lunes, 31 de octubre de 2022

Día de difuntos

Retrato de mujer de rodillas frente a una tumba
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DÍA DE DIFUNTOS EN TIEMPOS DE

LA COVID – 19

TODOSANTOS

mujer atractiva y triste sosteniendo cuentas de rosario cerca de la tumba
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Testimonio al

RECUERDO 

DE LAS ALMAS

RECOGIMIENTO Y PLEGARIAS

DE GRATITUD

Llegarán las noches apacibles aproximando en el sueño a los que más extrañamos en la vida. Serán esos muertos los que nos cuentan que no están muertos, que nunca lo estuvieron. Contarán que sólo duermen en la paz de una sombría hornacina, donde escuchan nuestras voces hechas plegarias, como se escuchan las voces de ellos trayéndonos consuelo; presagio en el nuevo día que comenzaremos a vivir los que tal vez ya hemos muerto. La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente.

Cuando una jornada bien vivida produce un dulce sueño, la vida bien destinada origina una dulce muerte. Hoy a la sombra de las tumbas meditamos en esta celebración de Todos Santos, instantes de vacilación permitidos a nuestras preguntas, compartimos retrotrayendo momentos con los que dicen se fueron, cuando lo cierto es que siempre están cerca nuestro.

Pero continúan el curso de minutos, horas, mañanas, tardes, noches, con tiempos de consternación o de fe, esperanza y caridad. Entre risas o suspiros acontecerán muchos años, o pocos, hasta el momento en que la estrella más deslumbrante ilumine la senda a seguir, tras un adiós al sitio que dejaremos para ir a un encuentro con los inmortales del cielo. Yo recuerdo a mi Padre que me dejó hace tres meses, como otros perpetúan a sus seres queridos.

Que certero fue el escritor colombiano Antonio Muñoz Feijoo, cuando recitó lo que roció en su papel, dejando a su lapiz abrir un compás delimitando un círculo tenido como imagen de lo absoluto, de aquello que tiene principio y fin en sí mismo, y al contrario de la exclamación de palabras cariñosas, ternura en la mirada y sonrisas, expresó: “No son los muertos los que en dulce calma/ la paz disfrutan de su tumba fria,/ muertos son los que tienen muerta el alma/ y viven todavia.”

Ahí están, muy cerca, como si dijeran: no hemos muerto, estamos contigo. Sí, siempre están contigo, conmigo, con todos los que recuerdan a los viajeros de un más allá desconocido, nebuloso, y a la vez, tranquilo en la plenitud encantadora de los dioses del canto llano. Entonces el poeta volvió al papel donde regó sentimientos firmes como una escuadra y subrayó: “No son los muertos, no, los que reciben/ rayos de luz en sus despojos yertos,/ los que mueren con honra son los vivos,/ los que viven sin honra son los muertos.”

Al recordar los nombres de los que dicen se fueron de este mundo, estallan los latidos de bronce en lo alto de los campanarios. Son los que siempre están con nosotros, no obstante reposar en la profundidad de las sombras. Y concluyó Muñoz: “La vida no es la vida que vivimos,/ la vida en el honor, es el recuerdo./ Por eso hay hombres que en el Mundo viven,/ y hombres que viven en el Mundo muertos.”

 tumba icono gratis

 The garden with the stone graves at the Allied War Memorial Cemetery Htauk Kyant Htauk Kyant Mingaladon Township 32 km from Yangoon along the road to Bago Burma Myanmar. The memorial cemetery was built in 1951 and it is the memorial cemetery for the Allie - 39860887

Julio Ríos Calderón

Ellos conocen lo desconocido por nosotros; por eso sonríen. Saben de los huertos del Señor; por eso brindan su cariño. Ellos nos esperan en el reino que lo habitan. Paz extendida por las nubes que pasan; por las estrellas que alumbran esperanzas; por irradiaciones solares que transmiten su calor a los que aún estamos vivos, sin presentir que podemos ya estar muertos, entre los que viven en el cielo.

La mañana está cerrada a las alegrías de horizonte despejado. Llueve. Llueve mucho. Esta lluvia nos acerca todo el frescor de las nubes enviadas a calmar la sed de los jardines. Hay  también un torrente de lágrimas amargas de los que en vida sólo fueron maldad, barbarie y violencia.

