CARNAVAL EN PANDEMIA
COVID – 19
No obstante el CORONAVIRUS
EL CARNAVAL DE ORURO FUE Y SERÁ
EL MÁS ESPECTACULAS DEL MUNDO
Para conocer la esencia de la fiesta mayor del folclore boliviano, hay que mencionar el carnaval orureño.
En los días actuales, amplificados a todo el país y enriquecidos con la presencia de comparsas de todos los departamentos de Bolivia, las carnestolendas de los Andes han sido en sus albores una manifestación de fe y de regocijo, por entonces sólo reservada a cultores de la tradición nacional, es decir, a la esencia misma de lo folclórico.
El tiempo y lo espectacular de las danzas, fueron cediendo paso a instituciones organizadas, a grupos juveniles de la sociedad y a una multitud de gente que sólo quería danzar, o en el mejor de los casos, difundir la coreografía de otras regiones del país.
Los carnavales actuales suman miles de bailarines agrupados en comparsas llamativas por vestimentas y bailes. Son portadores de una nacionalidad que se encumbra en la danza, entre la reiteración de lo religioso y lo pagano.
Allí, en medio de ese fervor beato fervor y del sentimiento impío, resalta la Diablada, portadora de la más extraordinaria muestra de fe hacia la imagen de la Virgen del Socavón.
Lo infernal de su aspecto, lo maravilloso de su danza y lo extraordinario de su atuendo, reflejan el alto nivel de creación artesanal.
Las máscaras, los bordados, la música y la sincronización de cientos de bailarines, dan al carnaval de Oruro el mayor espectáculo del mundo, razón por el cual se le otorga a Oruro el título de Capital del Folclore Boliviano y, a nivel internacional, el de Patrimonio Intangible de la Humanidad.
Visitar Oruro en esa festividad, es vivir inmerso en un mundo de fantasías donde el realismo mágico y lo real maravilloso, danzan del brazo al compás de conjuntos musicales tradicionales.
En Oruro existe el santuario en honor a la Virgen del Socavón, pero esta fecha se desplazó a las fechas del carnaval en esta ciudad; esta transición fue producto de la guerra de la independencia boliviana.
Existe una leyenda que cuenta que durante el sábado de carnaval del año 1789 un bandido llamado Anselmo Bellarmino conocido como el Nina-Nina o Chiru-Chiru fue mortalmente herido en una pelea callejera y antes de morir él fue confrontado por la Virgen de la Candelaria.
Algunas versiones dicen que él solía adorar a una imagen de tamaño natural de la Virgen pintada en una pared de una casa abandonada, otros dicen que esta pintura apareció milagrosamente en la casa del bandido tras su muerte, también se dice que el cura Carlos Borromeo Mantilla escuchó la confesión de Anselmo Belardino quien confesó haber raptado a Lorenza Chuquiamo, en la confesión declaró haber sido socorrido por una joven que prendía dos cirios en la cima de cerro Pie de Gallo.
Esta leyenda concluye con el relato de una tropa de diablos danzando en honor a la Virgen durante el carnaval del año siguiente. El santuario presente en Oruro fue completado para el año 1891.
Sin embargo, de acuerdo al doctor en estudios religiosos y director ejecutivo del Consejo de Humanidades de Wisconsin en la Universidad de Wisconsin-Madison, Max Harris, esta leyenda estaría relacionada a una realidad histórica.
Durante el virreinato rebelión de Túpac Amaru II, Oruro experimentó una breve pero sangrienta revolución. Durante la noche del sábado 10 de febrero de 1781, la mayoría criolla atacó a la minoría gobernante conformada por chapetones o descendientes directos de españoles nacidos en el cono sur. Con la llegada del ejército indígena, los criollos formaron una alianza.
El 15 de febrero, un mensajero llegó desde el Cuzco a Oruro con órdenes de Túpac Amaru II. Él había instruido a su ejército respetar a las iglesias y al clérigo, no hacer daño a los criollos, y sólo procesar a los chapetones.
Aseguró también la victoria al entrar a La Paz "por carnestolendas", la ocupación indígena de Oruro se había comenzado a retirar dejando miles de muertos.
Pero durante marzo y abril ellos lanzaron más ataques a la ciudad pero esta vez en contra de los criollos y los españoles restantes quienes unificaron fuerzas para repelerlos.
El carnaval del año 1781, cayó el 24 de febrero, colocando la ocupación de Oruro exactamente entre la fiesta de la Candelaria y carnaval, tornando esta situación en palabras de Harris "carnavalesca".
Procesiones religiosas compartieron su espacio con desfiles seculares, europeos y criollos se disfrazaban como indígenas, casos como la de un español disfrazado de mujer en un vano intento de salvar su vida y miles de hombres armados en las calles de la ciudad colonial.
