viernes, 18 de diciembre de 2020

2020 EL AÑO DE BEETHOVEN MUSICO, HÉROE Y PERSONAJE


 2020

 EL AÑO DE BEETHOVEN

MUSICO, HÉROE Y PERSONAJE 

 
HOMENAJE EN 

TIEMPOS DE LA 

COVID – 19 

Nació en Bonn, Alemania, el 16 de diciembre de 1770. El mundo celebra los 250 años del nacimiento de Ludwig van Beethoven, que concibió la mayor parte de su obra aislado por la sordera. Beethoven falleció en Viena en 1827. 

¿Por qué ha fascinado por generaciones su música? ¿Qué hubiera sido de la humanidad sin Beethoven? Se habría quedado desde luego, como hasta hoy los tiene, con esos grandes genios del pentagrama clásico como Juan Sebastian Bach, Wolfgang Amadeus Mozart y otros célebres compositores más que han deleitado por siglos a la humanidad.

Nueve sinfonías, cinco conciertos para piano y orquesta, uno para violín y orquesta, 32 sonatas, una ópera y dos misas, entre cuarteros, tríos, bagatelas, este portentoso registro de composiciones, constituyen las principales obras de un vasto repertorio musical que consagraron a Ludwig Van Beethoven como el compositor que revolucionó la música clásica durante las primeras tres décadas del siglo XIX.

Aunque realizó su primera composición a la edad de 11 años, en 1781, con su obra Nueve Variaciones para Piano Sobre una Marcha de Dressler, los musicólogos han señalado que fue en el arranque de la centuria decimonónica cuando el talentoso compositor alemán logró imprimir a su música un sello incomparable, personalísimo, inconfundible y único.

Muchas veces la obra de los genios suele ser su máscara, su embozo. No es el caso de Ludwig van Beethoven (1770-1827). Esta vez la obra no tapa al creador. Cualquiera podría tararear su música —se ha empleado como banda sonora de películas y series, incluso cuenta con adaptaciones rockeras—, pero es que además conocemos bien su rostro (hay más retratos de él que si entonces hubieran existido los selfis), su vida y amores (o desamores), sus manías, su mal genio; hechos probados y anécdotas, y leyendas inventadas de propina. Fue, sigue siendo y será una figura estelar de la música. Este 2020 se cumple el 250º aniversario de su nacimiento y dos ciudades se aprestan a celebrarlo: Bonn (Alemania), donde nació y creció, y Viena (Austria), donde pasó la vida adulta, hasta su muerte.

Sus abuelos procedían de Flandes (de ahí el Van del apellido), pero se establecieron en la ciudad alemana ya que en esa corte su abuelo obtuvo cargos musicales, al igual que ocurriría más tarde con el propio padre de Beethoven. Ludwig, segundo de los siete hijos que tuvo la familia (solo tres sobrevivieron), nació el 16 de diciembre de 1770 en el número 20 de la calle Bonngasse, en una casa burguesa convertida ahora en museo. Allí pasó sus primeros cuatro años, y allí se exhiben hoy manuscritos originales, retratos e instrumentos. Luego la familia se trasladó a la cercana plaza Auf dem Dreieck, más tarde a Rheingasse 24, y finalmente a Wenzelgasse; preludio, tal vez, del hábito que heredó el músico de cambiar frecuentemente de domicilio.

Su padre quería que el chico fuera, al igual que Mozart, un genio precoz; Ludwig dio su primer concierto con solo 7 años, en la vecina Colonia. A los 10 tocaba el órgano en las misas de la parroquia de San Remigio, y a los 14 cobró su primer sueldo como organista de la Schlosskirche o de la capilla de la Residencia del Príncipe Elector de Colonia. Sería uno de los primeros músicos en vivir libremente de su oficio, y no como empleado de alguna corte, aristócrata o dignatario religioso.

