jueves, 25 de noviembre de 2021

LA OBRA DE Sharon Pérez

ARTISTAS PLÁSTICOS EN TIEMPOS DE

LA COVID – 19



 LA OBRA DE

Sharon Pérez

ARTISTA PLÁSTICA AFROBOLIVIANA

"QUIERO MOTIVAR A LAS NUEVAS GENERACIONES A HACER ARTE AFROBOLIVIANO"

POR DAMIÁN ANDRADA | INVESTIGADOR DE ORE-IWGIA

COMENTARIOS | JULIO RÍOS

Sharon Pérez vincula el arte con su identidad pintando retratos de mujeres afrodescendientes planchas de metal corroído que ubica en el respaldo de sillas y el marco de ventanas. Su objetivo es visibilizar a su comunidad, romper con los estoreotipos en torno a la mujer negra y promover el desarrollo de nuevos artistas afrobolivianos.

-¿Cómo vinculaste tu identidad afroboliviana con el arte? -Comenzó por una construcción personal. Mi papá es de Chicaloma en los yungas (y por ahí viene mi ascendencia afroboliviana) y mamá es mestiza, pero tiene orígenes quechuas y aymaras. Entonces fue muy complicado poder identificarme acerca de qué era. Si bien tengo el cabello rizado, no tengo la tez tan morena como mi papá. Por eso cuando era niña tampoco se hablaba del tema. Este vacío lo sentí al terminar el colegio e ingresar a la universidad. Cuando me decidí a hacer arte tenía muchas inquietudes de cómo y con qué identificarme. Y eso no me permitía encontrar una línea que realmente me apasionara y combine lo que yo quería.

-¿El vacío tenía que ver con no poder reconocer tu identidad? -El final del colegio fue una etapa muy crucial. Yo esperaba acabar la escuela para plancharme el pelo porque pensaba: “Me plancho el cabello y soy normal”. Tenía esa lógica de querer ser “normal” como el resto de mis compañeras mestizas. Recuerdo que se burlaban llamándome “Bob Patiño”. Esa crisis de identidad también afectaba mi autoestima. De hecho, en la etapa de la universidad comencé una relación muy tormentosa de pensar que era fea y, por lo tanto, nadie se iba a fijar en mí.

-Cuándo cambió la relación con tu identidad afroboliviana? -Cuando la conocí a Sheila Walker, una referente de las luchas afroamericanas y la diáspora africana en el mundo. En un seminario, presentó su libro que habla de las culturas afrobolivianas y a mí me llamó mucho la atención lo orgullosa que ella se sentía de ser afrodescendiente. Empecé a leer sus libros y fue la chispa que me despertó y me ayudó a salir de esta fea situación de no quererme y rechazar mi identidad. Ella sabía tanto de la cultura afroboliviana que me hizo cuestionar que yo, que era boliviana, no lo sabía. Después de su charla, comencé a hablar con mi papá sobre los afros, a informarme y eso inclinó mi arte a mostrar lo que yo sentía de ser afro. Incluso empecé a sentirme feliz con el tema de mi cabello. Recuerdo que en una revista de la universidad me tomaron unas fotos en las que posé con un cabello rizado terrible. Yo no quería mostrar la revista, pero mucha gente me hizo comentarios positivos. Esto me ayudó mucho a verme y aceptarme.

-¿Con tu arte intentás producir algo parecido a lo que la obra de Walker hizo con vos? -Exactamente. En este proceso de pensar qué aportes podría hacer, empecé a buscar libros de arte afroamericano en la biblioteca de mi carrera y solo encontré uno en inglés que tenía más fotografías que texto. En un marco de historia del arte boliviano, no había ni una representación de artistas afrodescendientes a diferencia de Colombia y Brasil donde su presencia es mucho más fuerte. A partir de allí encontré más razones para visibilizar la cultura afro en lo artísitico, a través de obras con puertas y ventanas. De este modo, mi primera exposición en La Paz continuó en una muestra sobre los aportes del pueblo afroboliviano a la historia de Bolivia en la Casa de la Libertad en Sucre y más tarde en Santa Cruz de la Sierra.

-¿Cómo definirías tu arte? -Mi trabajo tiene una investigación previa, según el tema que quiero plasmar. Y lo acompaño con texto. Hago pintura, utilizo una técnica mixta de acrílico y el pastel, pero la característica de mi trabajo son las planchas de metal corroído que aplico en marcos de ventana o en la estructura de las puertas. En esta muestra, cada silla tiene el retrato de una mujer afroboliviana.

