miércoles, 7 de febrero de 2024

EL PEPINO del carnaval de La Paz

  EL PEPINO

LA PEPINA PINTURA DE Vania Gumiel (Artista plástica)


Evaristo

Y LA MÁSCARA

3   TERCERA VERSIÓN

Febrero de Lluvia. Chorrea agua del cielo a cántaros. Es Domingo de Carnaval. Son la diez de la mañana. La gente camina protegida del paraguas y el transporte escasea. Hay tempestad, empero poco a poco retorna la calma y sin preverlo sale el sol y calienta a la temperamental ciudad de La Paz.

Evaristo despierta desnudo sorprendido por el arcoíris que asoma a su ventana. Durmió –muy probable por el feriado y por la lluvia o porque quiso descansar más y alistarse para la entrada de LOS PEPINOS–, hasta pasadas las 11 de la mañana. Bosteza y alza las manos, levanta la sábana que cubría su torso desnudo, y se levanta. Toma una ducha que lo deja despejado y totalmente descansado. 

La primera acción de Evaristo es abrir el baúl. Busca en su interior la deseada indumentaria que a medio día lo transmutará en PEPINO. Encuentra la careta, y más adelante la indumentaria. Revisa el disfraz, y con un pincelazo arregla roturas y procede a plancharlo.

Mientras se prepara, Evaristo menciona que hacia 1850 aparecieron arlequines y dominós en las festividades de La Paz, entre ellos se encontraban también los pierrots, porque en la tradición europea pierrot y arlequín son dos personajes inseparables que deben presentarse conjuntamente.

Evaristo recuerda que una de las maneras en que la población paceña adaptó el pierrot europeo fue a través del pepino, quien fue registrado por primera vez en el carnaval de La Paz a inicios del siglo XX, en base a una fotografía de 1908, aunque es muy probable que ya existiera a finales del siglo XIX. Emigró de París. En La Paz lo nacionalizaron.  

Evaristo se alista y arropa toda su piel desnuda con una prenda interior toda hecha de plástico, y encima se coloca el ropaje. Se coloca la sarcástica máscara de mirada burlona, ojos geométricos, labios gruesos, orejas grandes, cuerpo alargado.

Carga una bolsita con mixtura, serpentina y arma un matasuegras confeccionado de trozos de cartón con el que golpeará  a quien vea a su paso. Estirado, como un chorizo o alimento para ensaladas, Evaristo se llama, ahora, Pepino. Evaristo queda fuera de la realidad y ahora es un personaje del carnaval eminentemente paceño. Ya no es Evaristo, es EL PEPINO. Su madre fue una costurera paceña y su padre un Pierrot, nacido en Francia.

Evaristo está listo. De manera sutil se integra al largo equipo de Pepinos que recorrerá la avenida Mariscal Santa Cruz, Camacho y 16 de julio (El Prado). Cargado de energía, baila, salta y juega con los niños, quienes le gritaban: “pepino chorizo sin calzón” para posteriormente pedirle chauchita, chauchita y él arroja monedas con mixtura, los niños al intentar levantarlos son suavemente golpeados con el matasuegras.

Un fotógrafo toma un estético perfil de Evaristo. El pepino resalta su originalidad, pero él no es un personaje mestizo. Acompaña al reportero gráfico un periodista que entiende que Evaristo al desligarse del pierrot europeo al ser reinterpretado, incluye elementos del kusillo, principalmente en el uso de la máscara, pues por un lado pierrot y arlequin deben entretener a la población con bromas y bufonadas que se la realizan entre ellos mismos, Evaristo entonces hace bromas directamente a los espectadores, siendo jocoso y divertido haciendo ver como tontos a los demás desde el anonimato gracias al uso de la máscara y al cambio de la voz.

Aparece integrado al carnaval paceño. Hace de la alegría un himno. Camina, corre, salta, con su “matasuegra” bicolor de cartón bordada de colores chillones. Juega, fastidia, entretiene, ríe.

Detrás de la máscara se esconde. Feliz o triste, Evaristo. El carnaval lo llama sólo a divertirse. Policromo envuelto de serpentina, olvida amarguras. Mira con ojos renovados, sin que se cieguen por la angustia de sobre existir.

Metamorfosis de ser humano a Pepino, saltimbanqui audaz y zalamero. No mide consecuencias, no controla pasiones. Evaristo es broma, jolgorio y sonrisa que brilla en su careta.  

Rainy February. Water pours from the sky in torrents. It's Carnival Sunday. It is ten o'clock in the morning. People walk under umbrellas and transport is scarce. There is a storm, but little by little the calm returns and without foreseeing it, the sun comes out and warms up the temperamental city of La Paz.