La ciudad que le vio nacer, Bonn, va a tirar la casa por la ventana. Y no es la primera vez: en 1845, con motivo del 75º aniversario del nacimiento, se erigió en la Münsterplatz, frente a la catedral, la estatua que ahora preside la plaza, que queda a unos 500 metros de su casa-museo de Bonngasse, en pleno centro peatonal. Cerca también se construyó el Beethovenhalle, una sala de conciertos con su nombre.

Alemania ha convertido este aniversario en una cuestión de Estado, y para ello ha destinado 27 millones de euros. La etiqueta publicitaria parece el código de un aeropuerto galáctico: BTHVN2020. Cada letra corresponde (en alemán) a un rasgo a destacar del compositor: B de Bürger (ciudadano, en el sentido moderno de la Revolución Francesa), T de Tonkünstler (compositor), H de Humanist (humanista), V de Visionär (visionario) y N de Natur (naturaleza en sentido filosófico, que compartía con su amigo Goethe).

Compositor alemán, provino en el seno de una familia de origen flamenco, su padre, ante las evidentes cualidades para la música que demostraba el pequeño Ludwig, intentó hacer de él un segundo Mozart, aunque con escaso éxito.

La verdadera vocación musical de Beethoven no comenzó en realidad hasta 1779, cuando entró en contacto con el organista Christian Gottlob Neefe, quien se convirtió en su maestro. Él fue, por ejemplo, quien le introdujo en el estudio de Johann Sebastian Bach, músico al que Beethoven siempre profesaría una profunda devoción.

Miembro de la orquesta de la corte de Bonn desde 1783, en 1787 Ludwig van Beethoven realizó un primer viaje a Viena con el propósito de recibir clases de Mozart. Sin embargo, la enfermedad y el posterior deceso de su madre le obligaron a regresar a su ciudad natal pocas semanas después de su llegada.

En 1792 Beethoven viajó de nuevo a la capital austriaca para trabajar con Haydn y Antonio Salieri, y se dio a conocer como compositor y pianista en un concierto que tuvo lugar en 1795 con gran éxito. Su carrera como intérprete quedó bruscamente interrumpida a consecuencia de la sordera que comenzó a afectarle a partir de 1796 y que desde 1815 le privó por completo de la facultad auditiva.

Los últimos años de la vida de Beethoven estuvieron marcados también por la soledad y una progresiva introspección, pese a lo cual prosiguió su labor compositiva, e incluso fue la época en que creó sus obras más impresionantes y avanzadas.

La tradición divide la carrera de Beethoven en tres grandes períodos creativos o estilos, y si bien el uso los ha convertido en tópicos, no por ello resultan menos útiles a la hora de encuadrar su legado.

La primera época abarca las composiciones escritas hasta 1800, caracterizadas por seguir de cerca el modelo establecido por Mozart y Joseph Haydn y el clasicismo en general, sin excesivas innovaciones o rasgos personales. A este período pertenecen obras como el célebre Septimino o sus dos primeros conciertos para piano.





Una segunda manera o estilo abarca desde 1801 hasta 1814, período este que puede considerarse de madurez, con obras plenamente originales en las que Ludwig van Beethoven hace gala de un dominio absoluto de la forma y la expresión (la ópera Fidelio, sus ocho primeras sinfonías, sus tres últimos conciertos para piano, el Concierto para violín).

La tercera etapa comprende hasta la muerte del músico y está dominada por sus obras más innovadoras y personales, incomprendidas en su tiempo por la novedad de su lenguaje armónico y su forma poco convencional; la Sinfonía n.º 9, la Missa solemnis y los últimos cuartetos de cuerda y sonatas para piano representan la culminación de este período y del estilo de Ludwig van Beethoven.

Las obras de Beethoven anticiparon muchos de los rasgos que habían de caracterizar la posterior música romántica e, incluso, la del siglo XX. Su producción, en efecto, se sitúa entre el clasicismo de Mozart y Haydn y el romanticismo de un Schumann o un Brahms. No cabe duda que, como compositor, señala un antes y un después en la historia de la música y refleja, quizá como ningún otro artista (a excepción del pintor español Francisco de Goya, contemporáneo suyo), no sólo el cambio entre el gusto clásico y el romántico, entre el formalismo del primero y el subjetivismo del segundo, sino también entre el Antiguo Régimen y la nueva situación social y política surgida de la Revolución Francesa.

