lunes, 15 de febrero de 2021

Fe en PANDEMIA


 

FE EN PANDEMIA

COVID – 19

 

 

EL TEMPLO DE LOS CARMELITAS

La Cuaresma

 

Es palabra de Dios

 

La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo.

La Cuaresma dura 40 días; comienza el miércoles de Ceniza y termina antes de la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo. A lo largo de este tiempo, sobre todo en la liturgia del domingo, hacemos un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes que debemos vivir como hijos de Dios.

El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia. Es un tiempo de reflexión, de penitencia, de conversión espiritual; tiempo de preparación al misterio pascual.

En la Cuaresma, Cristo nos invita a cambiar de vida. La Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo obras buenas. Nos invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo, ya que por acción de nuestro pecado, nos alejamos más de Dios.

Por ello, la Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida, hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos. En Cuaresma, aprendemos a conocer y apreciar la Cruz de Jesús. Con esto aprendemos también a tomar nuestra cruz con alegría para alcanzar la gloria de la resurrección.

La duración de la Cuaresma está basada en el símbolo del número cuarenta en la Biblia. En ésta, se habla de los cuarenta días del diluvio, de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, de los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública, de los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto.

En la Biblia, el número cuatro simboliza el universo material, seguido de ceros significa el tiempo de nuestra vida en la tierra, seguido de pruebas y dificultades.

La práctica de la Cuaresma data desde el siglo IV, cuando se da la tendencia a constituirla en tiempo de penitencia y de renovación para toda la Iglesia, con la práctica del ayuno y de la abstinencia.

Conservada con bastante vigor, al menos en un principio, en las iglesias de oriente, la práctica penitencial de la Cuaresma ha sido cada vez más aligerada en occidente, pero debe observarse un espíritu penitencial y de conversión.

La Cuaresma (en latín: quadragesima, ‘cuadragésimo día (antes de la Pascua)’)? es el tiempo litúrgico del calendario cristiano destinado a la preparación espiritual de la fiesta de la Pascua. Se trata de 40 días de purificación e iluminación interna,​ celebrado en las Iglesias católicas, copta, ortodoxa, anglicana, y buena parte de las protestantes, incluyendo algunas evangélicas aunque con inicios y duraciones distintas.

Rito de imposición de la ceniza, parte integral de la celebración litúrgica del Miércoles de Ceniza con que se inicia la Cuaresma en el rito romano. Se observa al celebrante con vestimenta de color morado, típica de este tiempo litúrgico, que simboliza la actitud penitencial.

En el rito latino, la Cuaresma comienza el Miércoles de Ceniza y termina justo antes de la Misa de la Cena del Señor en la tarde del Jueves Santo.​ La duración de cuarenta días proviene de varias referencias bíblicas y simboliza la prueba por la que pasó Jesús al permanecer durante 40 días en el desierto de Judea, previos a su misión pública. También simbolizan los 40 días que duró el diluvio universal, además de los 40 años de la marcha del pueblo israelita por el desierto, y las 40 décadas que duró la esclavitud de los hebreos en Egipto.

 








A lo largo del tiempo de Cuaresma, los cristianos son llamados a reforzar su fe mediante diversos actos de penitencia y reflexión. La Cuaresma tiene cinco domingos más el Domingo de Ramos (seis en total), en cuyas lecturas los temas de la conversión, el pecado, la penitencia y el perdón son dominantes.

Es, por excelencia, el tiempo de conversión y penitencia del año litúrgico. Por eso, en la misa católica no se canta el Gloria en los ritos iniciales (excepto el jueves santo, en la misa de la cena del Señor, con el que inicia la Pascua o en fiestas y solemnidades: La solemnidad de San José siempre cae en Cuaresma), ni el Aleluya antes del evangelio.