-¿Por qué retratos de mujeres afro ubicados en sillas viejas? -Las sillas y los retratos tienen una historia detrás: muchas familias no usan las sillas ni las botan porque dicen: “Era de mi abuela”. Muchas de las sillas que utilizo eran de familias afrobolivianas que me contaron sus historias. Generalmente utilizo las fotos de las abuelas y abuelos. Cuando no las tienen, veo sus caras y me imagino cómo sería la abuela o la tía.

-¿Cómo reacciona el público? - En las salas, hay personas que miran y se extrañan de que sean afros pintados. También hay comentarios racistas como gente que se pregunta: “¿Desde cuándo se pinta a los negros?”. Eso me encanta porque quiere decir que mi trabajo está molestando. Está causando algo.

-¿Tu arte tiene una vinculación con el género? - A veces pinto hombres, pero en la mayoría de los casos son mujeres. Cuando escucho las historias, siempre resalta el valor que tenían como abuelas o como mamás. Hablan mucho de la comida. Por otro lado, la idea es visibilizar a la mujer afro no como algo exótico. Sino que las plasmo con la esencia de la historia de la persona y muestran esa fuerza. No las dibujo como cuerpos sensuales o de belleza exótica como siempre se la imaginan a la mujer negra, sino como guerreras con mucha fuerza a través de los gestos. También pinto a niños afros para plasmar las nuevas generaciones que crecen orgullosas de su identidad y con conocimiento de la historia de sus abuelas y abuelos. Eso es algo que fortalece la cultura. Tienen que haber escritos y textos que vayan reforzando el orgullo afro. Por eso tengo el proyecto de un libro.

-¿Qué buscás a través de tu obra artística? -Me gusta que cuando miren mis retratos piensen en mujeres y hombres afrobolivianos, que no son lo mismo que las comunidades afros de Ecuador o Brasil. Al ver mi obra, muchos se preguntan: “¿Hay afros en Bolivia?”. Para mí eso es un logro. Un segundo objetivo, mucho más ambicioso, es motivar a que las nuevas generaciones hagan arte como afrodescencientes. Quiero contribuir a una escuela de arte afroboliviana. Un movimiento artístico fuerte podría ayudar económicamente a las comunidades afro. Pero, especialmente, aportaría mucho para mostrar nuestra cultura. DAMIÁN ANDRADA.

REVISTA Ophelia

Entrevista exclusiva para Revista Ophelia Nro. 10. Realizada por mail en marzo de 2021. Producción: María Laura Blaqué. Edición: Camila Reveco. Traducción: Paz Ríos Aldea. Corrección: Gonzalo Lorente. Diseño: Freddy Andrade. Imágenes: Gentileza de la artista. 

Pintora realista. En sus trabajos abundan los detalles. Sharon interviene muebles, puertas y ventanas con retratos pintados sobre metal. Los colores, las texturas y la iluminación, son aspectos que están minuciosamente pensados por esta artista afro-boliviana. Pero en sus obras no sólo vemos una propuesta estética significativa; a ella le interesa representar a sus ancestros de los cuales hoy, se siente orgullosa. Su batalla está centrada en promover y valorar los derechos de toda una comunidad y, en especial, de sus mujeres: “Resulta desgastante escuchar comentarios despectivos y sexistas pero, el arte forma parte de la resistencia frente a esas construcciones”, dice.

Es un placer que usted sea la primera artista de Bolivia en Revista Ophelia. Cuéntenos… ¿Cómo es el ambiente pictórico de La Paz? ¿Cree que hay lugar para la figuración? 

Me siento muy feliz y afortunada por ser parte de esta edición de la Revista Ophelia y más aún siendo la primera artista Boliviana que ustedes presentan, pienso que es una oportunidad importante, ya que me permite abrir una puerta para otros artistas que al igual que yo trabajan el arte figurativo, considerando que en La Paz y en Bolivia aún se continúa desarrollando este estilo artístico con bastante calidad.

¿Se siente parte de una camada o grupo de pintores figurativos bolivianos? ¿O, por el contrario, trabaja en soledad?

Sí, siento que soy parte de este grupo de pintores, sin embargo, hasta ahora no se dio la oportunidad de trabajar en particular con alguno para desarrollar algún proyecto, pero es algo que sin duda pasará pronto por lo que puedo decir que sí; he estado trabajando en solitario los últimos años.

