miércoles, 27 de abril de 2022

Trabajar para vivir con dignidad

JULIO RÍOS CALDERÓN  

Página Siete, martes 27 de abril de 2022


Rendir homenaje a un grupo de sindicalistas norteamericanos que fueron condenados por participar en la huelga que comenzó, es el propósito fundamental  del 1 de mayo de 1886.  En la capital del Estado de Illinois, la huelga duró tres días. Se produjo la Revuelta de Haymarket; se detuvieron a tres obreros y cinco fueron llevados a la horca. El motivo de la presencia de organizaciones laborales y sindicales en las calles fue reclamar y exigir una jornada laboral de ocho horas que la patronal no cumplía.

La huelga finalizó con miles de trabajadores despedidos y heridos, una gran mayoría inmigrantes procedentes de Europa. Este acontecimiento marcó el inicio de esta celebración instaurada en casi todos los países de la redondez del globo. Curiosamente, en Estados Unidos y Canadá, esta festividad decidió celebrarse el primer lunes de septiembre ante el temor de un repunte del movimiento socialista. De hecho, pasó a llamarse “Labor Day”.

Producto de gobiernos abusivos, los trabajadores hacían jornadas de 12 a 18 horas en el argumento industrial de grandes fábricas. En USA, el movimiento obrero creció y reclamó la máxima de “ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso y ocho horas de ocio”. En 1868, el entonces presidente de Estados Unidos de Norteamérica, Andrew Johnson,  aprobó la jornada de ocho horas  para algunos trabajadores como los de obras públicas o los empleados de oficinas laborales, no así para los trabajadores de las fábricas. Se conoció como la “Ley Ingersoll”. 

La ley contó con el rechazo de los patrones y algunos estados establecieron cláusulas que permitían aumentar la jornada laboral. Por ello, la creciente importancia del movimiento obrero se materializó el 1 de mayo de 1886, cuando se convocaron 307 manifestaciones a las que se unieron 88.000 trabajadores en Chicago, en ese momento la segunda ciudad más poblada de ese país.

En tiempos remotos, estuvo vigente la cofradía de los constructores; la regla de 24 pulgadas, aclaraba la diferencia entre “vivir para trabajar” o “trabajar para vivir”. De ese instrumento de la arquitectura se desglosó que ocho horas debían destinarse al trabajo, ocho al estudio, y ocho horas al descanso reparador. Está claro que la jornada marca un hito. Los principales y más antiguos edificios del mundo se construyeron por intermedio de un trabajo que duró ocho horas. Estos “albañiles libres” simbolizaban incluso sus herramientas para que su obra sea repartida con equidad durante las 24 horas. 

El 1 de mayo fue elegido por los trabajadores para manifestarse, al unísono, contra las condiciones laborales a las que se hallaban sometidos. Y si desde su nacimiento esta fecha fue adoptada a nivel de toda la tierra, fue a causa de que por encima de nacionalidades y colores, todos los obreros tenían en común el máximo denominador de pertenecer a la misma clase trabajadora.

Desde hace varios años la principal meta era oficializar internacionalmente la jornada máxima de ocho horas de trabajo, anhelo que sólo unos pocos, en escasos países, lograron alcanzar, mientras que muchos otros, hoy, trabajaban 14 horas interrumpidas o más, sin discriminación de edad ni sexo.

Mucho tiempo después, el movimiento en demanda de esta consigna iba en ascenso y no faltaron empresas que dispensaron la jornada de ocho horas mucho antes del 1 de mayo de 1886. Pero las empresas más “comprensivas” eran las menos. La mayoría se aferraba a sus privilegios, y la clase arbitraria hostigaba a las autoridades para que trataran con mano dura a huelguistas y agitadores.

Las condiciones de los trabajadores de Chicago se encontraban precisamente entre las peores. A la jornada de 14 o 16 horas se sumaba el hacinamiento en viviendas sorprendentemente precarias. Muchos obreros solteros dormían en los corredores de esas viviendas y los salarios apenas alcanzaban para cubrir una alimentación deficiente.

La jornada de ocho horas es hoy una realidad cotidiana en gran parte del mundo, lo mismo que otras muchas mejoras sociales, que europeos, norteamericanos y bolivianos, y algunos países del hemisferio sur disfrutan ampliamente. El tiempo permitió que pequeñas parcelas conquisten esta justicia social. La Iglesia, durante el papado de Pío XII, con el fin de dulcificar un día caracterizado por la reivindicación y la lucha laboral, decidió que el 1 de Mayo sería la celebración de San José Obrero.

En esta fecha universal, es que nos permitimos mirar por encima del hombro a un pasado que deberíamos recordar con agradecimiento.


  Julio Ríos Calderón, es escritor y consultor