sábado, 13 de febrero de 2021

Página Siete / MARÍA DANIEL BALCÁZAR




MARÍA DANIEL BALCÁZAR 

HEREDA EL ALBA DE ORURO 

 

POR JULIO RÍOS CALDERÓN

Página siete, sábado 13 de febrero de 2021

En su nuevo libro, la artista captura a cada bailarín del Carnaval, desde la Anata Andina, hasta la ñusta o princesa.  

A Daniela Balcázar Gutiérrez la conocí en 1974. Asomaba una personalidad revestida de talento y destacada sensibilidad. Hoy, su nombre de autora intelectual y artista plástica, María Daniel Balcázar, pone de relieve a una fotógrafa documentalista y artística con especialización en ensayos fotográficos. Sus proyectos se centran en la vitalidad de las tradiciones, su universalidad y particularidades y su utilidad como fuente de fortaleza para resistir y trascender adversidades, para sobrevivir y florecer.

Herederos del Alba es su nuevo libro, una obra fotográfica pormenorizada que, desde su lente, levanta un minucioso inventario de extraordinarios y prolijos gráficos artísticos de gran calidad, inspirados con aptitud talentosa en negro y blanco y a todo color.

Fueron trabajados con microscópica meticulosidad, que sin vacilación son un anticipo y un obsequio espiritual al Carnaval de Oruro, hoy trunco por la aciaga vigencia de la Covid-19.

Los sentimientos más profundos de Balcázar suelen transformarse en una pasión ilimitada. Mira con ojos nuevos al Carnaval de Oruro, a través de un vistazo moderno, colorido y extensivo al arte del negro y blanco. Es precisamente ahí donde radica el valor de las obras logradas, sean ellas de característica utilitaria o artística. La pasión, por tanto, es una fuerza incontenible, a veces convertida en idea transformadora dirigida a materializar las figuras detrás del Carnaval, en la esquina de una calle, en la vivienda de un folklorista, o en la improvisada fábrica de variada indumentaria.

Desde la banda Mejillones, músicos que dan vida a uno de los instrumentos de viento que destacan en los conjuntos del Carnaval de Oruro, pasando por el Santuario de la Virgen del Socavón, son admirados por María Daniel, como su lente enfocado en un centenar de participantes. Hace énfasis en el que toca la tuba, con su gran tamaño y sonido grave.

De Chuquisaca visita el Pujllay, que levanta la pukara como ofrenda a la Pachamama y María Daniel transmite el itinerario espiritual, íntimo, y juega con el color. La admiración por algo que estimuló la llama de su ingenio llega a transformar lo paródico en tangible, a riesgo de mantenerse en los límites de la utopía.

De esa manera, la mente de la artista crea sus fantasías e ilumina su inteligencia hasta dar forma a imágenes incorpóreas, situándolas en un escenario real, lugar en el que cobran vida, al sólo disparo de su cámara manejada por hábiles manos, como una certificación de los alcances del arte.

La artista captura a cada bailarín, desde la Anata Andina hasta la ñusta, o princesa.

Nadie que no sea admirador de Oruro puede imaginar una participación de figuras enigmáticas por un ídolo de la ciudad en la que nació. Esa es la gran posibilidad del libro, de hacer del detalle un relato fantástico, amalgamando la posibilidad que concentró la atención y el talento de la artista boliviana en una manifestación de carga emocional cuando capta una de las diabladas, en los escenarios de la gran avenida rumbo a la Virgen, sin otra perspectiva que la ilusión de sentirse cerca de dos imágenes hechas sentimiento: la humana y la telúrica.

Es así como la producción fotográfica de Balcázar fue dedicada íntegramente a evocar la figura conjunta de la banda Nueva Alianza de Oruro, y complementar los antecedentes previos en los talleres, donde las hábiles manos del mascarero transforman latas y envases reciclados de latón en verdaderas obras de arte. Balcázar entró, sin duda alguna, en un trance sin límites. En ella, lo extraordinario surge de la ilimitada admiración por lo genial, es decir, por aquella monumental obra que describe a cada bailarín, desde la Anata Andina, hasta la ñusta o princesa.

En un recorrido visual, seguimos la presencia de suri sicuris. Diversos personajes son representados en esta danza, siendo común el uso de tocados elevados y bordeados de plumas. María Daniel también inspira al ojo de su lente al paso de la morenada, una de las danzas que dan vida al Carnaval de Oruro.

Capta aquella figura de ardiente mirada y la sitúa cercana a la majestuosidad del Sajama. Después va al encuentro de los mineros. La mina San José, su gente y sus costumbres invitan al artista, sea bailarín, o integrante, a que se sume en el tundiqui y perfecciona su ritmo sofisticándolo para recordar a las bailarinas de flamenco, aludiendo a las patronas de las haciendas coloniales.