El color litúrgico asociado a este período es el morado, asociado a la penitencia y el sacrificio, a excepción del cuarto domingo que se usa el rosa, mezcla de morado y blanco. El Domingo de Ramos, llamado Domingo de la Pasión se usa el color rojo por ser ya la celebración en día de precepto de la Pasión de Cristo. Existen evidencias de la existencia de prácticas cuaresmales, en particular del ayuno como preparación de la Pascua, desde fines del siglo II y principios del siglo III. Desde el año 322 existen noticias de la Cuaresma en Oriente, mientras que en Roma se celebró con seguridad al menos desde 385. En los primeros tiempos de la Iglesia, la duración de la Cuaresma variaba. Finalmente en el siglo IV se fijó su duración en 40 días, con inicio seis semanas antes del domingo de Pascua. Por tanto, un domingo llamado precisamente «domingo de cuadragésima».

En los siglos VI-VII cobró gran importancia el ayuno como práctica cuaresmal, presentándose un inconveniente: desde los orígenes nunca se ayunó en domingo por ser día de fiesta, la celebración del Día del Señor. Para respetar el domingo y, a la vez, tener cuarenta días efectivos de ayuno durante la Cuaresma, en el siglo VII, se agregaron cuatro días más antes del primer domingo, estableciendo los cuarenta días de ayuno, para imitar el ayuno de Cristo en el desierto.

Eran exactamente cuarenta los días que van del Miércoles de Ceniza al Sábado Santo, sin contar los domingos.

Con la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II se prefirió excluir del periodo cuaresmal los días del entonces llamado Triduo Sacro ya que no eran en realidad una conclusión de la Cuaresma sino ya una celebración de la Pascua entendida como el paso de la muerte a la vida (y no solo la resurrección) por lo que la Cuaresma, a pesar de no durar ya los 40 días medievales, termina el Jueves Santo después del oficio de Nona (Hora intermedia) que suele corresponder a las 3 de la tarde, con lo que las celebraciones de la Cena del Señor no forman parte de la Cuaresma. A día de hoy, tampoco hay un ayuno tan estricto: solo se conserva para el Miércoles de Ceniza y el Viernes (y el Sábado si es posible) Santos, aunque este último no es un ayuno penitencial sino un ayuno pascual. Los viernes de Cuaresma se tiene abstienencia de carne (salvo en las solemnidades).

La Pascua tiene mucha relación con el calendario agrícola y el tiempo de renovación de la tierra. Para calcular su celebración se toman en cuenta el sol y la luna (sol de primavera y luna llena). En ese sentido, se debe buscar el primer domingo posterior a la primera luna llena de primavera septentrional (Hemisferio Norte), que es la fecha de la Pascua de Resurrección. Una vez encontrada la Pascua, los seis domingos anteriores serán domingos de Cuaresma, empezando la misma el miércoles anterior al primer domingo.

Según el pasaje del Libro de Isaías 58:6-9 utilizado en celebraciones litúrgicas cuaresmales, el ayuno agradable a Dios consiste en compartir el pan con el hambriento, dejar entrar en la casa a los pobres sin techo, vestir al que se ve desnudo y no volver la espalda a los demás.

La práctica de la Cuaresma data del siglo IV, cuando se da la tendencia para constituirla en tiempo de penitencia y de renovación para toda la Iglesia, con el ejercicio del ayuno y de la abstinencia de ingesta de carne. Conservada con bastante vigor —al menos en un principio— en las iglesias de Oriente, la práctica penitencial de la Cuaresma se aligeró en Occidente, aunque debe observarse un espíritu penitencial, de conversión y de oración.

En el presente, más que el simple ayuno de comida, se incentivan prácticas que afectan áreas más personales de la vida: «se trata de ayunar de la comodidad, de una vida fácil, de la mínima resistencia, de la mentalidad gregaria, del placer por el placer. Y sobre todo, se trata de ayunar del poder, la autocomplacencia y la gloria [...] ayunar de egoísmo, insensibilidad e inhumanidad. Es ayunar de competitividad y beneficios a costa de otros; de las formas de proceder del mundo y de los reinos construidos con la acumulación de bienes a costa de las enormes necesidades de todos los que habitan en la tierra»,​ como forma de interpretar un pasaje bíblico utilizado en la liturgia de Cuaresma.

