sábado, 30 de enero de 2021

LA OBRA DE SANDRA DOMÍNGUEZ MARTILOTTI

 


 

 ARTISTAS PLÁSTICOS EN TIEMPOS DE

LA COVID – 19

  LA OBRA DE

SANDRA DOMÍNGUEZ MARTILOTTI

 NAIVE

EN ACCIÓN 

Sandra Domínguez Martilotti, es una artista que mira con ojos nuevos lo que los demás miramos con ojos gastados, o atufados por la urgencia, o cegados por la angustia cotidiana de sobrevivir. Ella está perdidamente enamorada del estilo NAIVE, una técnica generalmente adquirida de manera autodidacta y de expresión inocente, tierna y primorosamente elaborada.

En ese estilo NAIVE, la visión de la mujer a la que retrata en una diversidad de rostros, vestidos, miradas; algunas serias, otras coquetas luciendo sombreros o vestidos y collares. Pinta desde Cleopatra hasta Mafalda.

Colorido, líneas, formas limpieza y detalles en cada uno de sus cuadros aparece a la vista del espectador. Con enorme curiosidad seguimos el trazo del pincel, seguimos la línea por donde pasó espátula. Nos detenemos ante el punto que también detuvo la mano creadora. Allí en ese ángulo está el contraste del color, más aquí hay verticales y horizontales que dan forma a las imágenes plasmadas en el lienzo.

En medio de esa inmensa creación, siempre NAIVE, el detalle es un importante papel creativo para Sandra, donde la mente se recrea con el color, y las ideas guían la mano.

Hay un espíritu sensible, una quietud que se plasma en el lienzo, como las puntadas del verso de la monja que bordaba con el mayor de los silencios dialogando tan solo con su alma, con su yo, donde las repuestas se hacían forman, se hacían, arte, se hacían belleza. Así, se muestra el trabajo de tan talentosa artista plástica.

La obra se destaca con aire amoroso, primorosamente elaborada, que quiere hacernos ver de nuevo, con serenidad y cariño lo que desde siempre tenemos delante de los ojos, para volver a querer a la vida, a este universo deleznable y fugaz, esta redondez del globo mágica, e intentar con renovado brío seguir transformándolo sin cambiarlo.

La mayoría de sus obras, continuamente comunican la libertad de la mujer a la que observamos mediante intensos y vívidos colores. Suman los vestidos, cabelleras, discretas joyas, cadenas y otros pormenores.

A Sandra le agrada colocarse a sí misma, a veces junto con su proyección inocente que entrevera la geometría, el círculo, como entorno que decora el cuadro, como observadora de la tierra, una tierra de colores, haciendo evidente que como es arriba, es abajo.

El examen sagaz de la conciencia creadora de la artista, es sutilmente profundo y de una admirable acción perseverante. El estilo, es increíble; ha conquistado el filón de una mina de oro, pues reconocemos a Sandra inmediatamente, así aparecieran mil cuadros de mil artistas.

Obra sobre trupán y en material que es acrílico, en magistral ejecución su técnica se atenúa, y ella trabaja con microscópica meticulosidad, avasallando al amante del arte y hacerle perder todo posible constante contacto con la desvaída realidad que le rodea.

Prolijidad, aplomo, constancia, juventud, abren paso a un futuro que si puede ser incierto en sus nuevas obras, es inevitable, pero si de algo estamos absolutamente seguros es que conquistará mayores espacios para ubicarse entre las más importante artistas plástica dedicadas a cultivar el profundo y encantador trabajo de pintar en el escenario del NAIVE.














 

 

Julio Ríos

LA LIBERTAD DEL NAIVE

La libertad es un aire habitual, sin perfumes exóticos, que se respira junto con el oxígeno sin pensarlo, pero conscientes de que existe, ha dicho, Juan Carlos Onetti, escritor uruguayo. Siguiendo el cauce de esta idea creo que podemos vislumbrar con claridad el sentido primordial de la obra pictórica de Sandra Domínguez Martilotti, expresándolo así: el arte de Sandra se enmarca en el escenario “naif”, corriente en el que esta artista ilustra el mundo de acuerdo con una interpretación personal y espontánea. Ofrece una visión de conjunto, de una pintora.

Sus cuadros desde una perspectiva personal mía, me recuerdan a Picasso, por una parte, que se esforzaba siempre por ampliar hasta el infinito el mundo de sus formas, y por otra, a Rousseau que edificó con reprimida pertinacia y sencillez su autenticidad eminentemente “naif”, que él descubrió de una vez para siempre.

