martes, 21 de junio de 2022

El SOLSTICIO de invierno

 

TRADICIONES EN TIEMPOS DE LA

Covid – 19


EL SOLSTICIO DE

Invierno

El Año NUEVO

AYMARA

21 de junio. En el cenit del día un derrumbe se escucha silencioso: es el ínfimo estruendo de la nube que quiebra su lograda figura para ser de sí misma sólo un eco en lo alto. Todo está en su solsticio, en su plena apariencia mientras el sol lo abrasa. Y a la herida del hombre su latido le presta el frágil corazón de la que cree su hora en la fiesta del tiempo.

Todo vive muriendo y, sin embargo, qué arraigado saberse cierto y hondo en la misma raíz del desarraigo, qué morada a cubierto en la brusca intemperie. El sol se sitúa frente al Trópico de Cáncer y se detiene de forma aparente. El planeta está más alejado del astro.

La luz vive su fase más corta, y la noche es la más prolongada del año. Es la entrada a la oscuridad invernal, como la de un largo túnel, que aparenta muerte y penumbra absoluta, es la espera de la vida y de la luminosidad. La tierra aparentemente inerte, ha guardado en su seno eterno la semilla, la raíz, el tallo que levantará su germen de vida alborozada, cuando los rayos del sol con su tibieza vivificante indiquen que todo comienza de nuevo, en un incesante morir y nacer.

La Naturaleza se manifiesta, se celebra el Solsticio de Invierno. La posición del Sol respecto de la Tierra, se encuentra a la mayor distancia angular negativa del ecuador celeste. Al alejarse el Sol para prodigar sus fecundas radiaciones, los campos pierden su manto de esmeralda al detener la circulación de la savia que las nutre y la tristeza tiende por todas partes su cendal grisáceo.

Pero el invierno no es muerte, ni descanso, es el bullir sordo de expresivas actividades y de bella preparación. Al celebrar el Solsticio, abarcamos a la naturaleza positiva, enseñándonos, invitándonos a que veamos sus misterios que aún mantiene y que el ser humano lentamente va desentrañando.

Oh, girasol vidente, oh semilla amarilla, tu nombre cabe en una sílaba. Oh, padre de las mitologías, el sueño de tu luz produce formas. Si el ojo no fuera solar, ¿cómo podríamos ver la luz? Si la luz no fuera maestra del color, ¿cómo podríamos pintar sus ojos?

En la gran pirámide de Giza el Sol se levanta cada día, y en el Oriente de los ojos de la noche se pone cada mañana. El Sol no se pone en el horizonte, el Sol no conoce la noche, el que oscurece es el ojo. No necesitamos ir a ver las glorias del Sol en los campos de la tarde, porque el Sol de las mitologías es el ojo de Dios que todo lo ve.

El Sol es infinito: sólo podemos pintarlo con palabras. Cuando el Sol habla, todas las criaturas callan. El Sol es un Ser; el Sol es luz presente. La sonrisa infinita de la luz es el universo. El Sol no tiene historia, el Sol vive en la eternidad del momento.

La historia de la luz es una arqueología de los ojos. La luz inteligente viene del Sol y con la temperatura exacta. Una figura que proyecta sombra, es una silueta insustancial que nos sigue por la calle. La sombra es un esplendor en la espalda y una mancha en el suelo.

La energía que representa la polaridad de la tierra impregna los momentos de la siembra y de la cosecha: un extremo unido al polo sur y el otro extremo unido al polo norte. Son dos momentos como los latidos de un corazón acelerado enredado en los surcos de los campos. Desde la antigüedad, el ser humano ha compensado el tiempo de oscuridad creciente del solsticio de invierno encendiendo fuegos y velas.

Julio Ríos

Para pasar del umbral de esta puerta, asoma un paso llamado esperanza. Necesitamos silencio interior, paz, abstracción personal. Sembramos de nuevo en nosotros mismos, y este grano debe convertirse en una acción que sea capaz de penetrar en las mentes de los escépticos, de los desilusionados, de aquellos que no creen en los principios.

Dios perdona siempre, los hombres a veces, la naturaleza nunca. ¡Que magna estética! La naturaleza pareciera disponerse por encima de Dios. ¡Desgarrador panorama de nuestros días, muertes por cientos! ¿Acaso es la Naturaleza capaz de castigarnos de esa manera?

Hemos extinguido especies, quemado bosques, y contaminado los mares; hemos arrasado pueblos, hemos maltratado a los animales, y haciendo guerras por dinero, por poder, por religión y por capricho, seguimos traficando con seres humanos, esclavizando a niños de lugares que no queremos ver para sostener nuestras comodidades cotidianas.

Vivimos en la superficialidad absoluta, la opulencia, la amoralidad, la corrupción, despegados de la realidad de las hambrunas, las situaciones de miseria y pobreza extrema.

Sin embargo, debemos entender este final no como el último de todos los mundos posibles, sino de nuestro universo conocido. Los expertos saben que este tipo de epidemias como el nuevo coronavirus pueden ser nuestro futuro: el cambio climático, la propia autorregulación de las especies masificadas como la nuestra, y el equilibrio natural son en definitiva nuestro devenir; moriría un mundo, para dar lugar a otro.