Efectivamente, en 1789 caía La Bastilla y con ella toda una concepción del mundo que incluía el papel del artista en su sociedad. Siguiendo los pasos de su admirado Mozart, Ludwig van Beethoven fue el primer músico que consiguió independizarse y vivir de los encargos que se le realizaban, sin estar al servicio de un príncipe o un aristócrata, si bien, a diferencia del salzburgués, él consiguió triunfar y ganarse el respeto y el reconocimiento de sus contemporáneos.


















Julio Ríos

Empieza el año Beethoven: un aniversario heroico. Si se le pregunta a alguien qué música le gusta y responde que Beethoven, nos quedaremos convencidos realmente de sus buenos gustos musicales. El compositor alemán está más allá del bien y del mal (musicalmente hablando). Si te gusta la música, te gusta Beethoven, aunque tu estilo favorito sea el pop. Y si ya en vida despertó admiración, con el paso del tiempo su figura y legado no han hecho sino agigantarse.

Muchas veces la obra de los genios suele ser su máscara, su embozo. No es el caso de Ludwig van Beethoven (1770-1827). Esta vez la obra no tapa al creador. Cualquiera podría tararear su música —se ha empleado como banda sonora de películas y series, incluso cuenta con adaptaciones rockeras—, pero es que además conocemos bien su rostro (hay más retratos de él que si entonces hubieran existido los selfis), su vida y amores (o desamores), sus manías, su mal genio; hechos probados y anécdotas, y leyendas inventadas de propina. Fue, sigue siendo y será una figura estelar de la música. Este 2020 se cumple el 250º aniversario de su nacimiento y dos ciudades se aprestan a celebrarlo: Bonn (Alemania), donde nació y creció, y Viena (Austria), donde pasó la vida adulta, hasta su muerte.

Sus abuelos procedían de Flandes (de ahí el Van del apellido), pero se establecieron en la ciudad alemana ya que en esa corte su abuelo obtuvo cargos musicales, al igual que ocurriría más tarde con el propio padre de Beethoven. Ludwig, segundo de los siete hijos que tuvo la familia (solo tres sobrevivieron), nació el 16 de diciembre de 1770 en el número 20 de la calle Bonngasse, en una casa burguesa convertida ahora en museo. Allí pasó sus primeros cuatro años, y allí se exhiben hoy manuscritos originales, retratos e instrumentos. Luego la familia se trasladó a la cercana plaza Auf dem Dreieck, más tarde a Rheingasse 24, y finalmente a Wenzelgasse; preludio, tal vez, del hábito que heredó el músico de cambiar frecuentemente de domicilio.

Su padre quería que el chico fuera, al igual que Mozart, un genio precoz; Ludwig dio su primer concierto con solo 7 años, en la vecina Colonia. A los 10 tocaba el órgano en las misas de la parroquia de San Remigio, y a los 14 cobró su primer sueldo como organista de la Schlosskirche o de la capilla de la Residencia del Príncipe Elector de Colonia. Sería uno de los primeros músicos en vivir libremente de su oficio, y no como empleado de alguna corte, aristócrata o dignatario religioso.

La ciudad que le vio nacer, Bonn, va a tirar la casa por la ventana. Y no es la primera vez: en 1845, con motivo del 75º aniversario del nacimiento, se erigió en la Münsterplatz, frente a la catedral, la estatua que ahora preside la plaza, que queda a unos 500 metros de su casa-museo de Bonngasse, en pleno centro peatonal. Cerca también se construyó el Beethovenhalle, una sala de conciertos con su nombre. Alemania ha convertido este aniversario en una cuestión de Estado, y para ello ha destinado 27 millones de euros. La etiqueta publicitaria parece el código de un aeropuerto galáctico: BTHVN2020. Cada letra corresponde (en alemán) a un rasgo a destacar del compositor: B de Bürger (ciudadano, en el sentido moderno de la Revolución Francesa), T de Tonkünstler (compositor), H de Humanist (humanista), V de Visionär (visionario) y N de Natur (naturaleza en sentido filosófico, que compartía con su amigo Goethe).

