UNA VOZ EN EL CIELO
In memoriam Luisa Molina Terrazas
Por Julio Ríos Calderón
Página Siete, lunes 31 de mayo de 2021
Conocí a Luisa Molina en
1988. Han transcurrido 33 años. La circunstancia fue durante un viaje a la
ciudad de Montevideo, Uruguay, correspondiendo a una invitación de la
Confederación de Organizaciones Turísticas para la América Latina (COTAL).
Luisa integraba el “Grupo Femenino de Bolivia”. En esta indeleble oportunidad,
integró también la delegación boliviana, la cantante Zulma Yugar.
Luisa tenía una
característica fundamental. Un ícono en su presencia. Un logotipo. Era su
sonrisa, sincera, dulce, contagiosa, amable. Tenía un carácter muy sencillo,
sentido del humor y mucha alegría. Retrotraigo estos momentos y llego a
derramar una lágrima invisible. Me duele su muerte.
Inició
su carrera artística en 1973. Muy joven, participó en el III Festival de la
Canción Boliviana del Sur, obteniendo el primer lugar correspondiéndole
"La quena de plata", por ser la mejor intérprete en la categoría de
solistas, donde además mostró sus habilidades como ejecutante de instrumentos
típicos.
A lo
largo de su carrera como bailarina de ballet, cantante y actriz de teatro,
realizó giras artísticas y conciertos en Francia. En 1983 fue una de las
fundadoras del Grupo Femenino Bolivia, con quienes grabó dos discos. Tres años
después comenzó su carrera artística como solista, donde puso de relieve más de
trece producciones musicales.
Se
hizo conocer como cantante y percusionista a finales de los años 80 y parte de
los 90. Algunas de sus canciones más conocidas fueron "Añoranzas" y
"Falso amor y falso corazón", que fue reeditada después en ritmo de
lambada por una cantante brasileña.
Entre
otras canciones más conocidas figuran: "Vas a llorar",
"Pensamientos", "Gaviota", "Mi viejo Santa Cruz",
"Ironías de amor", "Imilla bandida", "La leñera",
"Si hoy te vas" y "A Chelita" (dedicada a su ciudad natal),
entre otros éxitos más.
La Covid-19 se llevó su
vida. La artista de 66 años se encontraba luchando por su vida; sin embargo, su
estado de salud se complicó. Luisita, a quien así yo la llamaba, falleció la madrugada
del domingo 30 de mayo. La artista, oriunda de Uyuni, se encontraba internada
en el hospital Cotahuma, de La Paz, desde hace una semana luego de haber sido
diagnosticada con la Covid-19.
La semana pasada,
Verónica Pavez, hija de la cantante indicaba a través de sus redes sociales que
el estado de su madre se estaba complicando y ante esta situación tomaron la
decisión de internarla y suspender sus presentaciones que tenían planificadas
por el país.
Luisa incursionó en la
música con solo 14 años, su carrera artística estuvo colmada de exitosas
canciones que arrancaron suspiros a más de un romántico.
Perdimos a una gigante
de la música folclórica boliviana. Se nos adelantó Luisa Molina Terrazas, la
que nos alegró con sus composiciones y era nuestra embajadora de la música.
Bien visto, todas las vidas son inconclusas y
solamente cuando se entregan a los amigos éstos las terminan, como un artesano,
dándoles la forma definitiva de su verdad y su esperanza. La última de esta
historia de Luisa, de la que no podemos ahuyentar la tristeza, nos impone ser
fuertes para seguir luchando y para aceptar nuestro destino con dignidad y sin
temor. Vivir hoy la vida cada segundo, cada minuto, cada hora, cada mañana,
cada tarde, cada día como si fuera único. Vivimos avasallados por un enemigo
invisible.
La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; y no basta con pensar en la muerte, sino que se debe tenerla siempre delante. Entonces, la vida se hace más solemne, más importante, más fecunda y alegre. Luisa nos deja el recuerdo de su obra, de su voz y la esperanza de que un día, por la bondad de Dios, hemos de volver a reunirnos para siempre en el Cielo.
JULIO RÍOS, ES ESCRITOR Y CONSULTOR