Podría contarnos si a lo largo de su formación ha habido figuras claves o maestros que la hayan orientado y guiado en este camino que implica la creación… ¿A quiénes destacaría y por qué? ¿En qué la formaron principalmente?

Sin duda uno de los maestros que ha inspirado mi trabajo es Rembrandt, por el manejo de la luz en sus obras, que se convierten en la base de muchos de los trabajos que realizo; pero debo reconocer que aún estoy a años luz de lograr la perfección que él tenía en cada lienzo, pero no dejo de trabajar en ello. Otra de las artistas a las que admiro es Aida Muleneh, una destacada artista afrodescendiente que en su arte trabaja mucho con el cuerpo y temas afros en instalaciones y fotografías.

Usted trabaja con acrílico y con pastel, pero lo más característico de su propuesta son las planchas de metal corroído que aplica en marcos de ventana o puertas. ¿De qué se trata?

Cuando empecé a hacer retratos fue de alguna manera una conexión con el material, más que el simple deseo de hacer algo diferente. Soy fan de las texturas y como estas crean diferentes acabados. Cada plancha de metal va adquiriendo carácter y contando una historia de la misma manera que me interesa contar la historia afro-boliviana a través de las pinturas. Los objetos que utilizo también me permiten reforzar esta idea, pues al igual que una persona va atesorando objetos que pertenecieron a algún familiar, hay una analogía sobre la manera que hemos ido construyendo nuestra identidad y la atesoramos con un valor muy especial; las puertas al mismo tiempo nos permiten cuestionar hacia donde conducen, qué espacios están abiertos o cerrados para conocerlos. Estos elementos, tanto las puertas, ventanas, objetos y las planchas se van resignificando, poniendo en cuestionamiento lo que es bello; al utilizar el metal que alguna vez fue usado para esclavizar y convirtiéndolo en la base en la que se retratan rostros afro-bolivianos, visibilizando su identidad y cultura.

Su foco no sólo está centrado en la cosmovisión en torno a lo afro, sino también en la mujer… ¿Cierto?

Sin duda mi trabajo está muy ligado a la identidad y cultura afro-boliviana, pero tengo un interés particular en resaltar la belleza de la mujer afro-boliviana y su trabajo importante como líderes de la comunidad, que van rompiendo los estereotipos de belleza a los que hegemónicamente estamos habituados.

¿Cómo vive esa doble identidad como afro y como boliviana? 

En realidad, es una sola identidad, soy una mujer afro-boliviana. Ambas cosas van de la mano complementándose, pero es parte de entenderse y sentirse parte de la plurinacionalidad de Bolivia.

Conocer a Sheila Walker, referente de las luchas afroamericanas, fue crucial para usted en sus años de estudiante universitaria. ¿Verdad?  

Sheila Walker es una mujer muy importante y especial en mi vida, no sólo profesionalmente sino en mi construcción de identidad. Ella fue la primera mujer afro que vi entrar a una sala tan orgullosa y segura de su identidad, contando la historia afro-boliviana desde los actores. Conocerla significó darle un rumbo a lo que venía haciendo como estudiante; cuando ella me dijo: “en tus manos tienes una herramienta muy poderosa para contar tu historia”, entendí que mi trabajo tenía una misión mucho mayor de la que había imaginado. Ella se convirtió en el espejo en el que me quería ver reflejada, por todo lo que había logrado y por todas las puertas que iba abriendo para la comunidad afrodescendiente. Todo a partir de sentirte orgullosa de tus raíces y de quién eres.

¿A través de su pintura, intenta preservar el legado cultural afro-boliviano y revalorizarlo? ¿Cuáles son las particulares de la comunidad afro-boliviana en comparación con los afros de Brasil o de Ecuador? 

Me interesa mucho poder mostrar la cultura afro-boliviana con todas sus particularidades que la hacen única. En cada proyecto expositivo siempre me planteo crear un acercamiento a nuestra comunidad y generar espacios de reflexión. Uno de los elementos que forman parte importante son los rasgos genotípicos, que se hacen evidentes por las combinaciones aimaras y de otras regiones de Bolivia.

¿El realismo es el estilo que le permite justamente realizar este “registro”?

Sí, es un estilo que me ha permitido caracterizar mi trabajo y crear retratos expresivos con los que cuento mi historia como afro-boliviana. Lo interesante es cómo este estilo me encontró y complementó mis ideas y objetivos.