Sandra busca las cosas mismas: en el paso desde la idea a su realización se le plantean menos problemas estéticos que técnicos. En ella existe una relación de identidad como la que hallamos en los niños, junto a una inconsciencia que no distingue entre el ser y la representación.

Muchos se pusieron en camino para ir en busca del Paraíso perdido, en el que el arte no pertenece a ningún estrato profesional, sino que tanto la plasticidad como la palabra son otorgadas a todos. Pocos alcanzaron las utópicas islas del “naif”. Una de ellas es Sandra Domínguez Martilotti.

Los cuadros de la artista (uruguaya-boliviana) oscilan entre una infantilidad innata en ella misma, y otra adquirida inconscientemente. Con tonalidades suavemente matizadas y sencilla espontaneidad, configura las vivencias ópticas de su mundo íntimo. La habilidad de observar con ojos no velados por los convencionalismos y con plasticidad, Sandra permite entrever la perspectiva de rostros, algunos identificados con el carácter boliviano, sus montañas, sus árboles y la pintura del concepto de un árbol de la vida que es un mitema o arquetipo generalizado en las mitologías del mundo, relacionado con el concepto más general de árbol sagrado y, por lo tanto, en la tradición religiosa y filosófica, como metafísica y esotérica.

El nevado Illimani es en la naturaleza universal tan hermoso, cómo lo es en la pintura de Sandra, que lo pinta como un espacio bendecido y la eterna postal de bienvenida a quienes nos visitan de los países del interior de Bolivia y del exterior.

Las caras en su mayoría femeninas asoman primorosamente labios, orejas, ojos, trenzas, moños, pelo largo, crespo, cabellera casi siempre con aretes, lentes; presencias que dejan ver un brindis y la exquisitez de saborear un cóctel por el personaje creado por Sandra; también la compañía de la pareja y el detalle en la indumentaria. Distinguimos damas vestidas, algunas muy escotadas, que se lucen con prendas sensuales usadas con piel desnuda por debajo. Cabe destacar la sensualidad puesta de relieve en sus cuadros: espaldas escotadas, bikinis, indumentaria sexy.


Son cuadros de culto ingenuos, en los que coinciden lo conocido y lo posible: casas adheridas unas a otras, frontis de viviendas amalgamadas entre sí. A pesar del movimiento de los hechos que pinta, sus pinturas se caracterizan por el silencio.

Sandra pintora, esta colmada  de sus visiones y percepciones, se atreve incluso con los temas más difíciles y consigue a veces mediante la tensión entre conocimientos técnicos e imagen real interna, entre la sencillez ideológica y la representación visual, aquella peculiaridad de la expresión creadora que la diferencia de otros artistas. Las deformaciones y transformaciones de su manifestación pictórica no se deben en ella a una intención estilística, sino que son proyección de su verdad interna.

En cada pincelada hay una bendición. Es el comienzo de la vida donde van el pan y la plegaria. En el arte de Sandra Domínguez, lo místico esta frenado por el candor de su rostros ingenuos. Perfiles de rostro serio y de labios cerrados. Ellos no llevan la carga belicosa de los arcabuceros porque su obra se hace poema cuando menciona a la luna.

Rostro infantil. Admiración íntima en la mirada perdida, Quietud sólo para un instante. Es un rosto mirándonos desde la luna en cuarto creciente.

Sandra Domínguez Martilotti. Fisonomías delicadas en su contextura física, muy alejadas de los regordetes del renacentista Rafael de Urbino. Tampoco llevan la idea de lo etéreo, ni la sensación de ángeles cazadores, como la corte celestial de pintura colonial. Estos son otros talantes, tan puros como aquellos que sólo son animados por el extraordinario talento de la artista, pero en la concepción del arte moderno.

Para la mejor impresión de su pintura, Sandra busca colores tenues. Reitero, labios pronunciados, carnosos, sobre un fondo que evoca cierta influencia de la vida y los países por donde anduvo la artista en su camino coronado de éxito.

Sin la precisión de lo técnico y más allá de la misma escuela de arte, está la búsqueda de la belleza lograda con el color, con la idea y la realización de la percepción inicial, para entregar al público la pintura que cautiva, la pintura embellecida por su contenido y armonía. Mujeres, árboles, arena, agua, flores, aves, montañas, casas, urbanismo moderno, entorno y dintorno en una atmósfera vivida desde la niñez para tejer el tiempo, la luz evocadora de las horas perdidas.

Sandra recogió la filosofía de la vida sobre (en sentido figurado) las tablas de un infinito teatro, donde actores y públicos siguen representando dramas y comedias de la vida cotidiana, entre bucólicos paisajes y mujeres de belleza venusiana compartiendo el jardín de las rosas, orquídeas y azucenas. Sandra vibra, no hay que empujarla, no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace. Es gente que cultiva sus sueños hasta que esos sueños se apoderan de su propia realidad.