Evaristo wakes up naked, surprised by the rainbow outside his window. He slept -most probably because of the holiday and the rain or because he wanted to get more rest and get ready for the entrance of LOS PEPINOS -until after 11 am. He yawns and raises his hands, lifts the sheet covering his naked torso, and gets up. He takes a shower that leaves him clear- headed and totally rested.

Evaristo's first action is to open the boot. He searches inside for the desired clothing that at midday will transmute him into PEPINO. He finds the mask, and later the costume. He checks the costume, and with a brush he fixes the tears and proceeds to iron it.

While he is getting ready, Evaristo mentions that around 1850 harlequins and dominoes appeared in the festivities of La Paz, among them were also the pierrots, because in the European tradition pierrot and harlequin are two inseparable characters that must be presented together.

Evaristo recalls that one of the ways in which the La Paz population adapted the European pierrot was through the cucumber, who was first recorded at the La Paz carnival at the beginning of the 20th century, based on a 1908 photograph, although it is very likely that he already existed at the end of the 19th century. He emigrated from Paris. In La Paz he was naturalised. 

Evaristo gets ready and covers all his naked skin with an undergarment made entirely of plastic, and on top of it he puts on the costume. He puts on the sarcastic mask with a mocking look, geometric eyes, thick lips, big ears, elongated body.

He carries a small bag with a mixture of mixture and serpentine and assembles a cudgel made of pieces of cardboard with which he will hit whoever he sees in his path. Stretched out, like a sausage or salad food, Evaristo is now called Pepino. Evaristo is out of reality and is now an eminently La Paz carnival character. He is no longer Evaristo, he is EL PEPINO. His mother was a seamstress from La Paz and his father a Pierrot, born in France.

Evaristo is ready. He subtly joins the long team of Pepinos that will walk along the avenue Mariscal Santa Cruz, Camacho and 16 de Julio (El Prado). Full of energy, he dances, jumps and plays with the children, who shout at him: "Pepino chorizo chorizo sin calzón" to later ask him for "chauchita, chauchita" and he tosses coins with a mixture, the children try to pick them up and are gently hit with the black matasuegras. A photographer takes an aesthetic profile of Evaristo.

The cucumber highlights his originality, but he is not a mestizo character. The photojournalist is accompanied by a journalist who understands that Evaristo, in separating himself from the European pierrot by being reinterpreted, includes elements of the kusillo, mainly in the use of the mask, because on the one hand pierrot and arlequin must entertain the population with jokes and buffoonery that they perform among themselves, Evaristo then makes jokes directly to the spectators, being jocular and funny, making others look foolish from anonymity thanks to the use of the mask and the change of voice.

He appears integrated into the carnival of La Paz. He turns joy into a hymn. He walks, runs, jumps, with his two-coloured cardboard "matasuegra" embroidered with bright colours. He plays, teases, entertains, laughs.

Behind the mask he hides. Happy or sad, Evaristo. The carnival calls him only to have fun. Polychrome wrapped in serpentine, he forgets bitterness. He looks with renewed eyes, without being blinded by the anguish of over-existence.

Metamorphosis from a human being to Pepino, a bold and flamboyant jumper. He does not measure consequences, he does not control passions. Evaristo is a joke, a joker and a smile that shines through his mask.


EL AUTOR

 

Julio Ríos Calderón, nació en LA PAZ BOLIVIA, el 12 de julio de 1956. Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación, estudió en las universidades Mayor Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca, Sucre y Universidad Católica San Pablo de La Paz. Hizo un diplomado en investigación periodística en la Universidad de la Jolla, en San Diego California USA. Ha sido Presidente y Director General CEO de la revista especializada en turismo GBT. Ha ganado el PREMIO INTERNACIONAL DE PERIODISMO MARRIOTT GOLDEN CIRCLE AWARD. Como periodista ha visitado 50 ciudades en Latinoamérica, Centroamérica, Norteamérica y Europa.  Es escritor, periodista, orador y crítico de arte. Es columnista del periódico PÁGINA SIETE de la ciudad de La Paz. Sus padres fueron Mario D. Ríos Gastelú, escritor y periodista, y Elva Calderón de Ríos, profesora de lenguaje. Por otra parte, hizo estudios de filosofía contemporánea. En la actualidad se desempeña como consultor y asesor en proyectos de redacción. Ha escrito los libros DIECIOCHO CRÓNICAS Y UN RELATO, la novela LA TRIADA DE LA MOSCA (Primera Edición 2008 y Segunda Edición 2016), EL ALTO PARA TODOS (2017), Historia de ALCOS (2021), LA GENERACIÓN NINI en co-autoría con Alberto Liendo Romero (2023).  

Los PEPINOS de

HERMANDAD 40