¿Piensa que su pintura puede significar un aporte a la reflexión acerca del racismo estructural? ¿Cree que mostrar o visibilizar a estas mujeres afros supone pensarnos a nosotros mismos como americanos, reflexionar sobre nuestra identidad?

Sin duda alguna las pinturas que realizo nos llevan a reflexionar y repensar nuestra identidad, romper paradigmas. El hecho de que haya una sala de arte donde los protagonistas de cada obra son afro-bolivianos genera muchas preguntas, y más aún cuando son mujeres las que inspiran muchas de mis obras. Me encanta como cada una de ellas tiene carácter y fuerza, en muchos casos cuestionando y desafiando a quien mira. 

Sucede que, a veces, se corre el riesgo de estetizar, o erotizar a las mujeres negras y eso está bastante alejado de la realidad que han tenido que padecer: marginación, olvido y, en muchos casos, miseria. ¿Qué piensa?

Ese es un punto importantísimo puesto que aún se erotiza el cuerpo de la mujer por todos los estereotipos construidos en torno al color de la piel y al cuerpo afro. Esta es una lucha permanente porque todavía se piensa de esta forma, es todo un reto el trabajar desde la identidad y mostrar el valor de las mujeres en diferentes aspectos, más allá de lo físico. Resulta hasta desgastante escuchar los comentarios despectivos y sexistas que se generan a diario, pero el arte forma parte importante de la resistencia frente a estas construcciones.

¿Cree que existe un “arte femenino»?

No sé si la palabra sería un “arte femenino”, pero sí existe un arte con identidad y temática femenina, luchando contra el machismo y poniendo como tema a la mujer en todas sus facetas.

Encontrar artistas mujeres puede ser una tarea complicada. Son pocas las que se dedican al arte de manera profesional en relación a la cantidad de hombres. ¿Por qué será?

Un tema indudablemente es el de las oportunidades a las que accedes como mujer. Aún está muy latente el machismo y la idea patriarcal, por consiguiente puedes no contar con el suficiente apoyo dentro de la familia para dedicarte al arte y que sea tu profesión. Muchos no creen que una mujer pueda lograrlo, por el matrimonio y la maternidad que, sin duda, recaen en un alto porcentaje sobre las actividades y la vida de la mujer. Sino, se vive luchando contra los cuestionamientos si decides ser soltera y no tener hijos. Pero muchas mujeres artistas demuestran lo contrario y lo que parece ser un tema de conflicto se convierte en la razón para seguir haciendo arte, y su vida como artistas se convierte en un ejemplo para futuras artistas.

¿Cree que se ha incrementado la presencia de las mujeres en el mundo del arte? ¿Tenemos hoy verdaderamente «más oportunidades» de ejercer la vocación, o es un mito?

Pienso que es una lucha constante en todos los aspectos de la sociedad y particularmente en el arte. Vivimos bajo un machismo velado y, que al igual que el racismo, es un problema latente desde la familia. Cuando decides ser artista siempre salen comentarios como: “que estudie como un pasatiempo” o “se le pasará cuando tenga sus hijos” o peor aún cuando dicen “hacer arte no es una profesión”, “se le pasará cuando se case o cuando pase hambre”. Se que los comentarios pueden sonar exagerados pero me ha tocado conocer gente que piensa así. Por lo mismo creo que uno de los factores importantes son los espacios de lucha colectiva y de la información a la que ahora tenemos acceso. Darnos cuenta de nuestra independencia y de los caminos que se abren a partir de una lucha; romper los mitos del “amor romántico” significa, en muchos casos, el éxito de muchas carreras artísticas, además de los espacios de arte y colectivos de mujeres que han permitido un mayor desarrollo a la carrera de muchas de nosotras.

Sabemos de la existencia de Artemisia Gentileschi, pero hubo muchas artistas que fueron invisibilizadas, olvidadas o no valoradas… ¿Hay alguna que le guste de forma particular?

De manera muy particular siento interés por el trabajo impecable de tres artistas del siglo XIX y XX que lamentablemente, por diferentes razones, su trabajo fue invisibilizado. Está el trabajo de Camille Claudel que tuvo que estar a la sombra del trabajo de Auguste Rodin, siendo muchas de sus obras muy superiores a las de Rodin, pero el ser mujer escultora no era algo habitual por lo que constantemente fue desacreditada. Luego está el trabajo de dos escultoras afroamericanas: Edmonia Lewis, la primera escultora afroamericana reconocida, que tuvo que luchar constantemente con ideas racistas y sexistas que menospreciaban su arte y le cerraban puertas; de la misma manera pasó con el trabajo de Augusta Savage, que durante su carrera tuvo que luchar constantemente para que su arte pudiera ser exhibido. Me llama mucho la atención como su valioso aporte es poco conocido y de hecho irrelevante en la historia del arte porque, como casi siempre pasa, la historia está contada desde puntos convenientes sólo para algunos.