Tras ese realismo mágico en la obras de Sandra, también se presiente la fusión de sensibilidad, humanismo y talento, muy unidos en un giro no frecuente y, por tanto, llamativo. Ella capta y entrelaza sentimientos profundos extraídos de páginas indelebles.

Toda su obra está proyectada al amor glorificado y al sentimiento humano hacia los seres que saben de la ternura y conocen la plegaria. Con pintura acrílica sobre trupán, da a luz Sandra, a sus cuadros El trupán es como el fibropanel de densidad media, un producto de madera reconstituida, con el que esta gran artista, este gran talento uruguayo-boliviano, entrelaza sentimientos profundos extraídos de páginas indelebles.  

 

 

Julio Ríos

PERFIL DE SANDRA

Sandra Domínguez Martilotti, nació el 12 de julio de 1962 en Montevideo, Uruguay. ¡Qué coincidencia! Yo también nací un 12 de julio; lo que no recuerdo es que año… Nació Sandra bajo el signo de Cáncer, astronómicamente la constelación del cangrejo y la constelación de la Hidra que están relacionadas con uno de los doce trabajos del  Hércules, a quien recompensó por sus esfuerzos esta diosa y formó las constelaciones del Cangrejo y la Hidra en el cielo.

Cáncer, cuarto signo del Zodíaco, cardinal, y primero del elemento Agua, representa lo femenino, lo fecundo y está regido por las emociones de la Luna. Es el signo del hogar, de las raíces, la madre. Sus nativos poseen una gran sensibilidad emocional y una profunda fe. Son por naturaleza talentosos, soñadores, artistas y sentimentales. La sensibilidad de un cáncer es insospechada y muy profunda. Nacieron para triunfar.

Sandra ostenta tener la doble nacionalidad uruguaya, boliviana. Desde muy pequeña, habida cuenta del exilio de su Señor Padre, que en épocas de dictadura en el Uruguay, tuvo que exiliarse en Tarija, Bolivia. Para tomar lo bueno de la circunstancia es que ese exilio fue nada más y nada menos que en la Chura Tarija.

Pero Sandra para llegar a Tarija, desde Montevideo tuvo que atravesar por un ritual que la topografía de su barrio imponía: por las ironías de la vida habitaba con su familia en la calle Cochabamba del Barrio Flor de Maroñas, cerca del barrio Unión (8 de Octubre), continuación de la avenida 18 de julio, cerca de la cancha del club Danubio “el club de Sandra”, desde una casa que a todo pulmón la construyeron su padres. De allí salió la familia rumbo a Bolivia, dejando en el recuerdo al gran equipo de fútbol en el que jugaron Piñeira y Caranni.

Su domicilio perpetuo, aunque estuvo ausente por años debido a su actividad diplomática, fue siempre Tarija, donde hoy reside con sus tres grandes amores, sus hijos Matías, Lucía y Florencia.

Pero sobre todo, encima de todo, corolario de cuanto significa la estirpe Martilotti, iniciación y exaltación como artista esta su MADRE, quien dejó la tierra prematuramente y fue llamada a habitar en el cielo junto a Dios. Se llamaba Irma Martilotti León, gran mujer uruguaya que ha dejado a su familia una herencia invalorable de dignidad profesional. Sus hijas han recogido como legado la pasión por el arte. Un arte iniciado por Irma en la ciudad de Montevideo, su tierra natal, donde su formación intelectual, humanista, habilidad en la pintura y otros artes, caló en el alma de sus hijos Ana, Sandra, Eduardo y Daniela Domínguez Martilotti.

Sandra es una mujer poseedora de una extraordinaria sensibilidad, sentimiento, talento, romanticismo, perseverancia y sacrificio. Rostro bien parecido, propio de una mujer hermosa, permite hablar con sus ojos profundos, verdes de menta, diáfanos y alegres, junto a una bellísima sonrisa contagiosa que le da un ícono de alegría contagiosa y un espíritu amoroso y carismático.












 



ACERCA DEL AUTOR

Julio Ríos, escritor, periodista y crítico de arte, en la actualidad se desempeña como consultor privado y asesor en proyectos de redacción. Ha escrito los libros DIECIOCHO CRÓNICAS Y UN RELATO y la novela LA TRIADA DE LA MOSCA (Primera y segunda edición 2008 y 2017. EL ALTO PARA TODOS (2017), es su última publicación relacionada con información cultural y turística de la ciudad boliviana.