viernes, 7 de enero de 2022

In memoriam Ramiro Álvarez

TESTIMONIO EN TIEMPOS DE

LA COVID – 19


IN MEMORIAM

Ramiro Álvarez Delgado



UN HOMBRE AMADO

UN HOMBRE RECORDADO

El miedo a la muerte se debe al miedo a la vida. Un hombre que vive plenamente está preparado para morir en cualquier momento.

-Mark Twain

Yo soy como un árbol pegao a la tierra. Y naides me arranca del pago en que vivo.

-Oscar Alfaro/ Nilo Soruco

 


ADIÓS “TENIENTE"


 ESCRIBEN

Elvira Argentina Álvarez Salinas

Julio Ríos Calderón

Ramiro Álvarez Delgado, nació el 27 septiembre de 1945 en la ciudad de Tarija, Bolivia. Sus padres fueron el Crnl. Armando Álvarez Álvarez y Elva Delgado  Lunda, y sus hermanos Álvaro, Elva, Lucila, Miguel Alejandro, Armando y Lourdes Álvarez Delgado. 

“Fue un hombre lleno de vida, trabajador y soñador, alegre (también renegón), rociado de virtudes y defectos que no eran relevantes, persona noble dispuesta a ayudar a quien se lo pidiera”, expresa su hija Elvira Argentina Álvarez Salinas (TINA).

“Se casó con Blanca Gladys Salinas Iriarte, de cuya unión conyugal tuvo tres hijos, entre ellos yo, Tina, la única mujer: En testimonio a su partida y con sentimiento de amor, a continuación narró mi historia con papá”: 

“Tuve una infancia alegre con él; era la niña de sus ojos; siempre tenía cierta preferencia por mí: me asistió con amor y cariño en mis primeros pasos, y con paciencia me enseñó a caminar, a manejar bicicleta, a nadar, a conducir el auto. Siempre me hacía degustar alimentos para mí raros, por ejemplo, el ojo del pescado, y hasta me ofrecía dinero por probar cosas raras. “Te pago si pruebas”, expresaba, y por otra parte bromeaba conmigo, manifestándome —cuando comenzó su pelo a blanquear—, que por cada cana que le saque, me pagaría 10 centavos. Sin duda papá era muy coqueto.”

“En el transcurso del tiempo, la realidad se transformó y presentó una circunstancia contraria: cancelarme 50 centavos por cada pelo negro de la cabellera ya blanqueada. Tenía un gran sentido del humor, en vigor a su astucia tarijeña. Corrió el tiempo y yo adulta, tuve que afrontar sucesos propios de la edad y pasaron algunos que motivaron un poco de distanciamiento, pero el tiempo no perdonó esta separación, y ante la terrible enfermedad del glaucoma, papá quedó sin el sentido de la vista. Esta situación motivó acercarnos con mucho más amor. La experiencia de una vida bien llevada y organizaba, le ofrecía toda la autosuficiencia para que pueda hacer todas sus actividades en forma normal, desde vestirse, lavarse y cocinar, al extremo de salir sin ayuda alguna y abordar el taxi o trufi para trasladarse al centro de la ciudad.”

“Cuando niña,  siempre fue cariñoso y protector, cuando retomamos la relación —con mayor intimidad— siempre estuvo pendiente de cómo me encontraba, qué me faltaba y cuando viajaba se molestaba que no le escriba para decirle que estaba bien, siempre me encargaba que no ande con anillos, ni celular en la calle.”

“Preguntaba siempre cómo están o que están haciendo yo y mis hijas. Admiraba muchísimo su calidez de esperarme con algún alimento y agasajar mi visita. Me impresionaba en estos tiempos de pandemia avasallado por la mortal Covid 19, cómo se preocupara por mi hija, su nieta Selena, que radica en Estados Unidos de Norteamérica; escuchaba noticias y me preguntaba en que ciudad se encontraba y que indague cómo está. Asimismo, él admiraba con entereza a mi hija menor, Jhennifer quien ya concluyó sus estudios de medicina. Ella se constituía en su médico de cabecera. ¡Qué grato hubiera sido que papá la viera convertida en medico profesional! Jhennifer preparaba junto al abuelo unas riquísimas empanadas tucumanas.”