Transmisión de ideas sintetizada en la grandeza de espíritu, triplicada por la fotógrafa visitante, que se compenetra del trabajador del subsuelo y el artista que baila. Silencio en medio de un escenario destinado a disfrutar de manjares criollos. Su mudo diálogo con un minero logra una sesión especial con personajes envueltos en multicolores vestimentas.

La fuerza del barroco mestizo, una especialidad reconocida en Oruro, deslumbra en formato y contenido en sus fotos, donde la alegoría al Carnaval orureño muestra la conciliación de fe religiosa con el desborde indescriptible del paganismo, sensaciones a las que Balcázar no es ajena, pues con un delicado giro de cámara y cambio de lente, capta una danza sensual al arquetipo de su admiración, representada en los festivos sonidos de un dorado instrumento de viento ejecutado por uno de los tantos conjuntos, quienes se suman a las insinuaciones de lujuriosas bailarinas, a los compases de pesados disfraces y a las muecas perpetuadas en las máscaras.

Alucinantes imágenes para una simbología de la mayor fiesta folklórica de Bolivia, desplegadas en un gráfico enriquecido por las ideas de la fotógrafa.

Las bandas que animan el Carnaval orureño son un espectáculo y una atracción aparte.

Balcázar logra su cometido. Con su cámara capta el vestido del imponente disfraz de moreno, saca la foto al rostro de un bailarín mientras fija la vista en la muchacha danzarina de las alegres comparsas, en la manifestación más pura de la fiesta nacional. La luminosidad de un azul dominante contrasta con la delicadeza de los ocres, destinados al cuerpo lujurioso de una bailarina cubierta por sedas y tules, transmisores de sentimientos eróticos dirigidos al hombre de la pipa.

Así como el bullicio y el movimiento festivo motivan una meditación frente a las tomas de la cámara de María Daniel, el silencio y la quietud despiertan un especial razonamiento capaz de encender la llama viva de la imaginación dirigida a otro horizonte, tal vez distante, a la primigenia inspiración de Balcázar, pues el tenue colorido de la imagen nos entrega a una toba, o a un saltarín inmerso en la obra a ser captada por el lente.

Los pasajes de la vida de cada protagonista del Carnaval, las inquietudes artísticas de Balcázar, y el gran escenario donde transcurre la visita real, se multiplican en las fotos, en una secuencia testimonial de trayectoria extraordinaria, no ajena al drama de la existencia. La locura de un hombre que no conoció el halago. La perturbación mental que lo llevó a extremos, y la visión de un mundo irreal jamás alcanzado, renacen en los negativos. En su conjunto, es una regresión artística, una lectura al pasado y una inusual manera de evocación.

El realismo surgido de la ilusión y de la admiración, en una gama de visiones oníricas perpetuadas en cuadros, se mantendrá indeleble, como el caminar de Balcázar en Oruro, donde descansan su cámara, los trípodes y otros instrumentos de la talentosa artista gráfica.

Quedarán en la memoria de todos los que vieron la muestra fotos un par de zapatos en el piso; también el espejo que refleja rostros abrumados; o el entusiasmo que no logra jamás cercenarse.

La entrada orureña en una fotografía en blanco y negro, una de las pasiones de María Daniel. 

La fuerza de la creación artística se hace contagiosa. Herederos del Alba también nos impulsa hacia la ilusión de haber logrado que el sueño sea la transfiguración de imágenes admiradas. Metamorfosis alimentada por las ideas y el fervor del trabajo, pues pertenecemos a un escenario de realidades tormentosas. A veces preferimos sumarnos a los sueños de los artistas, cualquiera sea la especialidad, así todo repose en la imposibilidad de testimoniar las fantasías artísticas que sólo la fotografía de Balcázar logra.

 


MARÍA DANIEL BALCÁZAR

Carrera artística

Reconocida María Daniel Balcázar estudió artes plásticas, comunicación social, idiomas y fotografía. Su trabajo fotográfico ha sido exhibido en galerías, universidades y museos en Bolivia, Brasil, Argentina, Chile, Perú y EEUU.

Destacada Como miembro de Women in Photography International (WIPI), sus fotografías se encuentran en los archivos de la biblioteca Beinecke de la Universidad de Yale, el Museo Smithsoniano, el Museo Nacional de Historia de la Mujer y otras instituciones educativas y culturales en Estados Unidos.

Medios La Sociedad Americana de Fotógrafos de Medios (ASMP) expuso su trabajo en el National Geographic Museum y Foto Georgetown en Washington, DC.

Aportes El libro se alimenta de la participación de historiadores de prestigio como María Luisa Soux, Carlos Ostermann y el aporte literario de Balcázar. Artes Gáfricas Sagitario posibilita la idea, el sueño y realización de la artista, hasta concebir Herederos del Alba y aspirar el aroma de tinta fresca de la fotógrafa artística en esta magnífica producción.





 
 
 
 
 JULIO RÍOS, ES ESCRITOR Y CRÍTICO DE ARTE