lunes, 1 de noviembre de 2021



TODOS SANTOS EN TIEMPOS DE

LA COVID - 19





El Cementerio General

DE SUCRE



DECLARADO PATRONIO POR

  LA UNESCO

 ESCRIBE: Mercedes Bluske Moscoso

COMENTARIOS: Julio Ríos Calderón

El Cementerio General de Sucre se encuentra una parte alta de la ciudad, donde sus centenarios pinos se asoman por encima de las paredes, conforme el vehículo se aproxima al campo santo por la calle Loa.

Su imponente fachada de estilo neoclásico, es un pequeño anticipo de las maravillas que se encuentran en su interior y de las riquezas arquitectónicas y artísticas que fue coleccionando desde su inauguración en 1892. No por nada fue declarado como el primer Cementerio Patrimonial del país, en 2004.

Atravesar los altos pilares de la entrada, hace sentir insignificante hasta al hombre más alto. Sin embargo, nada se compara con la sensación que produce el estar en el interior del primer patio, donde el bosque de árboles proyecta sombras en el suelo generando un ambiente misterioso, como en las películas de suspenso.

De repente, como traído por las almas, aparece Ángel Sánchez, quien será el guía del recorrido por el recinto funerario. Todavía me pregunto si su nombre fue una coincidencia, o si el azar estaba jugando conmigo y con la ansiedad que me provocaba estar en aquel lugar.

Sea como fuera, Ángel, con actitud desenfadada y con una sonrisa que se escondía detrás de la seriedad y formalismo de sus rebuscadas palabras, transmitía confianza.

“A nivel nacional, la ciudad de Sucre tiene el mejor cementerio”, dijo a modo de dar inicio a su explicación. Su conocimiento y sobretodo su privilegiada memoria, me dejaron perpleja ¿Es posible que alguien tan joven pueda dominar tantos nombres y fechas?

La calidad de sus obras arquitectónicas y de sus esculturas, sumado a la importancia de los personajes que fueron enterrados en este lugar, llevó a que el edificio fuera declarado patrimonio cultural de la ciudad, razón por la cual miles de turistas se asoman para conocer más de su historia.

El campo santo consta de tres patios y, según Ángel, ésta no es sólo una forma de ordenar el cementerio, sino también una forma de mantener el estatus social, aún en la tumba. “El primer patio es el más antiguo e importante; es donde se suele enterrar a la gente más adinerada de la ciudad”.

El joven guía se dirige hacia el lado derecho del primer patio y hace la primera parada del recorrido y dice: “La primera cripta pertenece al presidente Hernán Siles Reyes, hijo de Hernán Siles Suazo. Ambos fueron presidentes de Bolivia”.


Siles Reyes sobresale en la historia boliviana por ser autor del Código Civil Penal y creador de la Contraloría del Estado. También promulgó la Ley del Día de la Madre y fue impulsor de la autonomía universitaria.

En este primer patio sobresale la figura de próceres y ex presidentes como el tarijeño Aniceto Arce, Gregorio Pacheco, Juana Azurduy de Padilla, Manuel Ascencio Padilla y los príncipes de la Glorieta. Todos trascendieron la muerte, dejando obras y un legado importante para Bolivia.

Tal es el caso de Gregorio Pacheco, quien vendió sus minas para pagar la deuda que tenía Bolivia con Perú, que era de aproximadamente 50 mil libras esterlinas. Y, al morir, dejó su casa como centro psiquiátrico en honor a su nuera, que falleció con una enfermedad mental que la llevó a la locura.

Continuando con el recorrido, siguiendo por la calle principal, a mano izquierda sobresale un mausoleo blanco con rejas negras. “Este mausoleo pertenece a la familia Argandoña, los únicos príncipes que tuvimos en Bolivia: Francisco Argandoña y Clotilde Urioste de Argandoña”, explica Ángel. Fue el papa León XIII quien le concedió el título nobiliario, por su dedicada labor a favor de la gente más necesitada. Esta pareja trajo diferentes réplicas de monumentos europeos a Sucre, como la torre Eiffel.

“Se dice que ellos traen el primer automóvil desde Europa, ya que en esa época se andaba en carretones”, cuenta el guía con asombro, sobre aquella gloriosa época de finales de 1800.

Esta pareja fue la creadora del banco Francisco Argandoña, que actualmente forma parte del Banco Nacional de Bolivia.

