lunes, 23 de mayo de 2022

Testimonio en tiempos de

LA COVD – 19

 A la MADRE en
SU DÍA 

A mi Madre

A María Eugenia



La madre asoma siempre fiel a sus ideales. Con su estandarte de paz y de amor, nos guía y nos enseña constantemente, en especial a sus pares masculinos. Difícilmente dejaremos de asombrarnos ante el misterio físico y espiritual más grande de todos; ese grandioso milagro natural que contiene y protege a la vida misma en sus propias entrañas, y que después, sin egoísmo, sino como el acto más puro de amor, se desprende de dicha vida que con tanto fervor cuidó en su interior para permitir el nacimiento de un nuevo ser de la luz.

Jamás pierde de vista sus objetivos y los defiende a capa y espada, puñal o lanza, arco y flecha, para vencer cualquier obstáculo; al mismo tiempo en que, con ternura y gentileza, extiende con la otra mano sus lazos inagotables de amor, fe y esperanza, para todos quienes la rodean. 

El 27 de mayo, Día de la Madre, en testimonio a la labor guerrera de las heroínas de la Coronilla en Cochabamba, retomamos la idea que nos retrotrae en este preciso tiempo y espacio, para recordar que jamás debemos olvidar su valiosa misión. 

Dar gracias no basta. Somos herederos de una historia de enormes condicionamientos que, en todos los tiempos y en cada lugar, han hecho difícil el camino de la madre, despreciada en su dignidad, olvidada en sus prerrogativas, marginada frecuentemente e incluso reducida a la esclavitud. Esto le ha impedido ser ella misma, y ha empobrecido a la humanidad entera de auténticas riquezas espirituales.

El alma en todos nosotros, hombres y mujeres, es femenina y el espíritu en nosotros es masculino. De modo que, si tienes un cuerpo masculino, eres 60% masculino y 40% femenino. Si tienes un cuerpo femenino, eres 60% femenino y 40% masculino.

Los grandes avatares de todas las eras han estado con nosotros. Han venido para darnos el entendimiento del equilibrio de que las dos energías deben manifestarse en nosotros. Nos esforzamos para obtener la manifestación de esta igualdad compartida en la Tierra del hombre y la mujer.

Se debe establecer la reposición de la madre a su legítimo lugar. Pero debemos recordar que el lugar que le corresponde a la mujer significa el legítimo lugar del alma en todos nosotros: se debe liberar al alma misma.

Las madres hoy en día, imponen a que el alma de cada uno de los hijos, esposos, entrevere el derecho de ser, ante todo, los discípulos de la palabra viva, cumpliendo con el propio potencial femenino interno del ser.

Más allá de recordar todos los momentos dolorosos y tristes por los que, a causa de la ignorancia del hombre, han tenido que pasar las mamás en su rol de mujeres a través de los años, no existe mejor reconocimiento que abrir mente y corazón para reverenciarlas hoy y siempre por su valor intrínseco.

Toda la verdad de la creación divina está en ella, como es también el germen de la vida y la muerte. De ella depende la existencia del hombre, pues es el socorro de sus faenas. Ella nos parió sumida en el sufrimiento. Ella vigila nuestro crecimiento. Hasta su propia muerte le ocasionáis tribulaciones. Es amiga, único apoyo en la Tierra. Amemos a nuestras esposas, madres, nietas; mañana ellas serán madres y después las madres de la raza humana. Su amor ennoblece al hombre, alivia el corazón amargado y doma a la bestia. Esposa y madre son tesoros invalorables. Ellas son los adornos del universo. De ellas nacerán todos los habitantes del universo.

Así como la luz se separó de la oscuridad, así la mujer posee la cualidad divina de separar en el hombre las buenas intenciones de las malas acciones. Nuestros pensamientos más nobles deben pertenecer a las mujeres. Imbuíos en ese templo de fuerza moral, la que debemos poseer para ayudar a los seres queridos. No la humillemos, pues nos humillaremos a nosotros mismos y perderemos el sentimiento del amor, sin el que nada existe sobre la Tierra. Protejamos a las esposas para que ellas puedan protegernos. Todo lo que hagamos por la esposa, por la madre, por una viuda o por cualquier mujer en apuros, lo haremos por nuestro espíritu.

Nuestra Madre es Divina; está con nosotros y dentro de nosotros y se manifiesta universalmente en el Cosmos Material. Es la gran Luz que está dentro de todos nosotros. Cuando hablamos de la mujer, nos referimos al potencial femenino del ser.

Por el hecho mismo de ser mujer, destacamos a la madre, y ponemos de relieve la intuición propia de su ser que enriquece la comprensión del mundo y contribuye a la plena verdad de las relaciones humanas. No existen palabras lo suficientemente hermosas ni elocuentes para expresar nuestros sentimientos para el Día de la Madre. Jamás entenderemos con exactitud todo lo que significa ser madre, menos lo que implica ser portadora de la vida y guardián de la auténtica naturaleza humana.

 

 
MAMÁ

-A Elva Calderón de Ríos


I
 
En claustro materno
y calor a mi vida
humana y desnuda
apenas vestida
de inocencia;
guardían de mi
primigenia naturaleza;
dulce milagro;
me diste fuerza
en tus propias entrañas
porque tu sabías sólo amar
MAMÁ

II

Sin egoísmo;
como el acto más
puro de amor,
viví el silencio
que con tanto fervor
cuidaste en tu interior y
alumbraste mi nacimiento,
como nuevo ser de luz
porque tu sabías sólo amar
MAMÁ

III

Fuente de la vida,
te convertiste
en seno de mi ser
con alegría y dolores
de exaltación única,
te prodigó sólo a ti mujer,
la inconmensurable
oportunidad de acercar
a mi ser apenas parido
tu primera indeleble sonrisa
porque tu sabías sólo amar
MAMÁ

IV

Del Padre Celestial
asomaron tus manos
y el reflejo de tus ojos;
esas primeras caricias y mirada
de madre que se transmutaron
para mi tu hijo
a quien sólo tú rociaste
cariño sin límites
porque tu sabías sólo amar
MAMÁ

V

Ese mimo que
cual guía de mi
primer andar,
discernió mi crecimiento
y cuidado amoroso
al tráfago camino de la vida
porque tu sabías sólo amar
MAMÁ

VI

Flor de la kantuta
roja como sangre,
amarilla como el sol y
verde como la esperanza,
tuviste en tu origen sangre,
color de labios de mujer,
beso de ternura
porque tu sabías sólo amar
MAMÁ

 

Julio Ríos, es licenciado en Ciencias de la Comunicación UCB y diplomado en investigación periodística por la Universidad de la Jolla, San Diego California USA, es escritor y crítico de arte. En la actualidad se desempeña como consultor y asesor en proyectos de redacción. Ha escrito los libros DIECIOCHO CRÓNICAS Y UN RELATO, la novela LA TRIADA DE LA MOSCA (Primera Edición 2008 y Segunda Edición 2016), y EL ALTO PARA TODOS (2017).

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