“No era profesional, no siguió una carrera académica, no obstante le gustaba leer la revista “selecciones” del Reader's Digest, y era muy instruido; apasionado por el deporte ciencia, conocido como ajedrez, que concluía siempre con un jaque mate. Sabía mejor que cualquiera los países, estados y ciudades de otros mundos. Vivía exento de cualquier diccionario. No había crucigrama que no fuera llenado en término límite. Dominaba la geografía, y se desempeñó en diferentes actividades, entre ellas la de transportista. Era muy emprendedor y perseverante; junto al transporte se desempeñaba como comerciante.”   


La foto que ilustra este acápite muestra al padre de Tina con dos venados; los encontró en la carretera regresando del Chaco a Tarija, y los domesticó en la casa de su madre, la abuela de Tina.

“Mi padre era my culto; se podía hablar de cualquier tema; poseía un conocimiento muy profundo de la cultura en general. Le gustaba viajar, compartir con amigos, trabajar y dedicar tiempo a los hijos especialmente a mí. Su trabajo como transportista, ponía de relieve el traer pescado.”

“En su itinerario y experiencia laboral, se desempeño cumpliendo funciones en la Aduana de Villazon. Sus compañeros; vale decir los trabajadores que dependían de él, le llamaban “teniente”, un sinónimo de “jefe”. Como miembro de la Aduana tenía como medida de seguridad un revólver, y en ocasión de revisar el arma y limpiarla, está se le cayó y se dispararon dos tiros: uno le rozó la frente y el otro le perforó el brazo derecho, accidente sin mayores consecuencias; al contrario, motivo de jactancia que le llevaba a manifestar: “Mi madre nos alimentó con leche de burra, por eso tengo mis huesos muy firmes y duros”, puntualizaba.

“Mi abuela, su madre, era tarijeña y durante la “Guerra del Chaco”, mi abuelo Coronel de ejército, vino con su tropa de la ciudad La Paz y la conoció a mi abuela, quien lo acompaño a su campamento; se casaron y él se quedó en Tarija.”

“Yo nací en Jujuy, Argentina, porque mi madre tenía un tío que poseía una academia de dactilografía y peinados, y la llevó a mi madre para que estudie todo lo vinculado a un salón de belleza. Allí papá embarazó a mi madre y a los 7 meses nací.  Luego nos llevó a Puerto Suárez, y vivimos allí hasta mis 15 años; nos trasladamos a Tarija

“Por otra parte, tenía un conocimiento culinario muy vasto y dominaba la cocina, en la que producía exquisitos platos. Recuerdo que como buen tarijeño, todo lo que preparaba, “era para chuparse los dedos”.

“Uno de sus hermanos, mi tío Miguel, era a quien lo consideraba como un padre; ambos se tenían un amor de entrañables sentimientos muy íntimo, en medio de colaborarse en todo, asistirse y aconsejarse.”


Llegó el aciago día en que Ramiro partió al Oriente Eterno. Un paro cardiaco lo dejó sin vida. Cómo le dolió a Tina lo acontecido, en este después, trágico como su muerte, inconsolable, incomprensible. Cómo le duele a Tina, haber abrazado a su Padre, como testimonian las fotos que ilustran esta crónica de homenaje.

Por eso le duele su computadora, y le duelen las teclas de su celular de la misma manera, cuando escribe Tina y narra la crónica de su partida, y no la de otro logro. Le duelen las piernas y los pies como si hubiera ido a Jujuy caminando desde Tarija.

Todo el mosaico de fotografías entreveran la vida de un padre cariñoso, de alguien que fue joven, adulto, de alguien que compartió logros, aniversarios, cumpleaños, circunstancias militares por su familia. Se le observa en la época de los pantalones acampanados, los bigotes y esa pasión que tenía por el pescado en su calidad de transportista.

Se lo permite entrever como el abuelo cariñoso y dulce junto a los nietas, a los familiares, y sobre todo a su hija Tina a quien la tenía de pequeña sentada en sus piernas.

 


  Julio Ríos

ADIÓS SOLDADOSKY RAMIRO

Su fallecimiento fue intempestivo, había sufrido un paro cardiaco. Tenía 76 años. Por esa amistad mía con su hija Tina, conocí a Ramiro Álvarez, y muy rápido admiré esa ternura suya, que asomaba como un movimiento que nos arrastra hacia un camino repleto de sensaciones y de sentimientos en los que se entremezclan la benevolencia, la aceptación y la calidez. Ramiro poseía una emoción sutil, una mirada de asombro, un movimiento cálido unido para siempre al conjunto de los sentidos. Poseía un brillo propio.