Lola Astanova, es una pianista y personalidad muy versátil. Desde las pasarelas pasó a la música y es muy difundida su versión de la bagatela “Para Elisa”. En el gráfico la artista asoma su cuerpo desnudo a través de un traje sastre muy escotado y de color rojo. La sensualidad de Lola acicaló su vestuario y siempre la apreciamos libre de prendas interiores. Sólo un atuendo cubre su piel exenta de camisetas o sujetador. Toca a Beethoven con pasión y la amorosa pieza a dado la vuelta en el canal YouTube y las redes sociales.

 

 

By Julio D. Ríos 

THE YEAR OF BEETHOVEN

The Beethoven year begins: a heroic anniversary. If you ask someone what music they like and they answer that Beethoven, we will be truly convinced of their good musical tastes. The German composer is beyond good and evil (musically speaking). If you like music, you like Beethoven, even if your favorite style is pop. And if in his lifetime he aroused admiration, with the passage of time his figure and legacy have only increased.

Many times the work of the geniuses is usually their mask, their embouchure. This is not the case of Ludwig van Beethoven (1770-1827). This time the work does not cover the creator. Anybody could hum his music -he has been used as a soundtrack for films and series, he even has rock adaptations-, but we also know well his face (there are more portraits of him than if selfis had existed at that time), his life and loves (or dislikes), his manias, his bad temper; proven facts and anecdotes, and invented legends for tips. He was, still is and will be a star figure in music. This 2020 is the 250th anniversary of his birth and two cities are preparing to celebrate it: Bonn (Germany), where he was born and grew up, and Vienna (Austria), where he spent his adult life, until his death.

His grandparents came from Flanders (hence the Van of the surname), but they settled in the German city since in that court his grandfather obtained musical positions, as it would happen later with Beethoven's own father. Ludwig, the second of seven children that the family had (only three survived), was born on December 16, 1770 at number 20 of Bonngasse Street, in a bourgeois house now converted into a museum. He spent his first four years there, and today original manuscripts, portraits and instruments are on display there. The family then moved to the nearby Auf dem Dreieck square, later to Rheingasse 24, and finally to Wenzelgasse; a prelude, perhaps, to the musician's habit of changing his address frequently.

His father wanted the boy to be, like Mozart, a precocious genius; Ludwig gave his first concert when he was only 7 years old, in the neighboring Cologne. At 10 he played the organ at masses in the parish of St. Remigio, and at 14 he received his first salary as organist of the Schlosskirche or of the chapel of the Residence of the Prince Elector of Cologne. He would be one of the first musicians to live freely from his trade, and not as an employee of some court, aristocrat or religious dignitary.

The city where he was born, Bonn, is going to throw the house out of the window. And this is not the first time: in 1845, on the occasion of the 75th anniversary of his birth, the statue that now presides over the square was erected on the Münsterplatz, in front of the cathedral, which is about 500 meters away from his Bonngasse house-museum, in the middle of the pedestrian area. The Beethovenhalle, a concert hall named after him, was also built nearby. Germany has made this anniversary a matter of state, and has earmarked 27 million euros for it. The advertising label looks like the code for a galactic airport: BTHVN2020. Each letter corresponds (in German) to a feature of the composer: B for Bürger (citizen, in the modern sense of the French Revolution), T for Tonkünstler (composer), H for Humanist (humanist), V for Visionär (visionary) and N for Natur (nature in the philosophical sense, which he shared with his friend Goethe).

