viernes, 12 de febrero de 2021

TESTIMONIO DEL CARNAVAL PACEÑO


TESTIMONIO DEL CARNAVAL PACEÑO

APUNTES EN PANDEMIA

COVID - 19 

EL PEPINO

Emigraron desde Francia sus atuendos, pero en la ciudad de La Paz los nacionalizaron, los perfeccionaron, los acomodaron. Una máscara sarcástica de mirada burlona, de ojos calculados con geometría; boca de labios gruesos, lista para gritar con alegría; orejas grandes para escuchar el sonido de la algarabía, y un cuerpo de cuatro figuras, dos cuadradas y otras dos alargadas, perfeccionando su físico.

Por lo estirado, cual si fuera un chorizo o un alimento que completa las ensaladas, recibió el nombre de Pepino. Su madre fue una trabajadora de costuras y su padre un payaso de nombre Pierrot, nacido en París.

Llega a La Paz en los días del carnaval. Su misión es hacer de la alegría un himno exagerado de coreografías sin límite. Caminar, correr, saltar, revolcarse y molestar a todo transeúnte que recibe un seco y nada contundente golpe, cual caricia de leopardo, de mano de su “matasuegra” bicolor, una especie de cachiporra de cartón bordada de colores chillones con la que el Pepino juega, fastidia, entretiene, ríe y también llora.

Los niños le persiguen, las señoras pitucas le huyen, las chicas lo mojan con globos de agua, los jóvenes lo inundan vaciándole uno, dos, tres, cuatro baldes. Las avenidas Camacho y 16 de Julio se llenan de comparsas, sumándose grupos que llegan a más de mil pepinos.

Detrás de la máscara del Pepino asoma un ser humano que puede ser una mujer o puede ser un hombre. Puede estar feliz, puede estar triste, aun si el carnaval los llame sólo a divertirse, a alegrarse o a moverse con entusiasmo desbordado. Así, cual polícromo envuelto de serpentina, este personaje eminentemente paceño olvida amarguras, vicisitudes y problemas. Mira con ojos picarescos pero renovados, sin que se atufen o se cieguen por la angustia de existir.

Unas cervezas le dan valor, aunque a veces este aperitivo carnavalesco se consuma desmedido. Entonces el Pepino pierde el sentido de la conciencia y termina tirado en la calle, o en la comisaría, o muerto.

¿Podría tan curioso protagonista anónimo detrás de la careta encontrarse sobrio acaso? ¿Podría concentrarse en el ánimo que entraña el carnaval sin estar chispeado? No. Imposible, porque la metamorfosis de ser humano a Pepino lo convierte en un saltimbanqui audaz y zalamero. No mide consecuencias, mas controla sus pasiones, y todo es broma, todo es jolgorio, todo es el espíritu de la sonrisa que brilla en su careta, de la burla hacia cuanta persona se cruza con su presencia. Seriedad no es una palabra que afine para la circunstancia.

Ya al caer la noche, la nostalgia que cubre su careta poco a poco se apaga como un foco que difumina la luz del carnaval.

Y el recuerdo de un grupo de niños que a viva voz festeja: ¡Pepino, chorizo, Pepino, chorizo, Pepino, chorizo! ¡Sin calzón! surge como inferencia de la fiesta carnavalesca de la ciudad de La Paz.














Julio Ríos

“POLICROMO TURBIÓN DE SERPENTINA”

¿Quién se esconde detrás del disfraz? ¿Quién está detrás de esa policromía?. ¿Quién golpea al transeúnte, espectador o público con esa "matasuegra” bicolor?

Es el hijo natural del Carnaval. No tiene certificado de nacimiento, sino antecedente de un día de farra que lo convirtió en un saltimbanqui audaz y atorrante que por sus actos fue a dar a una comisaría. Allí se le registró.

Tampoco en los estudios e investigaciones se concluyó en su origen. Seguramente se descubrió a un pariente francés de aquella máscara de traje enteramente blanco y protagonista de las pantomimas callejeras que, vestido también de blanco, asomaba con el rostro cubierto de harina.

Se le llama, el Pepino, y no es un payaso boliviano, ni un Pierrot. No. Está comprobado que su identidad es anónima.

¿Qué o quién es el Pepino? Una imagen expósita que se pierde en un cuento de la Cenicienta, pero en la ciudad de La Paz. Ahí nació, y luego del embarazo desconocido —metamorfosis de hombre a bufón callejero— el parto fue realizado por una costurera, la que hizo que se concibiera una careta graciosa de expresión amena, tierna y a la vez alegre. Muy simple.