Mientras seguimos con el recorrido, me aventuro a conocer más sobre el joven guía ¿Cuántos años tienes? Le pregunto. Con mirada puesta en el próximo monumento que explicará y sin voltear para responderme, dice: “tengo 21 años señora”.

Continuando por el camino por la calle central del cementerio, llegamos al final de primer patio, donde sobresale el monumento a la batalla de Ayo Ayo.

“Este monumento se encuentra en el centro del campo santo y representa la guerra federal entre Sucre y La Paz”. En esta guerra, que tuvo lugar en 1899, se disputaba la sede de los tres poderes del Estado y se enfrentaron los universitarios chuquisaqueños contra los indígenas de La Paz.

El enfrentamiento fue en el pueblo de Cosmini en Ayo Ayo. “Fue una masacre muy cruel. Los indígenas les sacaron el cráneo a los estudiantes, se comieron los corazones y les cortaron las orejas, con las que hicieron una corona como símbolo de triunfo”.

Detrás del monumento, se encuentra el segundo patio donde según Ángel: se encuentra la gente “ya no tan privilegiada”.

En este segundo patio se halla el cementerio judío, que es privado y está completamente enjaulado. Pertenece a la colectividad israelita en honor a sus hermanos caídos de 1933 a 1945. En Europa había estallado la Segunda Guerra Mundial y los judíos huyen escapando del terror alemán. La mayor parte de esta colectividad llegó a Sucre o a la ciudad de La Paz, donde se dedicaron a la agricultura y comercio, porque no se les permitía ejercer sus profesiones.


Este cementerio privado tiene 42 tumbas y en 2008, realizaron las últimas sepulturas. Aunque el pequeño campo enjaulado luce un poco desolado, Ángel asegura que los familiares se acercan a dejar flores o piedras encima de las tumbas. “La piedra significa que los van a acompañar con el peso y el dolor de la muerte”.

Pasando el territorio de los judíos, se encuentra el tercer patio, con calles empedradas y un aspecto diferente al de los otros patios, pareciera el cementerio más sencillo, como el de un pueblito. 

Tiene nichos en el lado izquierdo, donde también se encuentra el mausoleo de los beneméritos de la Guerra del Chaco. Por su parte, en el lado derecho, se encuentran los mausoleos de instituciones públicas y privadas, como el Magisterio Rural, urbanas, petroleros jubilados y también el Mausoleo Universitario.

Aquí se encuentra el monumento de la Masacre de la Calancha, en el año 2007 y al lado derecho, está el monumento a Huascar Aparicio, uno de los artistas impulsores para que Sucre pida la restitución de la sede de Gobierno.

En el camino de retorno, hacia la puerta principal, no me resigno a irme sin conocer más sobre ese joven de memoria privilegiada que nos acompañó en el recorrido.

“¿Hace cuánto tiempo que trabajas aquí?” pregunto. Esta vez, con un poco más de suerte y confianza, Ángel voltea para responder. 

“Desde mis 12 años trabajo aquí, primero empecé con escalera pero luego, en el colegio, nos han enseñado más de la historia y me ha gustado”, dice, mientras explica que desde la Dirección de Turismo de la Alcaldía promueven cursos de capacitación anualmente para los que quieren ser guías.

Ángel Sánchez de 21 años, voz ronca, e insisto, con una memoria sorprendente, pasa gran parte de su día en el cementerio, para pagar sus estudios. 

Él estudia Contaduría en la universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca y está entusiasmado porque le falta poco para finalizar su segundo año de estudio.

Ángel está acostumbrado a lidiar con la muerte, después de todo, convive con ella desde los 12 años. “Antes era bien sensible, cuando lloraban enterrando a sus difuntos, yo también lloraba, pero ahora ya no tanto”.

El dolor y llanto ajeno ya no penetran su sensibilidad, la rutina fue más fuerte y le puso una coraza.

Aunque las historias de héroes y autoridades son parte importante de su día a día, el guía confiesa que una de sus historias favoritas es la de “el mausoleo de la quinceañera”. 

Lejos de los próceres, ésta es una chica común que estaba festejando su cumpleaños número 15 y al bajar los escalones hacia el salón de baile, cayó de nuca y falleció. “Es el único mausoleo que tiene escaleritas”, agrega a su relato.

Las paredes de este lugar no sólo albergan 124 años de la vida y muerte del pueblo chuquisaqueño, sino que cada rincón fue testigo de importantes fragmentos de la historia del Departamento y de Bolivia. 