Para el 19 de febrero la gente en la ciudad a pesar del conflicto continuó celebrando y durante carnaval, los mercados de la ciudad estaban llenos de ladrones vendiendo el oro y la plata saqueados nuevamente a sus dueños o a los cholos y mestizos. Para el año 1784 era ya costumbre regocijar, bailar, jugar y formar comparsas para el carnaval de Oruro.
Harris considera que es con este trasfondo que la leyenda de la Virgen del Socavón de 1789 apareció favoreciendo a la rebelión ya que los indígenas veneraban a la Virgen de la Candelaria, mientras que los chapetones solían venerar a la Virgen del Rosario.
Según las creencias de los revolucionarios, la Virgen del Socavón habría tolerado a las deidades indígenas o "demonios" y, según Harris, si la leyenda es correcta, para 1790 los mineros de Oruro habrían movido la celebración de la Candelaria para carnaval y habrían añadido a los dioses indígenas, enmascarados como diablos cristianos, a las festividades.
Una generación después, en 1825, Bolivia alcanzó su independencia y Separación de los Virreinatos de la Plata y del Perú, el Carnaval de Oruro adoptó un nuevo significado para los residentes de Oruro.
Dos de las comparsas de diablada y la calle desde la cual el desfile comienza recibieron sus nombres en honor a Sebastián Pagador, uno de los héroes criollos de la revuelta. La plaza principal que está en la ruta del carnaval hacia el santuario de la Virgen del Socavón se denomina Plaza 10 de febrero recordando la fecha de la rebelión.
Julio Ríos
ME SOÑÉ CON EL CARNAVAL
ME SOÑÉ que, para conocer la esencia de la fiesta mayor del folclore boliviano, hay que mencionar el carnaval orureño.
ME SOÑÉ que en los pasados y no el actual (avasallado por el Coronavirus), asomaba amplificado a todo el país y enriquecido al mundo, con la presencia de comparsas de todos los departamentos de Bolivia, las carnestolendas de los Andes habían sido en sus albores una manifestación de fe y de regocijo, por entonces sólo reservada a cultores de la tradición nacional, es decir, a la esencia misma de lo folclórico.
ME SOÑÉ que en el tiempo y lo espectacular de las danzas, fueron cediendo paso a instituciones organizadas, a grupos juveniles de la sociedad y a una multitud de gente que sólo quería danzar, o en el mejor de los casos, difundir la coreografía de otras regiones del país.
ME SOÑÉ QUE, en el espectacular Carnaval de Oruro, sumaban miles de bailarines agrupados en comparsas llamativas por vestimentas y bailes. Eran portadores de una nacionalidad que se encumbraba en la danza, entre la reiteración de lo religioso y lo pagano.
ME SOÑÉ que allí, en medio de ese fervor beato y del sentimiento impío, resaltaba la Diablada, portadora de la más extraordinaria muestra de fe hacia la imagen de la Virgen del Socavón.
ME SOÑÉ que, en lo infernal de su aspecto, lo maravilloso de su danza y lo extraordinario de su atuendo, reflejaban el alto nivel de creación artesanal.
ME SOÑÉ con las máscaras, los bordados, la música y la sincronización de cientos de bailarines, que daban al carnaval de Oruro el mayor espectáculo del mundo, que le otorgaba a Oruro el título de Capital del Folclore Boliviano y, a nivel internacional, el de Patrimonio Intangible de la Humanidad.
ME SOÑÉ QUE visitar Oruro en esa festividad, era vivir inmerso en un mundo de fantasías donde el realismo mágico y lo real maravilloso, danzaban del brazo al compás de conjuntos musicales tradicionales.
LA NOSTALGIA DE PAPÁ
Carnaval de Oruro, incrustado en mis recuerdos de niño, joven y adulto. Hoy sumo en la mente comparsas de una espectacular coreografía, alucinantes disfraces y profunda devoción a la Virgen del Socavón. En el manantial de mi memoria, escucho un rugir de viento en la extendida ciudad de arena y mineral, donde el grano brota entre osamentas mineras en un ofertorio de angustia y soledad.
Pañuelo tendido al sol que no cicatriza las heridas en las rocas, por donde asomó, un día, el diabólico rostro del personaje del carnaval.
Allí, el polen de la rosa encarnada se anidó como un soplo de amor y de fe alumbrando la serenidad de la Madre de Dios. Después todo fue leyenda, cuando el dios de los abismos, soberano de tinieblas, llevó consigo el séquito infernal cargando serpientes en los brazos, dragones en la frente y alimañas en el pecho.
De pronto, el llanto fue sólo risa. La quietud se hizo danza. El silencio bullicio. La amargura alegría. Danzaron los demonios de dientes afilados, orejas colosales y narices de lagarto. Bailaron y saltaron los diablos del infierno con un aterrador ruido de espuelas como incesante picoteo de cuervos sobre la piel de los santos.