 








 Julio Ríos

ES PALABRA DE DIOS

Las virtudes teologales calaron en mi espíritu y me permitieron acercarme a Dios con esa fe inquebrantable de “mover montañas”, advertir que, es la esperanza lo único que jamás se pierde, y que el amor a la humanidad o la caridad, que es una oración en silencio, hace evidente la expresión divina: “amaos los unos a los otros”.

El tempo de la Orden de las Carmelitas Descalzas OCD, me abrió las puertas desde mi matrimonio hasta los actuales días. Hace más de una década mi encuentro con Dios fue indeleble y mi necesidad de asistir los domingos a escuchar su palabra, se volvieron un compromiso revestido de necesidad espiritual, necesidad de oración, búsqueda de paz, petición al Altísimo e invocación de paz.

Mi obligación en términos de sinceridad, fueron una promesa interna y la apertura de un diálogo con Dios que nunca me abandono, no obstante, las vicisitudes, las amarguras, los fracasos. Desde el momento en que asumí esta realidad bendecida y que se inició con mi confesión ante el R. P. Monseñor Gonzalo del Castillo (OCD), que hoy de Dios gozs, tuvo en mí una grata acogida de enriquecimiento para el alma y advertir que no estoy sólo cuando tengo a Dios en mi corazón.

Alimentado por el bellísimo poema del estilo de la gran mística española Santa Teresa de Ávila, una de las mejores maestras de la vida espiritual de la Iglesia, mi oración se hizo perene. Santa Teresa es considerada la primera gran escritora en lengua castellana, y sus trazados son un modelo seguro en los caminos de la plegaria y de la perfección.

Nada te turbe,/ Nada te espante,/ Todo se pasa,/ Dios no se muda, /La paciencia/ Todo lo alcanza;/ Quien a Dios tiene/ Nada le falta:/ Sólo Dios basta.

Sabio, profundo, poético, asoma como un bálsamo para la paz. Cada día, luego de agradecer a Dios por un día más de vida, lo repito con fervor, con devoción, pidiendo al Niño de Praga y a la Virgen de Copacabana, no permitan que yo entre en desgracia, que me levante, que cuiden mi vida, y la vida de mis seres amados. San Judas Tadeo, San José María Escrivá de Balague, Beato Álvaro del Portillo, el arcángel Uriel y todos lso que están insertos en mis espacios íntimos, me dan el tiempo para invocarlos y pedirles por mi vida y por mi futuro.

La Virgen de Copacabana, llegó a mí por la educación espiritual de mis padres. Mi padre ha visto milagros en la mano de la Candelaria y su presencia me ayuda a mantener inquebrantables las virtudes teologales. El Niño de Praga, tan santo y puesto de relieve en la Parroquia de los Carmelitas, está en mi corazón. La virgen, él, y el alma de mi abuela Raquel Gastelú, forman el legado religioso y sublime en el que me apoyo ahora y siempre: EL NIÑO DE PRAGA.

Todos los domingos, está el coro dirigido por Gabriela Soleto. El que cantaba oficialmente en la misa de las 12:00, con el acompañamiento de un órgano eléctrico y algunos instrumentos, hoy está en receso a consecuencia de la pandemia por la vigencia de la Covid 19. Hoy canta un coro de voces jóvenes dirigidas por una mujer que irradia paz y permite que el arte sonoro de alabanza complete una estadía bendecida todos los domingos a medio día.

A pocos días de la aurora del miércoles de ceniza, completo mi crónica expresando: Del mismo modo que, al final del invierno, cuando vuelve la primavera, el navegante arrastra hasta el mar su nave, el soldado limpia sus armas y entrena su caballo para el combate, el agricultor afila la hoz, el peregrino fortalecido se dispone al largo viaje y el atleta se despoja de sus vestiduras y se prepara para la competición; así también nosotros, al inicio de este ayuno, casi al volver una primavera espiritual, limpiamos las armas como los soldados; afilamos la hoz como los agricultores; como los marineros disponemos la nave de nuestro espíritu para afrontar las olas de las pasiones absurdas; como peregrinos reanudamos el viaje hacia el cielo; y como atletas nos preparamos para la competición despojándonos de todo.  

