ADIÓS
RUBÉN
"¡Terrible es la muerte!, pero cuán apetecible es también la vida del otro
mundo, a la que Dios nos llama". (San Francisco de Asís).
Fue mi profesor de
matemáticas en el colegio San Ignacio en los años 70 y mi amigo. Falleció a la
edad de 75 años. Quedan como legado los valores y enseñanzas de quien, como el
conocido estadista y matemático, consagró su vida al servicio de la docencia y
la consultoría, a las que entregó más de medio siglo de existencia.
Víctor Rubén Belmonte Coloma nació en La
Paz el 23 de diciembre de 1945, estudio la secundaria en el colegio San Calixto
de La Paz. Después del bachillerato, estudió Matemáticas y Estadística en la
Universidad Mayor de San Andés UMSA. Se licenció en Estadística con estudios
superiores en Chile y España, conquistando un PhD “philosophie doctor”, que en
el mundo, éste título es el nivel más alto de estudios universitarios.
Rubén, orientó serenamente
a la formación de estadistas y matemáticos en la UMSA; mentor por naturaleza de
sucesivas generaciones de profesionales, que aún hoy son fieles a su idea, en
el cotidiano oficio de las ciencias exactas.
Por mucho que nos haya
unido con él un sentimiento muy íntimo de solidaridad fraterna, ante la muerte
de Rubén, no podemos resignarnos a sumergirnos en aquel silencio, aconsejado
por la sabiduría brahmánica, en cuyo fondo de aniquilación es posible
participar de la unidad, donde para los seres juntos en la vida, se desmorona
el muro de la muerte física y se restablece el sentido unánime de nuestro
destino de átomos. Hay evidentemente entre esto y aquello, una penumbra de
eternidad a la que no es accesible la palabra, ni aún el pensamiento.
La muerte no nos roba los seres amados. Al
contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que
nos los roba muchas veces y definitivamente.
No es lo que se tiene lo que hace a la persona,
sino lo que la persona hace por los demás. Rubén, vivió la vida con entrega,
integridad y convicción. No es importante la edad a la que uno muere, lo que
realmente importa es la intensidad con la que se vive la vida. No se muere
cuando se ha cumplido a cabalidad la tarea que Dios nos ha encomendado en
nuestro paso por la vida. El amigo y profesor, ascendió al Cielo, con la
satisfacción del deber cumplido.
Por ello, para consuelo nuestro y de su
familia, debemos estar seguros de que Rubén no está muerto. Un hombre así
íntegro, sencillo, maestro, señor, donde no abundan los señores, que a su paso
por esta Tierra, se destacó como padre, esposo, abuelo, amigo profesional y
catedrático, deja huella profunda, no se aleja del mundo, sólo reposa en la
casa del padre.
Su pérdida tan rápida y repentina nos ha
conmovido profundamente y resulta muy difícil resignarse a ello, pero fue
estupendo compartir parte de su vida, de su capacidad profesional, y de sus
valores éticos y humanos. Lo recuerdo con gratitud y cariño, cuando en el
colegio sucedió a nuestro primer “Profe Gonzáles” de matemáticas, llamado “Cachas”,
por su caminar propio de quien compite en un evento de cachascán. Temible y de
inspiración al miedo a quienes teníamos entre 13 y 14 años de edad, pero excelente
maestro. Llegó Rubén y conocimos el perfil de un hombre íntegro, un “Profe”
revestido de pedagogía moderna, en la que coexistía el conocimiento a la
ciencia de la matemática y el sentido del humor. Un profe que era estudiante de
la UMSA, un Profe que se privilegiaba de las enseñanzas de su maestro, el Ing.
Roberto Carranza Estivariz. Un profe que era nuestro maestro y amigo a la vez.
Un Profe que vio culminar a la promoción FUNDADORES, del entonces colegio San
Calixto Seguencoma, en 1974.
Está indeleble en mi
memoria, la clase suya referida a la circunferencia que la definía como una línea curva
cerrada cuyos puntos están todos a la misma distancia de un punto fijo llamado
centro. En esta realidad él le preguntó en la clase a mi compañero
Carlos Salinas: ¿Qué es una circunferencia? Carlos con ingenio y espontaneidad
respondió: -“Es Profe un círculo especial”. ¡Cómo reímos ese año 1973! Rubén,
en ese ritmo del ingenio, pero graficando con una tiza en la pizarra al círculo
con un cigarrillo que cerraba al mismo círculo, expresó: “Este es un círculo
vicioso”. Nuestras carcajadas se duplicaron, más el carisma y talento de Rubén,
se pusieron de relieve.
La muerte es el comienzo de una historia de
amor que viviremos eternamente con Dios y con los seres que amamos. Muchas
personas fallecen diariamente en el mundo, pero aquellas que por sus obras
trascienden y nos reconcilian con la humanidad, son pocas.
La última de esta historia de Rubén, de la que
no podemos ahuyentar la tristeza, nos impone ser fuertes para seguir luchando y
para aceptar nuestro destino con dignidad y sin temor. La muerte no existe, la
gente sólo muere cuando la olvidan; y no basta con pensar en la muerte, sino
que se debe tenerla siempre delante. Entonces, la vida se hace más solemne, más
importante, más fecunda y alegre.
Los recuerdos en torno
a todo lo que construyó Rubén, serán verdaderos homenajes de quienes quedamos
en este sinuoso e inquietante camino de la vida. Deja entre nosotros a una gran
familia, a su esposa Luisa Rada, a sus hijas, Fabiana, Catalina y Carola, y al
nieto Elías, a quienes el frío de su ausencia, entibiará la temperatura
del hogar.
Bien visto, todas las vidas son inconclusas y
solamente cuando se entregan a los amigos, la terminan, como unos artesanos,
dándole la forma definitiva de su verdad y su esperanza. La última de esta
historia de Rubén, de la que no podemos ahuyentar la tristeza, nos impone a ser
fuertes para seguir luchando y para aceptar nuestro destino con dignidad y sin
temor.
La muerte no existe, la gente sólo muere cuando
la olvidan; y no basta con pensar en la muerte, sino que se debe tenerla
siempre delante. Entonces, la vida se hace más solemne, más importante, más
fecunda y alegre. Rubén nos deja el recuerdo de su obra, de su ejemplo y la
esperanza de que un día, por la bondad de Dios, hemos de volver a reunirnos
para siempre en el Oriente Eterno.
Adiós Rubén.