Testimonio en tiempos de
LA COVID – 19
REQUIEM PARA
Eduardo
In memoriam:
“Pacho” GOROSTIAGA
“Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo. Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. Ninguna persona es una isla, la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad. Por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas, doblan por ti”.
En esta realidad, elevo una plegaria al cielo para Eduardo “Pacho” Gorostiaga, quien falleció, luego de una cruel enfermedad revestida de un cuado de salud muy triste, tras varias complicaciones de las que no pudo superar.
Han transcurrido unos días desde aquel aciago día, cuando el cuerpo sin vida de Eduardo “Pacho” Gorostiaga, se elevó desde La Paz hasta el cielo, dejando entre nosotros la inmortalidad del recuerdo del mejor jugador de tenis junto a otros dos muy famosos, que tuvo sobre muchos títulos el de gran campeón de Bolivia. Compitió en el exterior y obtuvo lauros para poner a Bolivia en un sitial privilegiado, merced a sus magistrales jugadas de las que era, sin vacilación alguna, un gran maestro del deporte blanco.
Por mucho que nos haya unido con él un sentimiento muy íntimo de solidaridad fraterna, ante su muerte no podemos resignarnos a sumergirnos en aquel silencio, aconsejado por la sabiduría brahamánica, en cuyo fondo de aniquilación es posible participar de la unidad, donde para los seres juntos en la vida, se desmorona el muro de la muerte física y se restablece el sentido unánime de nuestro destino de átomos. Hay evidentemente entre esto y aquello, una penumbra de eternidad a la que no es accesible la palabra, ni aún el pensamiento.
La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente. A "Pacho" se lo quiso mucho en vida —hoy en la eternidad se lo querra siempre y con la mayor admiración porque regaló a Bolivia, triunfos, y le dio un nombre competitivo en el tenis, en los lugares que le cupo jugar—, porque fue carismático, amigo, ídolo, y sencillo como ser humano, con un millar de amigas y amigos que aplaudían de pie su triunfo. Tenía un corazón tan grande que Dios acomodó ese corazón suyo.
Recordaremos a "Pacho", como al Padre y el esposo inspirado siempre en su familia. Lo recordaremos, como el amigo minuciosamente honesto porque más allá de cualquier circunstancia existía en él un profesional y un gran defensor, en su momento, del proceso deportivo boliviano.
"Pacho" fue un hombre íntegro, nítido, sin bajezas, sin odio, sin maldades ni rencores en su legajo. Esa actitud generosa de depositar en cada ruta una impresión que ensanchaba su nombre de campeón.
Nació en La Paz, el 22 de mayo de 1945. "Pacho" era hijo de la renombrada personalidad paceña de una familia de raíces: Isaac Gorostiaga, uno de los pioneros del deporte blanco en el país y presidente de la Federación Boliviana de Tenis (FBT) entre 1959 y 1966, además hermano del también destacado tenista Raúl Gorostiaga (+), fallecido el 2 de noviembre de 2016.
"José Eduardo Gorostiaga Alcoreza destacó en los años sesenta y setenta del siglo pasado en el tenis boliviano e incursionó con éxito en torneos de Europa. Ganó en Francia y España. Era conocido por grandes tenistas como el argentino Guillermo Vilas, el brasileño Thomaz Koch o el italiano Adriano Panatta. Junto al paceño Ramiro Benavides participó en varios torneos internacionales y la Copa Davis”.
Dejó un legado en el tenis, siendo considerado como uno de los baluartes dentro de este deporte, pero Dios lo llamó a los 72 años. No permitió que siga sufriendo. El tenis está de luto, deja partir a una de las grandes e históricas figuras dentro de este deporte.
Eduardo “Pacho” Gorostiaga, asumió en varias oportunidades, la responsabilidad de Director y Capitán General del Club. Gorostiaga fue tenista profesional con brillantes actuaciones en el periodo entre 1968 y 1977, siendo partícipe de los mejores eventos internacionales de la época.
Gorostiaga es considerado como una leyenda del tenis, siendo campeón en Francia y España. Ramiro Benavidez, otro de los históricos deportistas, fue también de la época de Eduardo, quien también se codeó con Guillermo Vilas, campeón internacional.
Los Grand Slams, Wimbledom y Roland Garros eran parte del día a día de Gorostiaga. Hablar de él y su tenis es de mucho recordar, ya que también fue reconocido como uno de los tenistas de clase mundial. Gorostiaga se puso la camiseta de la selección boliviana para defenderlo en la Copa Davis. Su mejor puesto internacional dentro del ranking de la ATP fue 288, en 1976.
Tras su paso por el deporte, Gorostiaga se mantuvo vigente, pero en la dirigencia. Formó parte del Club de Tenis La Paz, siendo hasta su presidente y capitán. Jugó tenis en senior y fue hasta reconocido por Roger Federer y Rafael Nadal, entre muchas de sus anécdotas.
Eduardo dejó un importante legado en el tenis boliviano, poniéndolo en el mapa de competencias junto a otras figuras. En la actualidad, apenas el país cuenta con figuras como Hugo Dellien tras mucho tiempo de una sequía de baluartes en el tenis boliviano.
Bien visto, todas las vidas son inconclusas y solamente cuando se entregan a los amigos éstos las terminan, como un artesano, dándoles la forma definitiva de su verdad y su esperanza. La última de esta historia de Pacho, de la que no podemos ahuyentar la tristeza, nos impone ser fuertes para seguir luchando y para aceptar nuestro destino con dignidad y sin temor.
Julio Ríos, licenciado en Ciencias de la Comunicación, estudió en las universidades Mayor Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca y Católica de La Paz, y diplomado en investigación periodística por la Universidad de la Jolla, San Diego California USA, es escritor y crítico de arte. En la actualidad se desempeña como consultor y asesor en proyectos de redacción. Ha escrito los libros DIECIOCHO CRÓNICAS Y UN RELATO, la novela LA TRIADA DE LA MOSCA (Primera Edición 2008 y Segunda Edición 2016), y EL ALTO PARA TODOS (2017).
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