TESTIMONIO EN TIEMPOS DE LA COVID – 19
EL ALTO
DE ANIVERSARIO
LA CIUDAD MÁS JOVEN DE BOLIVIA
En tan importante aniversario de la ciudad más
joven de Bolivia, me permito unas palabras a manera de homenaje a EL ALTO, muy
pertinentes, y que no son plenamente satisfactorias.
Escribo para el El Alto, una página de testimonio, para destacar a esta ciudad, que hoy se extiende como un escenario infinito y multicolor, abierto a la esperanza hecha canción, bajo el cielo de un azul inmaculado que despista al invierno y abre sonrisas en la multitud caminante por sus calles, llenas de alegrías.
Una ciudad que ha sido inspiración de poetas y artistas, que desmigajaron sus ideas para cantarle con sentimiento, estrofas arrancadas de la preciosidad de un entorno, que la encierra entre cumbres elevadas, escoltas del excelso Huayna Potosí.
Este pico elevado al cielo, como una de las virtudes teologales, la fe en
oración, hace del grandioso nevado, la eterna postal de bienvenida al
visitante.
En la intensidad alteña y en marcada armonía con las montañas, existen lugares
que constituyen auténticos centros de atractivo turístico. Es rica en fiestas y
celebraciones. Es única en observaciones paisajísticas.
Procuro ahota, con entusiasmo no exento de seriedad, aproximarme al mundo
fascinante del quehacer progresivo de la ciudad de El Alto, desde sus múltiples
facetas y desde sus ángulos poco comunes. Todo ello en virtud a la trayectoria
ascendente y meteórica que hoy invita a descubrir, la diversidad de la ciudad
más joven de Bolivia.
En 1988, el 26 de septiembre, El Alto fue elevado a rango de ciudad, fecha hoy, alegre en la memoria, fresca para ver la andadura de su recorrido, como el buen Don Quijote de la inmortalidad novela, la aventura de El Alto ha sido la de trabajar luchando. Que lo vivido hasta ahora es cosa de esta ciudad y lo que resta es más bien cosa de Dios.
Los habitantes alteños, siempre han protagonizado una lucha agónica. Y hoy,
estimulamos el intelecto, porque a veces dejamos que las palabras pierdan su
verdadera acepción y cuando se habla de Apocalipsis, se piensa en desorden, y
en verdad desde su origen griego de palabra, Apocalipsis es la irrupción de
Dios en la historia.
Como en este caso “agonicus” del latín, precisa la realidad del que lucha
permanentemente, aunque nosotros la hayamos circunscrito, constreñido, y
limitado al transe que separa la vida de la muerte.
La vida es una agonía en sí misma, porque es una lucha, ya lo decía la poetisa
medieval y, El Alto, es en esencia una ciudad de luchadores. Un ejemplo
palpable, digno de estímulo y aplauso, es precisamente ese rol de luchadora que
día a día asume la Alcaldesa Soledad Chapetón Tancara.
Ni un minuto dejaron de luchar. Ni un minuto dejaron de luchar ayudando a
organizar permanentemente una gran ciudad. Ni un minuto dejaron de luchar
estimulando y promoviendo la esperanza y la ilusión de su espíritu.
Lucharon para recrear las ideas y construir nuevas acepciones. Lucharon contra la adversidad, lucharon contra la limitación ociosa de conceptos extraños y ajenos la realidad, cuando la arquitectura alteña fue objeto de términos peyorativos que oportunamente los aclaró el arquitecto Freddy Mamani Silvestre, como Arquitectura Andina, marca alteña, marca boliviana; es una arquitectura “de exportación”, ícono de la ciudad que ahora tiene potencial turístico embellecido.
El futuro de El Alto está en el presente y se acerca a la realidad que lo
cambia y lo agranda. Decía el filósofo “Dormí y soñé que la vida era belleza,
pero desperté y vi que era servicio”.
Los dolores y las molestias son poca cosa. Tenemos claro que la mayor virtud que tiene la vida, la vida vegetal, la vida animal, la vida intelectual es la constancia. Tener constancia significa perseverar y no darse nunca por vencido y, el que tiene constancia jamás es reducido a cenizas. En este ejemplo, refiero a esta tan querida ciudad de El Alto. Una ciudad perseverante.
Por otra parte, El alto, es colosal todo lo que le entraña por ofrecer como
destino turístico, gracias a sus amplias avenidas y barrios, gracias a su
arquitectura demostrada en sus imponentes edificios de colores brillantes, que
permiten miran con ojos nuevos lo que los demás observan con vista atufada o
sobrecegada por la angustia de sobreexistir.
Muestra un número importante de iglesias que junto a su Catedral, asoman otros
templos y otros 70 más, que el Padre Sebastián Obermayer, construyó para que la
fe sea renovada por los habitantes de El Alto en todos sus confines.
Muestra un número importante de monumentos, miradores, rutas, excursiones.
Muestra un ángulo espiritual que permite coexistir lo exotérico con lo
esotérico. Lo exotérico que se ve en su progreso, lo esotérico que se descubre
cuando acudimos a Yatiris, Amautas y Chifleras.
El elefante es el más sabio de todos los animales, porque recuerda sus vidas anteriores y se detiene a reflexionar sobre ellas.
En este sentido, asoma un importante inventario de datos, relacionado con empresas de turismo, hoteles, restaurantes, cafeterías, discotecas, lugares de entretenimiento, salud, artesanías, casas de cambios, transporte, servicios especiales, creaciones, cines, arrendadoras de vehículos, da a conocer la pronta apertura de La Terminal Bimodal Metropolitana, que será la más grande de Bolivia, y una de las más importantes de Latinoamérica y, mucha información para que a nadie se le escape ni un solo dato y, para que las nuevas generaciones que contribuyen al enriquecimiento de El Alto, sepan cuál es su herencia.