¿Hay sexismo en el mundo del arte? ¿Lo ha sufrido de alguna forma?

Claro que sí existe. Desde la misma palabra artista, en muchos casos se piensa en “el artista” y no en “la artista”, en la producción de materiales y de espacios de arte casi siempre se destaca el trabajo artístico masculino. Las herramientas de trabajo, por ejemplo para escultura o vidrio soplado, son pensadas para la anatomía masculina; por lo que, en muchos casos, se debe solicitar material específico a los fabricantes. Por otro lado, algo que me ocurrió recientemente en mi exposición en Santa Cruz, al leer Sharon Pérez por alguna razón algunos pensaron que se trataba de un señor de algunos años pintando afros; lo que me sorprendió muchísimo porque me di cuenta que aún está muy presente esta idea de “el artista”. 

ESCRIBE Julio Ríos

Sharon Pérez sorprendió a los amantes del mundo pictórico –me sumo como apasionado de este arte–, con sus obras de arte en la técnica del acrílico, consistente en barras de colores y de texturas bastante blandas y aceitosas que hacen posible crear retratos en diferente formato con el estilo vigoroso que ella posee, merced a que es una iluminada por la divinidad; le exaltó talento, junto a la perseverancia y constancia que le caracterizan.

Muy joven, Sharon asoma 32 años, vio la luz después de año nuevo el año 1989 –un 2 de enero–, bajo el signo astronómico de Capricornio, por tanto de grandes aspiraciones y disciplina. Sin vacilación alguna, ella es práctica y prudente, tiene paciencia y es cautelosa. Sharon es carismática y apasionada por su trabajo que no tiene límites. Seguro, estable y tranquila allanó el camino del arte demostrándonos no sólo su habilidad en el trazo y su concepción artística innata, sino que abrió interrogantes acerca de su compenetración con las personas y el medio ambiente en que le tocó vivir para el desarrollo su vida artística.

Bolivia conserva sus mitos ancestrales protegidos por su sangre yungueña y el paisaje, donde lo fantástico hecho naturaleza verde, retorna en la revisión de un pasado que se vincula en el departamento de La Paz, un poco adentro, en el calor. Me refiero a Chicaloma tierra que vio nacer a su Señor Padre–, lugar donde se deja ver un pasado surgido desde la virginidad de sus entrañas, hasta los días en que vivimos deslumbrados por lo que aporta al país, desde  su naturaleza concebida sin mancha, como de los surcos abiertos a toda esperanza. Sharon se define “Afroboliviana”.

Chicaloma, un mágico vergel, un adelanto de trópico para la mujer y el hombre andino hecho piedra y estrellas. Balcones verdes sobre hilos de plata. Escaleras de esmeralda germinando coca. Sinfonía del cafetal interpretada por negros con ascendencia de cadenas que se pierden en la noche negra del tiempo. Acuarela de manchas multicolores convertidas en frutos al toque leva del ala de un ave tropical y bulliciosa. Milagro de tierra que se convierte en yuca y en gualusa.

Diferentes exposiciones y nombres de las mismas entre ellas “espejos”. No pudo ser mejor en su elección, ante el mensaje de rostros cobrizos y también negros, llenos de expresión en la mirada y testimonio de vida vencida en cada rugosidad del  rostro; recurso propio  de la pintura seca. Sharon, con esas obras, logró imponerse en el escenario del arte boliviano con éxito, gracias al examen sagaz de su conciencia creadora, reservada a los artistas.

No es fácil definir la personalidad de los poetas del lenguaje visual, pues ellos recogen la íntima impresión del modelo que grabaron en la mente y luego fue llevado al lienzo, a la madera, a las puertas,  como ocurriera con Pérez Sillerico, que tras recibir la mirada de una anciana, un afro descendiente transmite sus callados mensajes, como un espíritu clasificador de  almas.

La talentosa arista plástica destaca una técnica trabajada con magistral actitud; manos en el pincel, apoyada con la espátula, asoma una sorprendente temática para penetrar en la obra creada, como respuesta a una invitación que exige admiración y aplausos, tal como impresiona ese niño Afroboliviano, en un escenario que perpetúa costumbres y obligaciones reflejadas en esa visión clavada en la lejanía, punto de esperanza en todo ser humano.