By Julio Ríos

IT IS THE WORD OF GOD

The theological virtues permeated my spirit and allowed me to approach God with that unshakeable faith of "moving mountains", to realise that hope is the only thing that is never lost, and that love for humanity or charity, which is a silent prayer, makes evident the divine expression: "love one another".

The tempo of the Order of the Discalced Carmelite Nuns, OCD, opened doors for me from my marriage to the present day. More than a decade ago my encounter with God was indelible and my need to attend on Sundays to listen to his word, became a commitment with a spiritual need, a need for prayer, a search for peace, a petition to the Most High and an invocation of peace.

My obligation in terms of sincerity was an internal promise and the opening of a dialogue with God who never abandoned me, despite the vicissitudes, bitterness and failures. Gonzalo del Castillo (OCD), who today is God's gozs, it was a welcome enrichment for my soul and a realisation that I am not alone when I have God in my heart.

Nourished by the beautiful poem in the style of the great Spanish mystic Saint Teresa of Avila, one of the greatest teachers of the spiritual life of the Church, my prayer became perennial. Saint Teresa is considered the first great writer in the Spanish language, and her lines are a sure model in the ways of prayer and perfection.

Nada te turbe,/ Nada te espante,/ Todo se pasa,/ Dios no se muda, /La paciencia/ Todo lo alcanza;/ Quien a Dios tiene/ Nada le falta:/ Sólo Dios basta.

Wise, profound, poetic, it appears as a balm for peace. Every day, after thanking God for one more day of life, I repeat it with fervour, with devotion, asking the Child of Prague and the Virgin of Copacabana not to let me fall into misfortune, to let me get up, to take care of my life, and the lives of my loved ones. St. Jude Thaddeus, St. Joseph Mary Escriva de Balague, Blessed Alvaro del Portillo, the archangel Uriel and all those who are inserted in my intimate spaces, give me the time to invoke them and ask them for my life and my future.

The Virgin of Copacabana came to me through the spiritual education of my parents. My father has seen miracles in the hand of Candelaria and her presence helps me to keep the theological virtues unshakable. The Infant of Prague, so holy and highlighted in the Carmelite parish, is in my heart. The Virgin, he, and the soul of my grandmother Raquel Gastelú, form the religious and sublime legacy on which I rely now and always: THE CHILD OF PRAGUE.

Every Sunday, there is a choir. The one that used to sing officially at the 12 o'clock mass, with the accompaniment of an electric organ and some instruments, is now in recess as a result of the pandemic due to Covid 19. Today a choir of young voices sings, led by a woman who radiates peace and allows the sonorous art of praise to complete a blessed stay every Sunday at noon.

A few days before the dawn of Ash Wednesday, I complete my chronicle by expressing: Just as, at the end of winter, when spring returns, the sailor drags his ship to the sea, the soldier cleans his weapons and trains his horse for combat, the farmer sharpens his sickle, the strengthened pilgrim prepares for the long journey, and the athlete strips off his clothes and prepares for competition; so we too, at the beginning of this fast, almost at the return of a spiritual spring, clean our weapons like soldiers; we sharpen our sickles like farmers; like sailors we prepare the ship of our spirit to face the waves of absurd passions; like pilgrims we resume the journey towards heaven; and like athletes we prepare for the competition by stripping ourselves of everything. 

 
Gabriela Soleto, directora del coro de la Parroquia





Julio Ríos, escritor y crítico de arte, en la actualidad se desempeña como consultor, asesor de seguros y asesor en proyectos de redacción. Ha escrito los libros DIECIOCHO CRÓNICAS Y UN RELATO, la novela LA TRIADA DE LA MOSCA (Primera Edición 2008 y Segunda Edición 2016), y EL ALTO PARA TODOS (2017).