No hay obra que sea resultado de una sola persona. En toda ciudad, como EL ALTO, intervienen los aportes de las personas más notorias y más ignoradas, pero presentes en la obra terminada.
Una vez más El alto, en este feliz aniversario, se vuelve a mostrar como una
fuerza orientada hacia fines trascendentales, capaces de hacer girar sus ruedas
sobre las insospechadas avenidas del mañana, siempre progresista, de una
ciudad, que más allá de ser el crisol de la bolivianidad, es el espíritu que,
como luz de esperanza, indica el destino promisorio a esta tierra libre y mil
veces bendita.
Julio Ríos
EL ALTO PARA TODOS
Levantar los brazos y tocar el cielo. Acariciar las
estrellas. Sentir la brisa como un soplo de ternura nacido del aletear de los
cóndores. El Alto hace esto cada día. El siglo pasado uno hablaba de la
naciente ciudad solo para referirse al aeropuerto más alto del mundo, a las
rutas ferrocarrileras de entonces, a las redes automotrices. O iba allí para,
desde aquel excepcional mirador, recorrer con la mirada la visión nocturna de
la metrópoli, extasiándose ante un paisaje que inspiraba a muchos poetas.
Y entonces, sin la urgencia de buscar un punto de referencia, sin la necesidad de detener la vista en un edificio, en una plaza o en el curso de un río culebrero, apreciar cuán poblada de luciérnagas lucía la sede gubernamental de la Nación.
La historia de la ciudad, tejida con la meticulosidad propia de quienes dominan este espacio territorial, fue cambiando sus características desde el momento en que El Alto era un área internacional, por la continua presencia de extranjeros llegados en alas de las antiguas naves aéreas, como los recordados trimotores.
Si primero fue un espacio despoblado, el tiempo se encargaría de multiplicar sus habitantes. Ahora, cada metro de la llanura colindante con La Paz ha sido destinado a la construcción de viviendas, mercados, galerías y edificios de elevados pisos, los cuales tienen una decoración de aires folclóricos.
Ahora se levanta ante nuestros ojos toda una ciudad. En ella reconocemos a pobladores de todos los lugares del país. Encontramos el movimiento propio de todas las ciudades en desarrollo. Hoy El Alto, sin necesidad de lujos, es una de las principales ciudades de Bolivia. Es un centro citadino dotado de todo aquello que requieren sus pobladores.
El Alto lucha contra viento y marea para lograr un desarrollo mayor, aquello que puede la responsabilidad antes que la figuración.
En él, la cultura tiene espacios revelados y hasta consagrados. No es sólo la instrucción primaria y secundaria de sus habitantes, sino el desarrollo de las aptitudes personales de sus hijos más destacados, los que derivan en resultados sorpresivos.
Pensemos en esta ciudad, levantada a 4.000 metros de altitud: ayer un pueblo, hoy una de las principales capitales de Bolivia, con templos para la devoción, con bibliotecas y con centros comerciales. Una metrópoli poblada por miles de soñadores que viven el momento de salir adelante, progresar y vencer.
Julio Ríos
EL ALTO FOR ALL
Raise your arms and
touch the sky. To caress the stars. Feel the breeze like a breath of tenderness
born from the flapping of the condors. The Alto does this every day. Last
century one spoke of the nascent city only to refer to the highest airport in
the world, to the railroad routes of the time, to the automotive networks. Or
one would go there to, from that exceptional vantage point, gaze at the night
vision of the metropolis, enraptured by a landscape that inspired many poets.
And then, without the
urgency of looking for a point of reference, without the need to stop at a
building, in a square or in the course of a snake river, to appreciate how
populated with fireflies the government headquarters of the Nation looked.
The history of the
city, woven with the meticulousness of those who dominate this territorial
space, was changing its characteristics from the moment when El Alto was an
international area, due to the continuous presence of foreigners arriving on
the wings of the old aircrafts, such as the remembered trimotors.
If at first it was an
unpopulated space, time would multiply its inhabitants. Now, every meter of the
plain adjacent to La Paz has been destined to the construction of houses,
markets, galleries and buildings of elevated floors, which have a decoration of
folkloric airs.
Now a whole city rises
before our eyes. In it we recognize people from all parts of the country. We
find the movement typical of all developing cities. Today El Alto, without the
need for luxury, is one of the main cities of Bolivia. It is a city center equipped
with everything its inhabitants require.
El Alto fights against
all odds to achieve greater development, that which can responsibility before
figuration.
In it, culture has
revealed and even consecrated spaces. It is not only the primary and secondary
education of its inhabitants, but also the development of the personal
aptitudes of its most outstanding children, which derive in surprising results.
Let us think of this
city, built at an altitude of 4,000 meters: yesterday a village, today one of the
main capitals of Bolivia, with temples for devotion, libraries and commercial
centers. A metropolis populated by thousands of dreamers who live the moment of
moving forward, progressing and winning.
Julio Ríos, escritor y crítico de arte, en la actualidad se desempeña como consultor, asesor de seguros y asesor en proyectos de redacción. Ha escrito los libros DIECIOCHO CRÓNICAS Y UN RELATO, la novela LA TRIADA DE LA MOSCA (Primera Edición 2008 y Segunda Edición 2016), y EL ALTO PARA TODOS (2017).