¡Cómo nos duele su muerte! Es un llanto seco que duele como piedra en la garganta. Pareciera que no hay muerte natural: nada de lo que sucede a la mujer, al hombre, es natural, puesto que su sola presencia pone en cuestión al mundo. La muerte es un accidente y si las mujeres y los hombres la conocen y la aceptan, es una violencia indebida. Por eso nos duele su muerte.

Muchas amigas, amigos, quisieron a Ramiro, mucho en vida (hoy en la eternidad lo recordaran siempre), porque fue bondadoso como ser humano y excelente como amigo. Tenía un corazón tan grande que Dios acomodó ese corazón suyo.

Pero duele, porque todos tenemos padres y ese dolor nos desespera al extremo de gritar que el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en un mismo ataúd. Qué injusta, qué maldita, qué cabrona es la muerte que no nos mata a nosotros sino a los que amamos.

La muerte, esa horrible señora, no respetó esposa, hijos nietos, seres queridos. Es muy sencillo afirmar "ha fallecido Ramiro” ¿Acaso eso es todo? ¿Acaso la muerte cobra una sola víctima? En toda muerte hay un muerto y muchos heridos. En toda muerte hay muchas agonías.

Pero no podemos ir contra la corriente. No podemos ir contra la voluntad de Dios, que hizo que su partida sea así, sólo queda comprender que Dios necesita más Ángeles en el cielo.

Rezar, y por qué no, filosofar, son las mejores compañías en estas circunstancias. Meditar, por ejemplo, que la energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma, y Ramiro hoy es un alma de energía, un alma que es inmortal.

Ramiro se fue y lo hizo para poblar la columna de los espíritus sublimes. Ellos han estado esperando su llegada, afinando sus guitarras, sus violines y sus mandolinas. Y lo han recibido en el nirvana con arpegios celestiales, con olivos para la paz de su alma, con laureles para coronar su victoria y con membrillos como símbolo de amor.

Bien visto, todas las vidas son frustradas e inconclusas y solamente cuando se entregan a los amigos éstos las terminan, como un artesano, dándoles la forma definitiva de su verdad y su esperanza.

La última de esta historia de Ramiro, de la que no podemos ahuyentar la amargura, nos impone ser fuertes para seguir luchando y para aceptar nuestro destino con dignidad y sin temor.

La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan y no basta con pensar en la muerte, sino que se debe tenerla siempre delante. Entonces la vida se hace más solemne, más importante, más fecunda y alegre.

Estará siempre indeleble en mi memoria su particular sentido del humor, por la gracia en sus expresiones, en la narración de sus “chistes” que endulzaron el trago amargo de la realidad, junto a su mirada, gesticulación, sonido que provocaron la carcajada más enfática que al unísono mojaron los ojos de quienes le escuchamos con lagrimas de tanto reír y escuchar este relato: “Unoski, doski, unoski, doski. Jachoski. Altosqui: ¿Quien estornudosqui? Yosqui. Fusilosqui. Unoski, doski, unoski, doski. Jachoski. Altosqui: ¿Quien estornudosqui? Yosqui. ¡SALUDOSKY!”

Ramiro, nos deja el recuerdo de su amistad, de sus vicisitudes y la esperanza de que un día, por la bondad de Dios, hemos de volver a reunirnos para siempre.

 WRITTEN BY: Julio Ríos

GOODBYE SOLDADOSKY RAMIRO

His death was untimely, he had suffered a cardiac arrest. He was 76 years old. Through my friendship with his daughter Tina, I got to know Ramiro Álvarez, and very quickly I admired his tenderness, which appeared as a movement that drags us towards a path full of sensations and feelings in which benevolence, acceptance and warmth intermingle. Ramiro possessed a subtle emotion, a look of astonishment, a warm movement forever linked to all the senses. He had a glow of his own.

How his death pains us! It is a dry cry that hurts like a stone in the throat. It would seem that there is no natural death: nothing that happens to a woman, to a man, is natural, since her very presence calls the world into question. Death is an accident and if women and men know it and accept it, it is undue violence. That is why we grieve for her death.

