viernes, 18 de diciembre de 2020

 


Hace 250 años nació

BEETHOVEN

POR JULIO RÍOS CALDERÓN

Página Siete, viernes 18 de diciembre de 2020






Empieza el año Beethoven: un aniversario heroico. Si se le pregunta a alguien qué música le gusta y responde que Beethoven, nos quedaremos convencidos realmente de sus buenos gustos musicales. El compositor alemán está más allá del bien y del mal (musicalmente hablando). Si te gusta la música, te gusta Beethoven, aunque tu estilo favorito sea el pop. Y si ya en vida despertó admiración, con el paso del tiempo su figura y legado no han hecho sino agigantarse.

¿Por qué ha fascinado por generaciones su música? ¿Qué hubiera sido de la humanidad sin Beethoven? Se habría quedado desde luego, como hasta hoy los tiene, con esos grandes genios del pentagrama clásico como Juan Sebastian Bach, Wolfgang Amadeus Mozart y otros célebres compositores más que han deleitado por siglos a la humanidad.

Nueve sinfonías, cinco conciertos para piano y orquesta, uno para violín y orquesta, 32 sonatas, una ópera y dos misas, entre cuarteros, tríos, bagatelas, este portentoso registro de composiciones, constituyen las principales obras de un vasto repertorio musical que consagraron a Ludwig Van Beethoven como el compositor que revolucionó la música clásica durante las primeras tres décadas del siglo XIX.

Aunque realizó su primera composición a la edad de 11 años, en 1781, con su obra Nueve Variaciones para Piano Sobre una Marcha de Dressler, los musicólogos han señalado que fue en el arranque de la centuria decimonónica cuando el talentoso compositor alemán logró imprimir a su música un sello incomparable, personalísimo, inconfundible y único.

Muchas veces la obra de los genios suele ser su máscara, su embozo. No es el caso de Ludwig van Beethoven (1770-1827). Esta vez la obra no tapa al creador. Cualquiera podría tararear su música —se ha empleado como banda sonora de películas y series, incluso cuenta con adaptaciones rockeras—, pero es que además conocemos bien su rostro (hay más retratos de él que si entonces hubieran existido los selfis), su vida y amores (o desamores), sus manías, su mal genio; hechos probados y anécdotas, y leyendas inventadas de propina. Fue, sigue siendo y será una figura estelar de la música. Este 2020 se cumple el 250º aniversario de su nacimiento y dos ciudades se aprestan a celebrarlo: Bonn (Alemania), donde nació y creció, y Viena (Austria), donde pasó la vida adulta, hasta su muerte.

Sus abuelos procedían de Flandes (de ahí el Van del apellido), pero se establecieron en la ciudad alemana ya que en esa corte su abuelo obtuvo cargos musicales, al igual que ocurriría más tarde con el propio padre de Beethoven. Ludwig, segundo de los siete hijos que tuvo la familia (solo tres sobrevivieron), nació el 16 de diciembre de 1770 en el número 20 de la calle Bonngasse, en una casa burguesa convertida ahora en museo. Allí pasó sus primeros cuatro años, y allí se exhiben hoy manuscritos originales, retratos e instrumentos. Luego la familia se trasladó a la cercana plaza Auf dem Dreieck, más tarde a Rheingasse 24, y finalmente a Wenzelgasse; preludio, tal vez, del hábito que heredó el músico de cambiar frecuentemente de domicilio.

Su padre quería que el chico fuera, al igual que Mozart, un genio precoz; Ludwig dio su primer concierto con solo 7 años, en la vecina Colonia. A los 10 tocaba el órgano en las misas de la parroquia de San Remigio, y a los 14 cobró su primer sueldo como organista de la Schlosskirche o de la capilla de la Residencia del Príncipe Elector de Colonia. Sería uno de los primeros músicos en vivir libremente de su oficio, y no como empleado de alguna corte, aristócrata o dignatario religioso.

La ciudad que le vio nacer, Bonn, va a tirar la casa por la ventana. Y no es la primera vez: en 1845, con motivo del 75º aniversario del nacimiento, se erigió en la Münsterplatz, frente a la catedral, la estatua que ahora preside la plaza, que queda a unos 500 metros de su casa-museo de Bonngasse, en pleno centro peatonal. Cerca también se construyó el Beethovenhalle, una sala de conciertos con su nombre.

Alemania ha convertido este aniversario en una cuestión de Estado, y para ello ha destinado 27 millones de euros. La etiqueta publicitaria parece el código de un aeropuerto galáctico: BTHVN2020. Cada letra corresponde (en alemán) a un rasgo a destacar del compositor: B de Bürger (ciudadano, en el sentido moderno de la Revolución Francesa), T de Tonkünstler (compositor), H de Humanist (humanista), V de Visionär (visionario) y N de Natur (naturaleza en sentido filosófico, que compartía con su amigo Goethe).

 

JULIO RÍOS, ES PERIODISTA Y CONSULTOR