Mercedes Bluske Moscoso

El cementerio vio morir a guerrilleros y nacer la independencia, fue testigo de la sepultura de anónimos y vio resurgir de las tumbas a grandes leyendas.

El cementerio, lejos de lo que se cree, está lleno de vida. Después de todo, cada quien guarda su historia en su tumba. Cementerio de Sucre cumple 12 años de haber sido declarado patrimonio por la Unesco

El Cementerio General de Sucre cumple 12 años (17 años en apunte actualizadi), de haber sido declarado por la UNESCO como el primer cementerio patrimonial de Bolivia, el 1 de noviembre de 2004. La historia y la tradición descansan en este campo santo y cobran vida a través de los relatos de los guías que trabajan en el cementerio.

Si bien su construcción fue culminada en 1892, ya en 1808, las familias poderosas de la época fueron adquiriendo terrenos para la construcción de sus cementerios familiares. La situación actual del recinto funerario dista mucho de la de sus primeros años de vida.

Pese a haber asumido el cargo de directora del cementerio hace sólo cuatro meses, María Ivonne Raya Sierra, es consciente de la compleja situación que atraviesa el camposanto respecto al espacio.

“Ya no hay nichos a perpetuidad”. Según la explicación de la autoridad, los familiares sólo pueden alquilar nichos por cuatro años y hacer una renovación por tres años más, teniendo derecho a sólo siete años de usufructo del espacio.

Posteriormente, las familias deben cremar los restos y llevarlos consigo, o adquirir un osario que puede ser usado por 20 años. Sin embargo, hay un bloque de sarcófagos que estará a la venta a partir de diciembre y que servirá para albergar los restos que sean cremados en el horno que funciona desde 2012.

El cementerio cuenta con un presupuesto anual por encima del millón de bolivianos y prevén que para 2017, supere los 2 millones. 

Estos fondos sirven para cubrir los sueldos del personal y los gastos de mantenimiento, los cuales contemplan la manutención de mausoleos que están abandonados, debido a que los familiares directos fallecieron décadas atrás.

Con 20.000 nichos, 18.000 osarios y miles de historias que giran a su alrededor, el cementerio poco a poco va terminando su capacidad de almacenamiento de restos. 

Por este motivo, Raya Sierra asegura que se está gestionando con el Gobierno Municipal la construcción de un cementerio jardín. Aunque todavía no está definida la zona, los ciudadanos y autoridades esperan que el proyecto sea concretado pronto.

Son cientos los turistas que deciden conocer la historia de la ciudad de Sucre y la historia de Bolivia, a través de las tumbas. Pues, el centenario legado artístico y cultura que alberga el recinto funerario, así lo amerita.

Desde la Dirección de Turismo de la Gobernación, se encargan de capacitar anualmente a los jóvenes que dan el recorrido histórico a los visitantes. Ya sean antiguos guías, o nuevo, todos deben realizar el curso año tras año, para estar al tanto de las actualizaciones realizadas a la ruta.

La directora del cementerio, María Ivonne Raya Sierra, explicó que los guías tienen su propio sindicato y entre ellos se organizan para realizar los recorridos.

Paradójicamente, el cementerio, considerado como un lugar de muerte, cobra vida a través del recorrido turístico en el que próceres mártires y civiles, por unos minutos gracias al relato de los guías.

Su estructura: El Cementerio General de Sucre está dividido por tres patios que a su vez están subdividos en manzanos. 

En las diferentes calles del cementerio, sobresalen obras talladas en piedra y marmol de carrara que tienen un gran valor artístico, como el retrato de Hernan Siles Suezo tallado en mármol de Carrara y que adorna su osario.

  TODOS SANTOS

“A la sombra de sus tumbas compartimos momentos de incertidumbre concedidos a nuestras preguntas, compartimos esos momentos con los que dicen se fueron, cuando lo cierto es que siempre están cerca nuestro”.

Al recordar los nombres de los que dicen se fueron de este mundo,  estallan los latidos de bronce en lo alto de los campanarios. Son los que siempre están con nosotros, no obstante  reposar en la profundidad de las sombras.

Son ellos, ellos, los que “vivieron su vida y los que mueren su muerte”. Los que desde las tinieblas nos hablan, nos acompañan y nos orientan porque hay respuestas que surgen entre lobregueces como, también, en medio del silencio que envuelve el ámbito en que vivimos, muy cerca de los que murieron.