Ellos están muertos, porque han sido olvidados por todos los que aún caminan por sus confines entregados a mejores soplos de vida, aún ya estando muertos. Entre tanto, sigamos compartiendo nuestros días los que estamos aquí abajo, con los que nos miran desde lo alto del edén, mientras celebramos a todos los santos en la fiesta de “Todosantos”.

Pronunciar el nombre de un santo protector, entronizado en sitial preferencial en el hogar, nos recuerda que ya tenemos edad para morir –si puede haber edad para morir de acuerdo a los años aún vivientes– que nos vemos dispuestos a dejar los encantos y las miserias cargadas sobre nuestros cansados hombros durante muchos años.

Dispuestos estamos a morir sin alejarnos de quienes nos dan su cariño y comprensión, pues germina el consuelo de comprender que la muerte mantiene viva la esperanza de acercarnos mucho más a todos ellos.

La muerte está siempre cerca de nosotros, a pesar de ello solemos vivir como si fuésemos eternos.

El Día de los Muertos se conmemora desde los albores de la humanidad en todos los rincones del planeta, así como el “reencuentro” con los espíritus, impulsado a la luz de la esperanza. Ni lágrimas ni tristezas, tampoco miedo, sino, recogimiento y plegarias de gratitud por la fugaz presencia de los que ya han dejado el mundo terrenal.

En las horas de silencio en que meditamos sobre los secretos de la vida y la muerte recordamos a quienes nos acompañaron en el tránsito de la existencia. Esa evocación nos conduce hacia las páginas indelebles del pensamiento humano sobre los arcanos de una vida después de la muerte. A veces sonreímos ante las costumbres de pueblos milenarios, cuyas ceremonias son transmitidas de generación a generación.

En Bolivia y otros países andinos también se “come” a los muertos. En el caso nuestro, son las tradicionales tantawawas las más representativas de la muerte, pero también se encuentran referencias funerarias sobre otros comestibles. En las ceremonias para recordar a los difuntos no faltan la comida ni la bebida preferidas del finado. 

Si hay música, ésta no necesariamente es lúgubre, pues también se acostumbra poner o entonar, con guitarras u otros instrumentos nativos, melodías que agradaron a sus difuntos. Después de cumplido homenaje, la bebida sigue consumiéndose en los hogares durante 24 horas hasta el segundo día de noviembre. Se cree que estas prácticas también contribuyen a un acercamiento con las almas. Aquí no hay esperanza alguna de resurrección o reencarnación. Antonio Skarmeta rescata otra práctica: “Lloro a mi padre porque el llanto lo integra a mi cuerpo. Yo tengo muchas muertes en mí. No se puede dejar solos a los muertos, ellos tienen que estar con nosotros, por eso los lloramos”.

La esperanza de la resurrección se desprende de las promesas bíblicas. A su vez los esotéricos hablan de reencarnaciones, de muerte y de resurrecciones continuas, en un ciclo que va camino a la perfección. Para muchos la muerte es solo un descanso previo al retorno a la vida. Para otros, muere la materia y el espíritu vaga eternamente. No se alegran por la muerte de quien va a ser sepultado en un cementerio, lo que celebran es que haya vivido 99 años.

La esperanza de volver a vivir en un renacimiento continuo tiene su fundamento en los ciclos agrarios, pues las plantas nacen, crecen, se multiplica, mueren, se descomponen y de allí vuelven a nacer. Este principio de renacer también está ligado a los aztecas, en tanto que los quechuas y aymaras nos hablan de vida y muerte enlazada a la astronomía. La muerte está siempre cerca de nosotros, sin embargo, curiosamente solemos vivir como si fuésemos eternos.

By Julio Ríos Calderón

They know the unknown by us; that's why they smile. They know of the gardens of the Lord; That's why they give their love. They await us in the kingdom they inhabit. Peace spread by passing clouds; by the stars that illuminate hopes; by solar irradiation that transmits its heat to those of us who are still alive, without sensing that we may already be dead, among those who live in heaven.

The morning is closed to the joys of a clear horizon. It's raining. It rains a lot. This rain brings us all the freshness of the clouds sent to quench the thirst of the gardens. There is also a torrent of bitter tears from those who in life were only evil, barbarism and violence.

They are dead, because they have been forgotten by all those who still walk through their confines given over to better breaths of life, even though they are already dead. In the meantime, those of us who are down here continue to share our days, with those who look at us from the heights of Eden, while we celebrate all the saints in the feast of “All Saints”.