Sharon es una mujer muy hermosa; belleza natural que se expresa en su sonrisa, en su amabilidad, en su universalidad. Afroboliviana orgullosa y auténtica; con sentido del humor. Mirarla es admirar su físico de generosa anatomía –posee una crespa y bellísima cabellera que en la fotografía que ilustra esta crónica, la observamos relucir junto al cuerpo desnudo que la acompaña–, donde talento, arte, creación, obra, son las constantes de su virtudes, cuatro virtudes esenciales como las son las cardinales.

Últimamente investigué mucho de Sharon, de su innata afición al arte plástico; de sus comienzos en edad infantil y de su ascenso por la escalera de éxitos,  ahora ya coronada con un triunfo como artista que ensalza el arte boliviano originado en una tierra de La Paz, cálida y rociada de historia.

Sharon Pérez Sillerico, es una Artista y Diseñadora Gráfica. Nació en La Paz, Bolivia, el 2 de enero de 1989. Es Licenciada en Artes por la Universidad Mayor de San Andrés UMSA (2008). Becaria del programa de inglés Martin Luther King de la Embajada de los Estados Unidos en Bolivia (2010). Diplomatura en Curaduría de Arte en la Universidad Nuestra Señora de La Paz (2013). Diplomatura en Violencias Estructurales en la Universidad Salesiana (2017). Actualmente cursa un posgrado de Especialización en Estudios Afro-latinoamericanos y Caribeños en la red CLACSO. Invitada a dar una conferencia en TEDx UMSA (2019). Ganadora de la Residencia Leche para la formación de proyectos de artes vivas (Cochabamba 2019). Conferencista y expositora en el Festival Internacional de la Cultura FIC Sucre (2019). Panelista del programa PED del Museo Nacional de Arte (2020). Fue coordinadora del Núcleo Afro junto al Museo Nacional de Arte. 


WRITES Julio Ríos

NAKED BODY DRESSED BY SHARON'S FRIZZY AND BEAUTIFUL HAIR

Sharon Pérez surprised the lovers of the pictorial world -I join as a passionate of this art-, with her works of art in the acrylic technique, consisting of colour bars and quite soft and oily textures that make possible to create portraits in different format with the vigorous style that she possesses, thanks to the fact that she is an illuminated by the divinity; she exalted talent, together with the perseverance and constancy that characterize her.

Very young, Sharon is 32 years old, born after the New Year in 1989 - on the 2nd of January - under the astronomical sign of Capricorn, therefore of great aspirations and discipline. Without any hesitation, she is practical and prudent, she is patient and cautious. Sharon is charismatic and passionate about her work which knows no bounds. Confident, stable and calm, she paved the way for art, showing us not only her skill in drawing and her innate artistic conception, but also opening up questions about her understanding of the people and the environment in which she had to live in order to develop her artistic life.

Bolivia preserves its ancestral myths protected by his yungueño blood and the landscape, where the fantastic made green nature, returns in the revision of a past that is linked in the department of La Paz, a little inside, in the heat. I am referring to Chicaloma -the land where her Lord Father was born-, a place where a past emerged from the virginity of its entrails can be seen, until the days in which we live dazzled by what it contributes to the country, from its nature conceived without stain, as from the furrows open to all hope. Sharon defines herself as "Afro-Bolivian".

Chicaloma, a magical orchard, a foretaste of the tropics for the Andean woman and man made of stone and stars. Green balconies on silver threads. Emerald stairs germinating coca. Symphony of the coffee plantation interpreted by blacks with ancestry of chains that are lost in the black night of time. Watercolour of multicoloured spots turned into fruit at the touch of a tropical and boisterous bird's wing. Miracle of earth that turns into yucca and gualusa.

Different exhibitions and names for them, including "mirrors". She could not have been better in her choice, given the message of coppery and also black faces, full of expression in the look and testimony of life overcome in each roughness of the face; a resource typical of dry painting. Sharon, with these works, managed to impose herself on the Bolivian art scene with success, thanks to the shrewd examination of her creative conscience, reserved for artists.

It is not easy to define the personality of the poets of visual language, because they collect the intimate impression of the model that they engraved in their minds and then took to the canvas, to the wood, to the doors, as it happened with Pérez Sillerico, who after receiving the gaze of an old woman, an afro descendant transmits her quiet messages, like a sorting spirit of souls.