Nos basta un recuerdo cercano al latido de sus corazones, porque así compartimos con ellos nuestras horas de amor o tristeza, a fin de acercarnos  pronto a sus caricias y contemplar una aurora naciente. Ya lo ven. Ya lo vemos todos.

A la sombra de sus tumbas compartimos momentos de incertidumbre concedidos a nuestras preguntas, a nuestras creencias, a lo que sabemos nunca tendrán respuestas. Compartimos esos momentos con los que dicen se fueron, cuando lo cierto es que siempre están cerca nuestro.

Palabras cariñosas. Ternura en la mirada. Sonrisas. Ahí están, muy cerca, como si dijeran: no hemos muerto, estamos contigo. Sí, siempre están contigo, conmigo, con todos los que recuerdan a los viajeros  de un más allá desconocido, nebuloso, y a la vez, tranquilo en la plenitud encantadora de los dioses del canto llano.

 


  Julio Ríos

La muerte está siempre cerca de nosotros, a pesar de ello solemos vivir como si fuésemos eternos. La muerte está siempre cerca de nosotros, a pesar de ello solemos vivir como si fuésemos eternos. Mariana recuerda a su amiga, cuyas cenizas por voluntad suya fueron depositadas en el divino y encantador Lago Titicaca de Copacabana. Mariana eleva una oración, que desde el alma se eleva a través del luto, muy escotado con piel y corazón desnudo debajo,  recuerda a Patricia.

El Día de los Muertos o Todos Santos, se conmemora desde los albores de la humanidad en todos los rincones del planeta, así como el “reencuentro” con los espíritus, impulsado a la luz de la esperanza. Ni lágrimas ni tristezas, tampoco miedo, sino, recogimiento y plegarias de gratitud por la fugaz presencia de los que ya han dejado el mundo terrenal.

En las horas de silencio en que meditamos sobre los secretos de la vida y la muerte recordamos a quienes nos acompañaron en el tránsito de la existencia. Esa evocación nos conduce hacia las páginas indelebles del pensamiento humano sobre los arcanos de una vida después de la muerte. A veces sonreímos ante las costumbres de pueblos milenarios, cuyas ceremonias son transmitidas de generación a generación.

En Bolivia y otros países andinos también se “come” a los muertos. En el caso nuestro, son las tradicionales tantawawas las más representativas de la muerte, pero también se encuentran referencias funerarias sobre otros comestibles. En las ceremonias para recordar a los difuntos no faltan la comida ni la bebida preferidas del finado. 

Si hay música, ésta no necesariamente es lúgubre, pues también se acostumbra poner o entonar, con guitarras u otros instrumentos nativos, melodías que agradaron a sus difuntos. Después de cumplido homenaje, la bebida sigue consumiéndose en los hogares durante 24 horas hasta el segundo día de noviembre. Se cree que estas prácticas también contribuyen a un acercamiento con las almas. Aquí no hay esperanza alguna de resurrección o reencarnación. Antonio Skarmeta rescata otra práctica: “Lloro a mi padre porque el llanto lo integra a mi cuerpo. Yo tengo muchas muertes en mí. No se puede dejar solos a los muertos, ellos tienen que estar con nosotros, por eso los lloramos”.

Son ellos, ellos, los que vivieron su vida y los que mueren su muerte. Los que desde las tinieblas nos hablan, nos acompañan y nos orientan porque hay respuestas que surgen entre lobregueces como, también, en medio del silencio que envuelve el ámbito en que vivimos, muy cerca de los que murieron.

Nos basta un recuerdo cercano al latido de sus corazones, porque así compartimos con ellos nuestras horas de amor o tristeza, a fin de acercarnos pronto a sus caricias y contemplar una aurora naciente.

A la sombra de sus tumbas compartimos momentos de incertidumbre concedidos a nuestras preguntas, a nuestras creencias, a lo que sabemos nunca tendrán respuestas. Compartimos esos momentos con los que dicen se fueron, cuando lo cierto es que siempre están cerca nuestro

La esperanza de la resurrección se desprende de las promesas bíblicas. A su vez los esotéricos hablan de reencarnaciones, de muerte y de resurrecciones continuas, en un ciclo que va camino a la perfección. Para muchos la muerte es solo un descanso previo al retorno a la vida. Para otros, muere la materia y el espíritu vaga eternamente. No se alegran por la muerte de quien va a ser sepultado en un cementerio, lo que celebran es que haya vivido 99 años.