Pronouncing the name of a patron saint, enthroned in a preferential seat in the home, reminds us that we are old enough to die –if there can be an old age to die according to the years still alive– that we are willing to leave the charms and the miseries carried on our tired shoulders for many years.

We are willing to die without moving away from those who give us their love and understanding, because the consolation of understanding that death keeps alive the hope of getting much closer to all of them. Death is always close to us, despite this we usually live as if we were eternal.

The Day of the Dead is commemorated since the dawn of humanity in all corners of the planet, as well as the "reunion" with the spirits, driven by the light of hope. Neither tears nor sadness, nor fear, but recollection and prayers of gratitude for the fleeting presence of those who have already left the earthly world.

In the silent hours in which we meditate on the secrets of life and death, we remember those who accompanied us in the transit of existence. That evocation leads us to the indelible pages of human thought about the arcana of a life after death. Sometimes we smile at the customs of ancient peoples, whose ceremonies are passed down from generation to generation.

In Bolivia and other Andean countries they also "eat" the dead. In our case, the traditional tantawawas are the most representative of death, but there are also funerary references to other foods. In the ceremonies to remember the deceased, the favorite food and drink of the deceased are not lacking.

If there is music, it is not necessarily gloomy, since it is also customary to play or sing, with guitars or other native instruments, melodies that pleased their deceased. After paying homage, the drink continues to be consumed in homes for 24 hours until the second day of November. It is believed that these practices also contribute to a rapprochement with souls. Here there is no hope of resurrection or reincarnation. Antonio Skarmeta rescues another practice: “I cry for my father because crying integrates him into my body. I have many deaths in me. You can't leave the dead alone, they have to be with us, that's why we mourn them”.

The hope of the resurrection follows from biblical promises. In turn, the esoteric speak of reincarnations, death and continuous resurrections, in a cycle that is on the way to perfection. For many, death is just a rest before returning to life. For others, matter dies and the spirit wanders eternally. They are not happy about the death of someone who is going to be buried in a cemetery, what they celebrate is that he has lived 99 years.

The hope of living again in a continuous rebirth is based on agrarian cycles, since plants are born, grow, multiply, die, decompose and from there are born again. This principle of rebirth is also linked to the Aztecs, while the Quechuas and Aymaras speak of life and death linked to astronomy. Death is always close to us, however, curiously we usually live as if we were eternal.

 Icono de círculo de cementerio Diseño PNG Transparent PNG


 

La topografía de La Paz hace que para llegar hasta la tumba de mi Padre y mi Madre, que asoma junto a mis seres más queridos, en el Cementerio Jardín, hay que ascender desde el comienzo de la avenida Costanera y calle 1 de Obrajes, por unos escalones de piedra rodeados de verdes pastos y flores, y una segunda subida de gradas, como buscando en la montaña la gruta secreta en que se oficia el rito de Todos Santos, y del propicio culto a recordar las almas de mi familia más cercana.

A la sombra de la tumba comparto momentos de oración en una tarde de martes, precedida por una lluvia a cántaros que luego de calmarse la tormenta y ya en el jardín Robles, percibo a mi Madre, mis cuatro abuelos, una tía y un tío muy queridos, y un sobrino carnal que durante la tarde estuvieron cerca a mí.

Al recordar a quienes se fueron materialmente de este mundo, estallan los latidos de los territorios espirituales y la presencia de quienes están siempre conmigo, no obstante reposar en la profundidad de las sombras.

Son ellos, los que vivieron su vida y los que mueren su muerte. Los que desde las tinieblas nos hablan, nos acompañan y nos orientan porque hay respuestas que surgen entre lobregueces, como también, en medio del silencio que envuelve el ámbito en que vivimos, muy cerca de los que murieron.

Aquí en el cementerio, en un silencio íntimo, todo es murmullo adormecedor, cuando ya no hay caricias a mi piel y sólo siento latidos de mi sangre.

 

  Cruz en el cementerio Diseño PNG Transparent PNG

 

 

 

 

 

 

 

Julio Ríos, licenciado en Ciencias de la Comunicación UCB y diplomado en investigación periodística por la Universidad de la Jolla, San Diego California USA, es escritor y crítico de arte. En la actualidad se desempeña como consultor y asesor en proyectos de redacción. Ha escrito los libros DIECIOCHO CRÓNICAS Y UN RELATO, la novela LA TRIADA DE LA MOSCA (Primera Edición 2008 y Segunda Edición 2016), y EL ALTO PARA TODOS (2017).

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