The talented plastic artist highlights a technique worked with masterly attitude; hands on the brush, supported with the spatula, a surprising theme emerges to penetrate the created work, as a response to an invitation that demands admiration and applause, just as that Afro-Bolivian child impresses, in a scenario that perpetuates customs and obligations reflected in that vision stuck in the distance, a point of hope in every human being.

Sharon is a very beautiful woman; natural beauty expressed in her smile, in her kindness, in her universality. A proud and authentic Afro-Bolivian with a sense of humour. To look at her is to admire her physique of generous anatomy - she has frizzy and beautiful hair that in the photograph that illustrates this chronicle, we observe it shining next to the naked body that accompanies her -, where talent, art, creation, work, are the constants of her virtues, four essential virtues like the cardinal virtues.

Lately I have investigated a lot about Sharon, about her innate fondness for plastic art; about her beginnings as a child and her ascent up the ladder of success, now crowned with a triumph as an artist who extols Bolivian art originating in a land of La Paz, warm and sprinkled with history.

Sharon Pérez Sillerico, is an Artist and Graphic Designer. She was born in La Paz, Bolivia, on 2 January 1989. She holds a Bachelor of Arts degree from the Universidad Mayor de San Andrés UMSA (2008). Fellow of the Martin Luther King English Program of the United States Embassy in Bolivia (2010). Diploma in Art Curatorship at the Universidad Nuestra Señora de La Paz (2013). Diploma in Structural Violence at the Salesian University (2017). She is currently studying a postgraduate specialisation in Afro-Latin American and Caribbean Studies in the CLACSO network. Invited to give a lecture at TEDx UMSA (2019). Winner of the Leche Residency for the formation of living arts projects (Cochabamba 2019). Lecturer and exhibitor at the Festival Internacional de la Cultura FIC Sucre (2019). Panelist for the PED programme of the National Museum of Art (2020). She was coordinator of the Afro Nucleus together with the National Museum of Art.

Julio Ríos, escritor y crítico de arte, licenciado en ciencias de la comunicación, es asesor en proyectos de redacción. Escribió el libro DIECIOCHO CRÓNICAS Y UN RELATO (2023), la novela LA TRIADA DE LA MOSCA (Primera Edición 2008 y Segunda Edición 2016), EL ALTO PARA TODOS (2017), LA GENERACIÓN NINI en co-autoría con Alberto Liendo Romero (2023), UNA HISTORIA PARA CONTAR (2024).

En la fecha trabaja una novela basada en la vida y obra de W.A.Mozart. Estudió en la Universidad Mayor Real y Pontifica de San Francisco Xavier de Sucre y en la Universidad Católica de La Paz. Hizo un diplomado en investigación periodística en la Universidad de La Jolla en San Diego, California.

INTIMIDAD DE LA ARTISTA. Sharon Pérez –en la primera fotografía junto al cantautor Pepe Murillo –, enlaza su obra, coexistiendo la fuerza de su identidad y de su entorno, pintando imágenes de mujeres afrodescendientes sobre planchas de metal, colocadas en el respaldo de sillas y con marcos de ventanas. Un estilo, sin duda, propio que identifica la temática de sus obras. Su propósito es visibilizar lo intrínseco de su tierra, llenando el lienzo con el rostro de la mujer color y destacar el impulso de nuevos artistas afrobolivianos.

Una segunda foto muestra a Sharon; aparece muy hermosa y natural, vistiendo un atuendo rojo, color que simboliza la pasión, en un muy escotado detalle que destaca la prenda con cuerpo desnudo por debajo. Hija de un habitante nacido en Chicaloma, Yungas, su ascendencia es afroboliviana. Su madre mestiza de orígenes quechuas y aymaras, seres queridos que dieron a luz a una criatura de cabello rizado, eminentemente afroboliviana.

Una tercera foto, en un ahora, en una realidad golpeada por una cruel pandemia que tiene como protagonista al virus de la Covid 19, que ha golpeado al mundo entero. La artista asoma cuidándose con el inevitable barbijo que su nariz y boca, destacando sus ojos que son como dos lagos nacientes en Chicaloma.

Una cuarta entrevista, donde Sharon revela haber conocido a Sheila Walker –antropóloga cultural y cineasta, profesora de Antropología en Spelman College, una universidad de mujeres afroamericanas en Atlanta, antes dirigió el centro de estudios africanos y afro-americanos de la Universidad de Texas, Austin–, quien le permitió conocer de las luchas afroamericanas y la dispersión africana en el mundo.

