A Chuquisaca en su día
JULIO RÍOS CALDERÓN
Página Siete, lunes 24 de mayo de 2021
Existen en Bolivia ciudades que nos transmiten los rumores circundantes de más de cuatro siglos llegados hasta nuestros días en un abrir y cerrar de alas portadoras de las imágenes ya trazadas por la historia, el amor y la gratitud. La nostalgia sacude nuestras entrañas y crea un silencio armonioso en el que se anidan los recuerdos como murmullos retenidos tras lo majestuoso de sus elevaciones o como un tamboreo en escala ascendente que rememora la epopeya de tiempos gloriosos, evocados al paso del viento con soplos de miles de años.
Una de esas ciudades lleva el nombre
glorioso de Sucre, levantada en la legendaria Charcas y extendida por los
tibios valles de la región mezoandina, acariciada por la brisa del pampero.
Pueblo enarbolado de banderas
revolucionarias que aún asoman en su flamear la faz de su heroína Juana Azurduy
de Padilla, cabalgando por polvorientos caminos, luego de rescatar la cercenada
cabeza del valiente esposo, Manuel Ascencio Padilla, en la más patética imagen
de heroísmo contemplada con los ojos de horror nebuloso de los yamparáez.
Las otoñales páginas de la historia
refrescan fechas y nombres: en 1540, Pedro de Ansúrez funda Chuquisaca. En 1552
tiene lugar la fundación del Obispado de La Plata. En 1560 se edita en
Valladolid la obra Arte y gramática de la lengua quechua. En 1809 se registra
la rebelión armada contra el dominio español. En 1825 se proclama la
independencia de Bolivia.
Pasó el tiempo y al llegar un nuevo
aniversario de la justa libertaria en Chuquisaca, el pueblo enarboló banderas
nacionales en celebración a los dos siglos de libertad. 200 años en pos del
progreso. El linaje de Sucre extendido por los caserones de blancas fachadas.
Su cultura, rememorando la cuna de libertad y sabiduría desde los muros de una
de las universidades más prestigiosas de Bolivia, la Universidad Mayor Real y
Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca, donde se escucharon las
primeras voces de rebeldía.
Ya, en pleno siglo XXI, Sucre abre las
ventanas de una ciudad moderna. Edificada sobre la nostalgia de una arquitectura
religiosa atrayente y espiritual. Sus calles y avenidas abren espacios hasta
donde convergen historia, fantasía, duendes y amoríos.
Hoy es la modernidad la que asoma y
embellece los alrededores de la Culta Charcas. Son los barrios aledaños los que
le dan una nueva brisa de encanto. Imponente el Churuquella, en diálogo con el
Sica Sica, velando por la ciudad.
Visitar la capital de la República es
descubrir nuevos rincones, palpar su historia desde el silencio de sus viejas
construcciones. Es penetrar en la penumbra de sus colosales templos, donde el
recogimiento eleva oraciones ante imágenes divinas que fortalecen la fe en una
gigantesca exposición plástica, reveladora del talento de los pintores,
arquitectos y escultores surgidos en el Virreinato, en la Colonia y en la
República.
Historias sagradas, milagros admitidos
y leyendas que dieron solidez a un pueblo inmerso en una cultura superior,
recogida de las escuelas de Sevilla y Granada. Barroco, manierismo, influencia
flamenca, romanismo y arte moderno, sin olvidar las creaciones indígenas,
brillantes en su artesanía. Todo, en un despliegue de belleza extendida por el
centro de la ciudad, como si fuera un inmenso museo sacro de pasado invencible.
Cargada de gloria está la Casa de la
Libertad, donde aún parecen departir las figuras emblemáticas de los Padres de
la Patria. El Palacio de Gobierno, La Glorieta con sus fantasmas y sus oropeles
aristocráticos y un Prado con la Corte Suprema de Justicia. A todo ello se
suman los edificios bancarios, los históricos colegios, los monumentos a
próceres de la Independencia y un señorial teatro. Sumar a todo aquello
plazas, parques y lugares de paseo es tener presente la visión de una ciudad
encantadora, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Lo dicho, y mucho más, es la tierra
del Grito Libertario. Músicos y poetas le cantaron con encendida emoción,
destinándole a la Capital de Bolivia los versos que dicen: “Charcas
universitaria, La Plata colonial, Chuquisaca legendaria y Sucre su capital.
Ciudad de los cuatro nombres, la más grande en nuestra historia”.
JULIO RÍOS, ES ESCRITOR Y CONSULTOR