Con Lucifer y China Supay por delante, el cortejo infernal, con una arrogante danza, se fue rumbo al Calvario, donde el templo de fe iluminado, recibió a los danzarines, diablos con los rostros de los siete pecados, porque allí de hinojos, pidieron perdón a la santa imagen de la Virgen de Socavón. En la agonía de la tarde, todo se inundó de oración con plenitud de espíritu por las almas redimidas.
Cánticos de aleluya alumbraron las estrellas, cuando ya el sábado de carnaval entraba en domingo.
Después volvió el silencio a los corredores mineros y en una amalgama de ácidos nocivos, las apocalípticas entrañas de milenario granito, dejaron escuchar los latidos del estaño en las oscuras galerías, donde el miedo impera y la tos no cesa. Ya duerme el diablo, hasta la vuelta del carnaval de Oruro. (M.D. RIOS G.)
By Julio Ríos
I DREAMT ABOUT THE CARNIVAL
I DREAMED that, in order to know the essence of the biggest Bolivian folklore festival, it is necessary to mention the Orureño carnival.
I DREAMED of a beautiful dancer, very low-cut, young and very elegant. Naked body, as if Neruda would recite, through the delicate bustier she wore with bare skin underneath.
I DREAMED that in the past and not the present (overwhelmed by the Coronavirus), it was amplified to the whole country and enriched to the world, with the presence of troupes from all the departments of Bolivia, the carnestolendas of the Andes had been in its beginnings a manifestation of faith and rejoicing, at that time only reserved to the culturists of the national tradition, that is to say, to the very essence of folklore.
I DREAMED that in time and the spectacular nature of the dances, they gave way to organised institutions, to youth groups of society and to a multitude of people who only wanted to dance, or in the best of cases, to spread the choreography of other regions of the country.
I DREAMED THAT, in the spectacular Carnival of Oruro, there were thousands of dancers grouped in comparsas with striking costumes and dances. They were the bearers of a nationality that was rising in the dance, between the reiteration of the religious and the pagan.
I DREAMED that there, in the midst of that pious fervour and ungodly sentiment, the Diablada stood out, the bearer of the most extraordinary display of faith towards the image of the Virgen del Socavón.
I DREAMED that, in the hellishness of their appearance, the marvellous of their dance and the extraordinary of their attire, they reflected the high level of craftsmanship.
I DREAMED of the masks, the embroidery, the music and the synchronisation of hundreds of dancers, who gave the Oruro carnival the greatest show in the world, which gave Oruro the title of Capital of Bolivian Folklore and, on an international level, the title of Intangible Heritage of Humanity.
I DREAMED THAT to visit Oruro during that festival was to live immersed in a world of fantasies where magical realism and the marvellous real danced hand in hand to the beat of traditional musical groups.
DAD'S NOSTALGIA
Carnival of Oruro, embedded in my memories as a child, youth and adult. Today I recall in my mind comparsas of spectacular choreography, mind-blowing costumes and deep devotion to the Virgen del Socavón. In the spring of my memory, I hear a roar of wind in the extended city of sand and mineral, where the grain sprouts among mining bones in an offertory of anguish and loneliness.
A handkerchief stretched out in the sun that does not heal the wounds in the rocks, where, one day, the diabolical face of the character of the carnival peeped through.
There, the pollen of the incarnate rose nested like a breath of love and faith, illuminating the serenity of the Mother of God. Then everything became legend, when the god of the abysses, ruler of darkness, took with him the infernal retinue carrying snakes in his arms, dragons on his forehead and vermin in his chest.
Suddenly, the weeping was only laughter. Stillness became dance. Silence became noise. Bitterness joy. The demons with sharp teeth, colossal ears and lizard noses danced. The devils of hell danced and leapt with a terrifying clatter of spurs like the incessant pecking of crows on the skin of the saints.
With Lucifer and China Supay in front, the infernal cortege, with an arrogant dance, went to Calvario, where the illuminated temple of faith received the dancers, devils with the faces of the seven sins, because there, kneeling down, they asked for forgiveness to the holy image of the Virgin of Socavón. In the agony of the afternoon, everything was flooded with prayer with fullness of spirit for the redeemed souls.
Songs of alleluia lit up the stars, as the Saturday of carnival entered into Sunday.
Then silence returned to the mining corridors and in an amalgam of noxious acids, the apocalyptic bowels of millenary granite, let the tin beats be heard in the dark galleries, where fear reigns and coughing does not cease. The devil sleeps, until the return of the Oruro carnival. (M.D. RIOS G.)
Julio Ríos, escritor y crítico de arte, en la actualidad se desempeña como consultor, asesor de seguros y asesor en proyectos de redacción. Ha escrito los libros DIECIOCHO CRÓNICAS Y UN RELATO, la novela LA TRIADA DE LA MOSCA (Primera Edición 2008 y Segunda Edición 2016), y EL ALTO PARA TODOS (2017).