, in very attractive designs that came to beautify women. It came to be called, as a consequence, the art of the chinstrap.

All this reality even allowed for possibilities where fashion imposed a degree of sensuality that had relevant impacts on social networks. For example, Instagram publishes faces with an infinite number of chinstraps of all kinds. Facebook publishes faces with the best and most elegant chinstraps in the user's captions.

The youth, always eager to look good, bought masks with attractive designs and gave them a sensual touch. The result was to observe bare skin and masks; artists, women, young people combining the bikini with the mask: both in the same colour. Others like the artist Emily Rataskowski, for example, wore a very transparent and very low-cut blouse in a triad vision: combination of the chinstrap with the transparent bra and the translucent blouse: a combination of blouse, chinstrap and bra.

The evolution that was born from an inconsequential surgical mask, common and emphasised by a single motif: to cover the nose and mouth in a uniform white colour with all those who, in the face of regulated measures, began to wear them, had a metamorphosis of variety, of elegance and of frankly extraordinary importance in the chinstrap.

Today it has been completely revolutionised: magazine covers show artists who are more of a naked body through a tailored suit, as we can see in the photographs, without undergarments. Very low-cut models combine a chinstrap, neckerchief -the photograph that illustrates this chronicle shows a model with a fancy chinstrap, accompanying it bare-breasted, without a bra or any undergarment, with a very low-cut suit that she wears with her body naked underneath-, giving sensuality to the whole outfit: In some cases, blouses over the same skin and a chinstrap in the same colour as the garment; in others, the classic tailor's suit, very open and close-fitting to the generous anatomy which, subtly covered, is now revealed as a naked body under the jacket or jacket, without the use of a top, a T-shirt or a bra.

The fact in reality is that the chinstrap has overwhelmed millions of women's and men's faces, allowing more attention to be paid to women's designs, for the man, in his masculinity, wears a suit, shirt and tie and a white chinstrap. Women do not. She wears a sexy outfit to show a compact presence where the mask is by far the most important.

Since the use of masks as a measure to prevent the coronavirus became compulsory in the city of Buenos Aires and will also be compulsory in the province in the near future. A prime example of this was when the artist Magui Bravi went ahead and shared a sensual photo of herself in her underwear and wearing a mask that perfectly matched her lingerie.

Through her Instagram account, the actress posed very sexy on her bed during the obligatory quarantine and added the chin mask as a curious accessory to her outfit. Although masks should be worn outside the home, the hostess showed her more transgressive side and used it to complete her seductive look for the photograph.

The image can be interpreted as an awareness message about the importance of taking the necessary measures to take care of your health and avoid contagion by coronavirus. In a matter of hours, the post collected 26,000 "likes" and comments from users who highlighted its originality.

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Julio Ríos, escritor y crítico de arte, licenciado en ciencias de la comunicación, es asesor en proyectos de redacción. Escribió el libro DIECIOCHO CRÓNICAS Y UN RELATO, la novela LA TRIADA DE LA MOSCA (Primera Edición 2008 y Segunda Edición 2016), y EL ALTO PARA TODOS (2017). En la fecha trabaja una novela basada en la vida y obra de W.A.Mozart. Estudió en la Universidad Mayor Real y Pontifica de San Francisco Xavier de Sucre y en la Universidad Católica de La Paz. Hizo un diplomado en investigación periodística en la Universidad de La Jolla en San Diego, California.


UN ANTES. UN DESPUÉS. Iara Szlazer, la joven emprendedora que jamás advirtió que su trabajo como diseñadora de bikinis, tuviera una metamorfosis a consecuencia de un mal pandémico que azotó al mundo a consecuencia del mortal enemigo conocido  con el nombre de la Covid 19.

Llegada la aciaga realidad, y como un aporte de una mujer emprendedora e inteligente, además de creativa y artista, diseña los primeros barbijo revestido de elegancia. Una prenda que es parte importante del vestuario y que vestirla muestra a la mujer elegante, sensual y atractiva, con gran espacio para admirar ojos bellos que son como dos lagos de agua cristalina.

Consciente del difícil momento mundial, miro con vista nueva, lo que a fuerza de resignación otros observamos con mirada cansada o atufada por la angustia de sobrevivir.

Iara, nos devuelve el optimismo y la fe y nos viste con un barbijo de colección, de tendencia y de alta costura, en medio de un emprendimiento loable, plausible y digno de estímulo y aplauso.

La primera foto entrevera a Iara, junto a su madre y su abuela Sara de 90 años de edad. Tres generaciones que disfrutan de este logro orientado hacia fines trascendentales, capaces de hacer del barbijo más que un tapabocas, sino un atuendo que viste con distinción cuando se elige uno de costura de alta confección.

La segunda foto, Iara en UN TIEMPO ANTES, sin barbijo, sensual, con una camisa muy escotada que la vista con el cuerpo desnudo por debajo, y finalmente EN UN DESPUÉS, en la tercera foto el uso del inevitable pero hermoso barbijo que la viste, como viste a un sinnúmero de mujeres.



A BEFORE. AN AFTER. Iara Szlazer, the young entrepreneur who never realised that her work as a bikini designer would undergo a metamorphosis as a result of a pandemic disease that struck the world as a result of the deadly enemy known as Covid 19.

When the fateful reality arrived, and as a contribution from an enterprising and intelligent woman, as well as creative and artistic, she designed the first elegant chinstrap. A garment that is an important part of the wardrobe and that shows an elegant, sensual and attractive woman, with plenty of room to admire beautiful eyes that are like two lakes of crystal clear water.

Aware of the world's difficult moment, I look with new eyes at what others observe with a tired look or with the anguish of surviving.

Iara gives us back our optimism and faith and dresses us with a collection chinstrap, trendy and haute couture, in the midst of a praiseworthy, plausible and worthy of encouragement and applause.

The first photo shows Iara, together with her mother and her 90-year-old grandmother Sara. Three generations who enjoy this achievement oriented towards transcendental purposes, capable of making the chinstrap more than a mask, but an outfit that dresses with distinction when one chooses one of haute couture.

The second photo, Iara in A TIME BEFORE, without a chinstrap, sensual, with a very low-cut shirt that shows her naked body underneath, and finally IN A TIME AFTER, in the third photo the use of the inevitable but beautiful chinstrap that dresses her, as it dresses countless women.