Lola Astanova, is a very versatile pianist and personality. From the catwalks she moved on to music and her version of the trifle "Para Elisa" is very popular. In the graphic the artist shows her naked body through a very low-cut red suit. Lola's sensuality spruced up her wardrobe and we always appreciated her free of underwear. Only one outfit covers her skin without a T-shirt or bra. She touches Beethoven with passion and the loving piece has been turned upside down on the YouTube channel and social networks.

 

 









 









 

Para Elisa o también llamado Para Teresa (Therese) WoO 59 (Für Elise o Für Therese, en alemán) es una bagatela para piano solo, compuesta en la menor por el compositor alemán Ludwig van Beethoven. Es una de las obras más conocidas del compositor. La pieza fue publicada por primera vez en 1867 en una transcripción de Ludwig Nohl, supuestamente basada en un manuscrito autógrafo de cuya existencia no existe prueba alguna. El musicólogo y pianista Luca Chiantore ha demostrado en su monografía Beethoven al piano (Barcelona, 2010) que existen pruebas suficientes como para afirmar que Beethoven no fue quien dio la forma definitiva a esta obra, y que Ludwig Nohl se basó, en realidad, en los esbozos del conocido manuscrito 116 de la Beethoven Haus.

Según una antigua teoría de Max Ünger, la pieza debería su popular nombre a la confusión de Ludwig Nohl a la hora de transcribir el manuscrito original. Debido a la mala legibilidad de la dedicatoria, donde parecía estar escrito «Elise» debe leerse, en realidad, «Therese». Así, la bagatela en realidad es «Para Teresa» («Für Therese»).​ Therese podría ser Therese Malfatti von Rohrenbach zu Dezza (1792–1851), una joven alumna de Beethoven a la que se declaró en 1810 pero ella se casó con un noble y funcionario estatal austriaco, Wilhelm von Droßdik en 1816.​ Klaus Martin Kopitz apunta la posibilidad de que Elisa fuera Elisabeth Röckel (1793–1883), una soprano alemana y hermana de Joseph August Röckel.

Según un estudio de 2010 de Klaus Martin Kopitz sugiere que hay evidencias de que la pieza fuera compuesta para la soprano alemana Elisabeth Röckel (1793–1883) quien fuere esposa de Johann Nepomuk Hummel. "Elisa" era como la llamaba un pastor (ella se hacía llamar "Betty" también) y había sido amiga de Beethoven desde 1808.​

En 2015 Kopitz publicó más referencias sobre la relación entre Beethoven y Elizabeth en referencia a la pieza. Según el autor también era amiga cercana de Anna Milder-Hauptmann y vivía con ella en el Theater an der Wien. La cantante fue la primera que interpretó el papel principal de Fidelio, obra del mismo Beethoven. En una carta a Elizabeth ella la llama "Elisa".​











ACERCA DEL AUTOR
 

Julio Ríos, escritor, periodista y crítico de arte, en la actualidad se desempeña como consultor privado, asesor de seguros y asesor en proyectos de redacción. Ha escrito los libros DIECIOCHO CRÓNICAS Y UN RELATO y la novela LA TRIADA DE LA MOSCA (Primera y segunda edición 2008 y 2017. EL ALTO PARA TODOS (2017), es su última publicación relacionada con información cultural y turística de la ciudad boliviana. 

Ha escrito desde 1975 hasta la fecha más de 15 mil artículos, entre editoriales, entrevistas, análisis políticos, crítica de arte, filosofía, literatura y música. Es columnista del periódico Página Siete de La Paz, Bolivia y crítico de arte. Ha ganado premios como periodista, y ha visitado 50 ciudades en Latinoamérica, Norteamérica y Europa. Dirige la publicación "Artistas en el pincel", dedicada a pintores contemporáneos del mundo. Escribe comentarios sobre cine en su Blog que se publican en su cuenta de Twitter. Su hijo Juan-Cristóbal Ríos Violand, es cineasta y guionista de las películas: Quien mató a la llamita blanca, Norte Estrecho junto a Omar Villarroel, y la Virginia de los bolivianos.

JULIO RÍOS ES ESCRITOR Y CONSULTOR