viernes, 29 de enero de 2021


 


Gil Imaná en la eternidad


POR JULIO RÍOS CALDERÓN

Página Siete, viernes 29 de enero de 2021

 

Falleció el consagrado pintor boliviano Gil Imaná a los 88 años de edad. Chuquisaca le vio crecer bajo los cielos electrizados de Sucre. Su convivencia con los artesanos encendió en él un sentimiento nacionalista capaz de traducir en arte aquellas imágenes imborrables de los hombres de Yotala, Culpina y Turuchipa, por donde anduvo juguetona su niñez.

En Gil Imaná se hermanó la sencillez con la creatividad y la certeza con la pasión. Allí surge el hombre artista cuya obra inspiró confianza en quien apreció su contenido y elaboración.

En la inquietud de aquellos días tempranos saturados de curiosidad, entre textiles, autóctonos y ocasos vespertinos, surgieron las ideas de sus primeras tareas coloreadas por la melancolía de los olvidados.

El tiempo dejó atrás al niño que dibujaba en la corteza de los zapallos. Al que pintaba figuras en cartulina y luego las recortaba. Distantes se hicieron las horas juveniles del estudiante de arte, inmerso en la sórdida atmósfera de la morgue donde dibujaba laos cadáveres para compenetrarse de los secretos del hombre en una suerte de espíritu leonardino. Cuerpos y almas se amalgamaron en pos de un destino: crear la belleza para eternizar la obra.

En un alma sencilla sólo puede anidar la sobriedad. Así entendió, sin duda, aquel maestro lituano, Juan Rimsa, quien guió los pasos de Gil Imaná con esa convicción propia del que sabe hasta donde puede llegar un artista.

Así surgió el artista Imaná, el que un día expuso dibujos, grabados, acuarelas y óleos encuadrados en la denuncia social, para que el mundo conociera la injusticia humana sobre un suelo de barro, tierra y pedrones, origen de sus cuadros: Lágrimas del tiempo, Raíces, El hombre y su tierra. Sólo tierra gris, La larga espera, Tiempo de soledades, Ilusión Mágica Gris y tierra.

En cada esbozo, en cada título, se desangra el alma del pueblo, y desde la humedad de los surcos rociados de llanto, el tramo del hombre se hace carne en cada trazo del lápiz o el pincel.

Pero Gil Imaná fue un hombre de profundas meditaciones. Ante el ancestro que vibra en el latido de cada vena, hubo una razón muy particular para comprender la vida gastada en las entrañas de la mujer amada, de que es madre fecunda y tierna, como la semilla de los rubios trigales hecha más tarde bendita hogaza.

El fruto amargo perpetuado en las telas de Gil Imaná, tubo su trascendencia artística la imagen doliente de una nación ahogada en el silencio del llanto oculto agudizando el drama.

Allí no se detuvo la inspiración. Una idea fija arrancada de la tierra haría el papel de “leit motiv” de su pintura: La Mujer. Desde la grandiosidad milenaria de la “Pacha Mama”, surgieron ideas traducidas en la geometría de las líneas, en la sobriedad de la pintura, en el simbolismo de los anillos faciales, en la fuerza y perpetuidad del talento. Todo quedó traducido en la discreción polícroma de ocres y grises, como el alma del hombre del altiplano.

En abril del año 2017, Gil Imaná donó todo su patrimonio a la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia (FCBCB), todo su patrimonio artístico, que incluye un inmueble ubicado en el barrio de Sopocachi de la ciudad de La Paz (calle Aspiazu y 20 de Octubre) y varias colecciones que suman aproximadamente seis mil piezas. Una mitad corresponde a la obra en cerámica, escultura y pintura de Inés Córdova, su esposa, y del propio Gil Imaná; y la otra, pertenece a colecciones de pintura contemporánea de creadores bolivianos y latinoamericanos, objetos coloniales, cerámicas y tejidos andinos prehispánicos. Junto a su esposa, la artista Inés Córdova, han creado importantes obras murales. Su casa-taller en La Paz fue declarada patrimonio cultural de la ciudad, y en Sucre, mediante ley municipal, todos sus murales han sido declarados patrimonio histórico de Bolivia.

Gil Imaná falleció el 28 de enero de 2021 en la ciudad de La Paz, donde residía.  


JULIO RÍOS, ES ESCRITOR Y CONSULTOR