&
LOUISE
Ridley
Scott, sorprende con Thelma & Louise, que da una idea del verdadero talento
que asoma detrás de la cámara. La filmación de esta película, es sin vacilación
alguna, una de las más sólidas e interesantes que ha dirigido.
Se
puede expresar que Thelma & Louise, revela una producción precisa y sensata
en su labor de dirección, además de emocionante por el tratamiento de los
personajes. Escrita por Callie Khouri, que se alzó con el Oscar al mejor guion
original (el único que logró la película de seis nominaciones, entre ellas la
primera como director para Scott).
Scott
despliega el suficiente talento y pericia en su mejor acepción. Los escenarios
del film derivan del paisaje natural (las inmensas planicies del sur de Estados
Unidos, sesgadas por miles de kilómetros de carretera), Scott filma con una
serenidad y una profundidad (de campo, psicológica, conceptual) muy de
agradecer.
Es
muy difícil sustraerse de la mítica de una “road movie” tan bien narrada,
extrayendo el máximo de llanuras y montañas. Thelma es un ama de casa,
casada con un patán. Es más formal y seria, y Louise es una mujer algo menos
ortodoxa, que pasa bastante tiempo con su novio y que, sospechamos, tuvo algún
problema en Texas, aunque eso lo averiguaremos bastante avanzada la historia.
Louise viste sobriamente. Thelma usa camisa de jean y pantalón de jean, cual
vaquera que luce la chaqueta anudada a la cintura cubriendo muy escotada la
piel desnuda debajo la prenda.
Ambas
amigas salen un fin de semana a divertirse, con tan mala suerte que la ingenua
Thelma, luego de acudir con Louise a un local de baile, conoce a un supuesto
galán; baila con él se divierte con él, se toma unas cervezas de más. Con tal
mala suerte que, a tiempo de tomar aire puro, el galán la quiere besar y
morrear con torpeza a lo que ella se defiende propinándole un manotazo, lo que
irrita a este peligro sujeto que inmediatamente le devuelve dos violentas
bófetadas haciéndola caer, y luego la sujeta para intentar violarla como un
animal en un aparcamiento.
Louise,
que lleva un arma (otra ventaja del cine norteamericano, allí llevan armas como
el que obtiene un paquete de cigarrillos), se vale de ella para salvar a Thelma
de una buena paliza, pero pierde los nervios ante la majadería del tipo que la
llama a Louise “golfa” y ella indignada lo mata descargando tres tiros.
De pronto, el viaje de placer se convierte en una huida, y poco a poco las dos amigas de acomodada vida burguesa se transforman en dos peligrosas fugitivas. Si el espectador no ha detectado ya la media docena de trampas que plantea el relato, será incapaz de detectar las muy numerosas que vienen después.
A
pesar de su crimen, precisamente por la extrema abyección del violador,
justificamos moralmente, como espectadores, el asesinato de Louise. Nos ponemos
del lado de Thelma porque, seguramente, también fue obligada a casarse con el
mal marido a punta de pistola. A partir de ahí, la manipulación moral de la
historia es incontestable. Ambas fugitivas lucharán por llegar a México.
Un
policía las persigue, el compasivo pero cínico Hal (Harvey Keitel), y del novio
ya mencionado de Louise, el primario, pero carismático Jimmy (Michael Madsen).
Este policía será el único que, de alguna forma, entiende la lucha moral
(moralismo por todos lados, sin duda) de Louise, mientras que el novio será el
único que les ayude económicamente.
De poco servirá, porque el policía, a la hora de verdad, se verá atado de pies y manos, y Thelma se acostará con un irresistible ladrón (un flojo Brad Pitt), un tío bueno (casualidades de la vida) con el que se volverá a sentir mujer, pero que pondrá a las fugitivas en un serio aprieto.
Pitt y Davis hacen el amor con pasión desbordante, se besan en círculo mientras sus lenguas se entrelazan en un sentido momento de placer que concluye con ambos desnudos en la cama.
De hecho, cada acto de delincuencia de la pareja (el robo, el destrozo del camión cisterna, el ataque contra el policía), será consecuencia de un acto de machismo, de desconsideración, de ataque verbal o de abuso por parte de los hombres.
Jamás dos mártires fueron tan justificadas. Más que un
relato feminista, asemeja un martirologio. No creo que fuera necesaria tanta
justificación, tanto moralismo y tanta manipulación.
Susan Sarandon y Geena Davis están formidables en esta película, con un guión muy inteligente (pese a su tono tendencioso) y una dirección de Scott emocionante y exacta. Un trabajo intachable.
Susan asoma en esta crónica muy sensual, vestida
con un pantalón de jeans, y una blusa abierta sin abotonar y muy escotada sin
sostén con los pechos y el torso totalmente desnudos; el cuerpo de ella asoma
abierto hasta la cintura, revelando más piel desnuda que ropa por debajo. Es en
esta foto la genial Susan, a cuerpo desnudo se la observa a través de la blusa
que sutilmente enseña el nacimiento de sus pechos desnudos. No usa nada por
debajo. Está desnuda.
Las dos en sus respectivos, y casi antagónicos, roles, dirigidas con mano maestra por Scott. Sarandon es una de las mejores actrices de su generación, y Davis brilló en la película. Ambas sostienen la película, le dan emoción y verdad, sin la menor caída de tensión, con una convicción absoluta.
Gena
Davis, también tiene lo suyo a través de un enterizo jaspeado con piel desnuda
por debajo, sin sostén y los pechos y el torso del cuerpo a pura piel desnuda
debajo el conjunto. Las dos en sus respectivos, y casi antagónicos, roles,
dirigidas con mano maestra por Scott. Sarandon es una de las mejores actrices
de su generación, y Davis brilló en la película. Ambas sostienen la película,
le dan emoción y verdad, sin la menor caída de tensión, con una convicción
absoluta.
Hasta
el improbable y muy poco creíble final, que a punto está ya de erigirse en
trampa suprema y de hacer desmoronarse el relato de manera definitiva, se sostiene
por ellas dos (y por Keitel, en contrapunto) y sólo por ellas dos, que llenan
cada resquicio de la pantalla con una energía casi luminosa. El fallecido
director de fotografía (a la temprana edad de 53 años) Adrian Biddle se centra
en sus rostros, sin idealizarlos. Entre Biddle y Scott componen una secuencia
limpia, directa, sobria, verosímil, para una historia que no lo es en absoluto.
De nuevo en la carretera, Thelma y Louise son detenidas por un policía por exceso de velocidad. El hombre, amparándose en su autoridad, intenta pavonearse frente a dos mujeres, lo que es aprovechado por Thelma, quien saca su revólver y lo reduce, para luego encerrarlo en el maletero del coche patrulla, donde ingresa el policía vilmente rogando por su vida.
Continúan su huida y adelantan de
nuevo un camionero que, como en dos ocasiones anteriores, las interpela de
manera insistente y con palabras y gestos obscenos. Esta vez, lo paran para
fingir que él les interesa, pero él, apoyándose en su sentimiento de
superioridad masculina, les sigue el juego, entonces, ellas, indignadas, hacen
explotar su camión cisterna.
Finalmente,
la persecución desemboca a orillas del Gran Cañón, en Arizona. Rodeadas por un
enjambre de coches de policía, Thelma y Louise prefieren la muerte que la falta
de libertad y, en una última aceleración, saltan con el coche por un
precipicio.
DAVIS