No se lo invita a las fiestas en casa. Su lugar es otro: la ciudad. Su atmósfera: el aire, la luz, la algazara. Mira, grita, salta, se divierte con los pies, con las manos y con el corazón, corre por las arterias de la ciudad, molestando a uno y otro, que de pronto alguien en defensa le arremete con el globo de agua o el balde cuyo líquido incoloro es arrojado al Pepino hasta dejarlo totalmente mojado. Y los niños alegres, divertidos por los ademanes y picardías del Pepino, acompañan el juego del Carnaval con la frase: "Pepino, chorizo, Pepino, chorizo, sin calzón…”

¿Y su cuerpo? Más sencillo aún. La costurera hizo posible que una sola pieza diera a luz al conjunto del Pepino en forma de un chorizo pintado de dos, cuatro, seis o más colores.

Llega la fiesta del Carnaval. Centenares de Pepinos invaden las céntricas calles de la ciudad de La Paz y dan rienda suelta a su alegría y a su insolencia, manipulando un arma llamada "chorizo” que más adelante se la conoció con el nombre de "matasuegra”. La gente contempla sonriente las picardías que acometen los Pepinos, mediante bromas y ademanes propios del Carnaval, en el marco de un jolgorio que no tiene parangón en ninguna parte.
 
Concluye la fiesta del carnaval. La ciudad se pierde en un tránsito poco regular y su panorama inscribe una estela de tristeza. Y poco a poco todo retorna a la normalidad. El disfraz del Pepino termina archivado en el viejo baúl, en el depósito o finalmente en un bote de basura entremezclado con mixtura y serpentina... Y a lo lejos del centro de la capital, se divisa un rostro con fracciones geométricas, una agresiva nariz respingada, dos ojos triangulares y una boca de labios gruesos similares a dos sonrisas sarcásticas. Es la careta de tan curioso personaje paceño.

 

 By Julio Ríos

"POLYCHROME SERPENTINE TURMOIL".

Who hides behind the costume, who is behind that polychrome, who hits the passer-by, spectator or public with that two-colored "matasuegra", who is Pepino looking at, the very low-cut shirt he wears with bare skin underneath?

It is the natural son of Carnival. He has no birth certificate, but a record of a day of partying that turned him into a daring and brash jumper who, because of his actions, ended up in a police station. There he was registered.

Neither in the studies and investigations was his origin concluded. Surely a French relative was discovered of that mask of entirely white suit and protagonist of the street pantomimes that, dressed also in white, appeared with the face covered with flour.

He is called Pepino, and he is not a Bolivian clown, nor a Pierrot. No. It has been proven that his identity is anonymous.

What or who is El Pepino? An exposed image that is lost in a Cinderella story, but in the city of La Paz. There he was born, and after the unknown pregnancy - metamorphosis from man to street buffoon - the birth was performed by a seamstress, who made him conceive a funny mask of pleasant, tender and at the same time cheerful expression. Very simple.

He is not invited to parties at home. Its place is different: the city. Its atmosphere: the air, the light, the noise. He looks, shouts, jumps, has fun with his feet, with his hands and with his heart, runs through the arteries of the city, annoying one and all, that suddenly someone in defense lunges at him with the water balloon or the bucket whose colorless liquid is thrown at the Pepino until he is completely wet. And the happy children, amused by the Pepino's gestures and mischievousness, accompany the Carnival game with the phrase: "Pepino, chorizo, Pepino, chorizo, without underpants..."

And his body? Even simpler. The seamstress made it possible for a single piece to give birth to the whole Cucumber in the form of a sausage painted in two, four, six or more colors.

Carnival arrives. Hundreds of Pepinos invade the central streets of the city of La Paz and give free rein to their joy and insolence, manipulating a weapon called "chorizo" that later became known as "matasuegra". The people contemplate smiling the mischief that the Cucumbers undertake, through jokes and gestures typical of the Carnival, in the context of a revelry that has no equal anywhere.
 
The Carnival party comes to an end. The city is lost in an irregular traffic and its panorama inscribes a trail of sadness. And little by little everything returns to normal. The Pepino's costume ends up filed in the old trunk, in the warehouse or finally in a garbage can intermixed with mix and serpentine? And far away from the center of the capital, a face with geometric fractions, an aggressive upturned nose, two triangular eyes and a mouth with thick lips similar to two sarcastic smiles can be seen. It is the mask of such a curious character from La Paz.

 








 
Julio Ríos, escritor y crítico de arte, en la actualidad se desempeña como consultor, asesor de seguros y asesor en proyectos de redacción. Ha escrito los libros DIECIOCHO CRÓNICAS Y UN RELATO, la novela LA TRIADA DE LA MOSCA (Primera Edición 2008 y Segunda Edición 2016), y EL ALTO PARA TODOS (2017).