Many friends loved Ramiro very much during his lifetime (today in eternity they will always remember him), because he was kind as a human being and an excellent friend. He had such a big heart that God accommodated that heart of his.

But it hurts, because we all have parents and that pain makes us desperate to the point of crying out that the grave unknowingly encloses two hearts in the same coffin. How unjust, how damned, how bastard is death, which does not kill us but those we love.

Death, that horrible lady, has no respect for wife, children, grandchildren, loved ones. It is very simple to say "Ramiro has died", is that all? Does death claim only one victim? In every death there is one dead and many wounded. In every death there are many agonies.

But we cannot go against the current. We cannot go against the will of God, who made his departure like this, it only remains to understand that God needs more angels in heaven.

Prayer, and why not philosophising, are the best company in these circumstances. Meditate, for example, that energy is neither created nor destroyed, it is only transformed, and Ramiro today is a soul of energy, a soul that is immortal.

Ramiro left and did so to populate the column of sublime spirits. They have been waiting for his arrival, tuning their guitars, their violins and their mandolins. And they have welcomed him into nirvana with celestial arpeggios, with olive trees for the peace of his soul, with laurels to crown his victory and with quinces as a symbol of love.

All lives are frustrated and unfinished, and only when they are given to friends do they finish them, like a craftsman, giving them the final shape of their truth and their hope.

The last of Ramiro's story, from which we cannot shake off the bitterness, forces us to be strong enough to continue fighting and to accept our destiny with dignity and without fear.

Death does not exist, people only die when they forget it and it is not enough to think about death, it must always be in front of us. Then life becomes more solemn, more important, more fruitful and joyful.

His particular sense of humour will always remain indelible in my memory, for the grace in his expressions, in the narration of his "jokes" that sweetened the bitter pill of reality, together with his look, gesticulation, sound that provoked the most emphatic laughter that in unison wet the eyes of those of us who listened to him with tears from laughing and listening to this story: "Unoski, doski, unoski, unoski, doski. Jachoski. Altosqui: Who sneezes? Yosqui. Fusilosqui. Unoski, doski, unoski, unoski, doski. Jachoski. Altosqui: Who's sneezing? Yosqui: "Yosqui, SALUDOSKY!

Ramiro, he leaves us the memory of his friendship, of his vicissitudes and the hope that one day, by the goodness of God, we will meet again forever.

Icono Grave Para Su Proyecto, Tumba, Convertir, La Muerte PNG y Vector para  Descargar Gratis | Pngtree

 62 ideas de FOTOS DE DUELO O LUTO | fotos de duelo, imagen de pesame,  imagenes de condolencias

Julio Ríos, escritor y crítico de arte, en la actualidad se desempeña como consultor y asesor en proyectos de redacción. Ha escrito los libros DIECIOCHO CRÓNICAS Y UN RELATO, la novela LA TRIADA DE LA MOSCA (Primera Edición 2008 y Segunda Edición 2016), y EL ALTO PARA TODOS (2017).

© 2022. Todos los derechos reservados. Condiciones de uso y Política de Privacidad.

 

A Elvira Argentina Álvarez Salinas (TINA) —la conocí en el inevitable mundo digital, que es el escenario que hoy nos toca vivir—, hija de Ramiro, me unió una sincera amistad, donde todo se hace con el celular. Es este aparatito que es una oficina ambulante, un vínculo de confraternidad que supera la barrera de la lejanía y que nos permite conocer a una mujer como Tina, la hija cariñosa, la madre ejemplar. Una mujer carismática, inteligente, graciosa, guerrera, con la chispa tarijeña, no obstante haber nacido en Jujuy, Argentina. Una mujer que nos hace perder todo posible contacto con la desvaída realidad que nos rodea, por intermedio de su intervenciones simpáticas en la red TIKTOK.

Juntos elaboramos este homenaje a Ramiro, un hombre que dejó un recuerdo indeleble y que quisimos plasmarlo en la letra de Tina y la música que yo le puse, en medio de un testimonio a un hombre que no olvidaremos hasta que nos volvamos a encontrar. A tina le expreso que las palabras quedan muy cortas ante el dolor que comparto con ella, y le pido recibir mi abrazo en los momentos del corolario del fallecimiento de su padre, donde las preguntas ya no tienen respuetas.