Las tantaguaguas el día de difuntos son adornadas con caretas de yeso representando al difunto e intercambiadas por rezos. Si representan personas mayores o “Achachis” se les llama “tanta achachis” (abuelos de pan) que en comunidades aimaras (principalmente del Departamento de La Paz) de las orillas del lago Titicaca se usan frecuentemente para construir altares o “apxatas".

La esperanza de volver a vivir en un renacimiento continuo tiene su fundamento en los ciclos agrarios, pues las plantas nacen, crecen, se multiplica, mueren, se descomponen y de allí vuelven a nacer. Este principio de renacer también está ligado a los aztecas, en tanto que los quechuas y aymaras nos hablan de vida y muerte enlazada a la astronomía. La muerte está siempre cerca de nosotros, sin embargo, curiosamente solemos vivir como si fuésemos eternos.



By Julio Ríos 

REMEMBERING PATRICIA DE MOURNING THROUGH THE YEARS. THE BLACK GARMENT WITH THE HEART AND THE NAKED SKIN UNDERNEATH

Death is always near us, yet we tend to live as if we were eternal. Mariana remembers her friend, whose ashes by her will were deposited in the divine and enchanting Lake Titicaca in Copacabana. Mariana raises a prayer, which from the soul rises through the mourning, very low-cut with bare skin and heart underneath, she remembers Patricia.

The Day of the Dead or All Saints Day, is commemorated since the dawn of humanity in all corners of the planet, as well as the "reunion" with the spirits, driven by the light of hope. Neither tears nor sadness, nor fear, but rather, recollection and prayers of gratitude for the fleeting presence of those who have already left the earthly world.

In the hours of silence in which we meditate on the secrets of life and death, we remember those who accompanied us in the passage of existence. This evocation leads us to the indelible pages of human thought about the arcana of life after death. Sometimes we smile at the customs of millenary peoples, whose ceremonies are transmitted from generation to generation.

In Bolivia and other Andean countries the dead are also "eaten". In our case, the traditional tantawawas are the most representative of death, but there are also funerary references to other foodstuffs. In the ceremonies to remember the deceased, the food and drink preferred by the deceased are not lacking.

If there is music, it is not necessarily mournful, since it is also customary to play or sing, with guitars or other native instruments, melodies that pleased the deceased. After the tribute, the drink continues to be consumed in homes for 24 hours until the second day of November. It is believed that these practices also contribute to a rapprochement with the souls. Here there is no hope of resurrection or reincarnation. Antonio Skarmeta rescues another practice: "I cry for my father because crying integrates him to my body. I have many deaths in me. The dead cannot be left alone, they have to be with us, that is why we mourn them".

It is they, them, those who lived their life and those who die their death. Those who from the darkness speak to us, accompany us and guide us because there are answers that emerge in the midst of darkness as well as in the silence that envelops the environment in which we live, very close to those who died.

A memory close to the beating of their hearts is enough for us, because in this way we share with them our hours of love or sadness, in order to soon approach their caresses and contemplate a rising dawn.

In the shadow of their graves we share moments of uncertainty granted to our questions, to our beliefs, to what we know will never have answers. We share those moments with those who say they are gone, when the truth is that they are always near us.

The hope of resurrection stems from the biblical promises. At the same time, esoterics speak of reincarnations, death and continuous resurrections, in a cycle that is on its way to perfection. For many, death is only a rest prior to the return to life. For others, matter dies and the spirit wanders eternally. They do not rejoice at the death of someone who will be buried in a cemetery, what they celebrate is that he has lived 99 years.

The "tantaguaguas" on the day of the deceased are adorned with plaster masks representing the deceased and exchanged for prayers. If they represent older people or "Achachis" they are called "tanta achachis" (bread grandparents) that in Aymara communities (mainly in the Department of La Paz) on the shores of Lake Titicaca are often used to build altars or "apxatas".

The hope of living again in a continuous rebirth has its foundation in the agrarian cycles, since plants are born, grow, multiply, die, decompose and from there are born again. This principle of rebirth is also linked to the Aztecs, while the Quechua and Aymara speak of life and death linked to astronomy. Death is always near us, however, curiously, we tend to live as if we were eternal.


Julio Ríos, escritor y crítico de arte, en la actualidad se desempeña como consultor y asesor en proyectos de redacción. Ha escrito los libros DIECIOCHO CRÓNICAS Y UN RELATO, la novela LA TRIADA DE LA MOSCA (Primera Edición 2008 y Segunda Edición 2016), y EL ALTO PARA TODOS (2017).

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Cementerio Jardín, sector LOS ROBLES