“En un seminario, presentó su libro que habla de las culturas afrobolivianas y a mí me llamó mucho la atención lo orgullosa que ella se sentía de ser afrodescendiente”, expresa Sharon.

“Empecé a leer sus libros y fue la chispa que me despertó y me ayudó a salir de esta fea situación de no quererme y rechazar mi identidad. Ella sabía tanto de la cultura afroboliviana que me hizo cuestionar que yo, que era boliviana, no lo sabía. Después de su charla, comencé a hablar con mi papá sobre los afros, a informarme y eso inclinó mi arte a mostrar lo que yo sentía de ser afro. Incluso empecé a sentirme feliz con el tema de mi cabello. Recuerdo que en una revista de la universidad me tomaron unas fotos en las que posé con un cabello rizado terrible. Yo no quería mostrar la revista, pero mucha gente me hizo comentarios positivos. Esto me ayudó mucho a verme y aceptarme”, subraya.

En una época en que las exigencias son mayores en todo ámbito pendiente de la evolución artística, Sharon confirma estar dominada por un inmenso respeto hacia su propia estirpe, a sus propios ancestros, lo que queda demostrado en múltiples trabajos consignados al ser humano de color. Para lograrlo recurre a una pintura aceptada desde el siglo XIX entre los más connotados pintores; grandioso movimiento de liberación espiritual que se impuso a una enternecida evocación de tendencias, poéticamente llevadas en el tiempo.

Si el fin de todo artista es presentar su obra de acuerdo con la sensibilidad que carga ante el panorama abierto de la naturaleza, Sharon basa sus trabajos en una impresión visual motivada en lo espiritual de su mirada. (JULIO RÍOS)


INTIMACY OF THE ARTIST. Sharon Pérez - in the first photograph with the singer-songwriter Pepe Murillo -, links her work, coexisting the strength of her identity and her surroundings, painting images of women of African descent on metal plates, placed on the backs of chairs and with window frames. A style, undoubtedly her own, that identifies the subject matter of her works. Her purpose is to make the intrinsic of her land visible, filling the canvas with the face of the coloured woman and highlighting the impulse of new Afro-Bolivian artists.

A second photo shows Sharon; she appears very beautiful and natural, wearing a red dress, a colour that symbolises passion, in a very low-cut detail that highlights the garment with a naked body underneath. The daughter of an inhabitant born in Chicaloma, Yungas, her ancestry is Afro-Bolivian. Her mother is of mixed Quechua and Aymara origins, loved ones who gave birth to a curly-haired, eminently Afro-Bolivian child.

A third photo, in a now, in a reality hit by a cruel pandemic whose protagonist is the Covid 19 virus, which has struck the whole world. The artist shows herself with the unavoidable mask over her nose and mouth, highlighting her eyes that are like two rising lakes in Chicaloma.

A fourth interview, where Sharon reveals that she met Sheila Walker - cultural anthropologist and filmmaker, professor of Anthropology at Spelman College, an African American women's college in Atlanta, who previously directed the Center for African and African American Studies at the University of Texas, Austin -, who allowed her to learn about African American struggles and African dispersion in the world.

"At a seminar, she presented her book on Afro-Bolivian cultures and I was struck by how proud she was to be of African descent," says Sharon.

"I started reading her books and it was the spark that woke me up and helped me to get out of this ugly situation of not loving myself and rejecting my identity. She knew so much about Afro-Bolivian culture that she made me question that I, who was Bolivian, didn't know it. After her talk, I started to talk to my dad about Afros, to inform myself, and that inclined my art to show how I felt about being Afro. I even started to feel happy about my hair. I remember that in a university magazine they took some photos of me posing with terrible curly hair. I didn't want to show the magazine, but a lot of people gave me positive comments. This helped me a lot to see and accept myself," she stressed.

At a time when the demands are greater in every area of artistic evolution, Sharon confirms that she is dominated by an immense respect for her own lineage, for her own ancestors, which is demonstrated in multiple works dedicated to the human being of colour. To achieve this, she resorts to a painting that has been accepted since the 19th century among the most famous painters; a grandiose movement of spiritual liberation that has prevailed over a poetically poetic evocation of trends, poetically carried through time.

If the aim of every artist is to present his work in accordance with the sensibility he carries before the open panorama of nature, Sharon bases his works on a visual impression motivated by the spirituality of his gaze. (JULIO RÍOS)

Chicaloma, Yungas, Bolivia