Entendamos que es probable que el mundo, como lo conocemos ahora, acabe para siempre: sería el apocalipsis de la superficialidad, de la avaricia humana, de los pecados de los poderosos y de la complacencia de las clases medias bajas.

Si finalmente esto fuese así, debemos pensar qué mundo queremos que le suceda, pues todo apunta, a una distopía huxleyana, donde hemos conseguido vencer la enfermedad, sin haber aprendido nada en lo moral.

Imagínense un mundo de distanciamiento, de relaciones virtuales, de mascarillas, y de látex, de sujetos alienados y obsesionados con que otro como él (humano) le pueda contagiar algo, un mundo de salud y tecnología, pero sin amor, sin “piel”.

Todas las sociedades han pretendido evolucionar, el castigo natural viene cuando se han traspasado los límites éticos: ahí deviene el apocalipsis: la irrupción de Dios en la historia.

Todas las sociedades pretenden rebajar sus dolores y sufrimientos a través de las drogas y los conocimientos terapéuticos y es por eso que son analgésicas, el problema surge cuando pretenden ser anestésicas: ahí deviene la distopía, perfectos robotizados, secuestrados, obsesionados por nuestra propia asepsia a cualquier precio.

Debemos despertar, debemos entender este aviso, para corregir nuestra actuación como individuos, como pueblo, como humanidad, como naturaleza.

Podríamos contemplar el hecho de que cada día de nuestra vida es, para la totalidad de nuestra existencia, como el viaje de la Tierra alrededor del Sol lo era para el Gran Año del Mundo de los antiguos: un eterno retorno. Y este retorno es volver al ideal ético comprendido en nuestros postulados, Libertad, Igualdad y Fraternidad. Hoy, cuando llega el día más corto y con menos luz podemos aportar nuestra pequeña luminaria como un fundamento.

Llevamos fosforescencia dentro de nosotros, en el cuerpo, en el corazón y en la mente. Sobre todo, la iluminación de la mente nos permite comprender los procesos de la naturaleza, penetrar en lo íntimo de las personas, y llegar hasta el misterio refulgente de la verdad.

La noche más larga del año, representa la sepultura profunda y completa del alma en la materia y la aridez de la vida. Representa también el tremendo esfuerzo y lucha en nuestra vida interior para convertirnos en un santuario apropiado para el alma.

Solsticio de invierno, año Covid 19, llevemos frente al vacío, una luz. Frente a la enfermedad, la crisis y el desequilibrio entre naturaleza y tecnología, frente al egoísmo: altruismo. Nos hemos detenido, como el sol, para poder ver la cara del presente y escuchar, pero también ¡para esparcir nuestra luz!

En esta hora solsticial dirijamos nuestra vista, allí, arriba, a la bóveda celeste, muy cerca a la Constelación de la Cruz del Sur, entre Centauro y Abeja, y contemplemos al Dios del Universo, con su atuendo tachonado de estrellas, expresándonos: Todo pasará, y seremos más agradecidos, más solidarios, más empáticos, más humildes, más justos, mejores personas y habremos aprendido. Es la voz  que representa en nosotros a nuestro propio ser divino: omnipresente, omnipotente, omnisciente.

Cavilemos en nuestras compasivas y virulentas obras; en el seno de nuestras conciencias. Hagamos el balance del Bien y del Mal. Hay un brillo del sol y otro de la luna; una del fuego y otro del agua. Todos fueron dotados de luz por Dios. Después seguiremos teniendo un otoño lluvioso, hermanos del corazón y del tiempo, pero ahora nos toca la recompensa del dulce sol. Aprovechemos sus rayos, y como el cielo, hermanos del tiempo, abran su pecho a la luz. Es nuestra vida. Es nuestro tiempo.

By Julio Ríos

MEDITATE IN SILENCE WHILE THE SOLSTICE OCCURS THROUGH LOW-CUT CLOTHING THAT COVERS HER NAKED BODY TO SEE THE HEART AND SOUL

To cross the threshold of this door, there is a step called hope. We need inner silence, peace, personal abstraction. We sow anew in ourselves, and this grain must become an action that is capable of penetrating the minds of the skeptics, the disillusioned, those who do not believe in principles.

God always forgives, men sometimes, nature never. What a great aesthetic! Nature seems to be arranged above God. Heartbreaking panorama of our days, deaths by the hundreds! Is Nature capable of punishing us in this way?

We have extinguished species, burned forests, and polluted the seas; we have razed towns, we have mistreated animals, and waging wars for money, for power, for religion and for whim, we continue to traffic in human beings, enslaving children from places we do not want to see in order to sustain our daily comforts.

We live in absolute superficiality, opulence, amorality, corruption, detached from the reality of famines, situations of misery and extreme poverty.

However, we must understand this end not as the last of all possible worlds, but of our known universe. Experts know that this type of epidemic, such as the new coronavirus, may be our future: climate change, the self-regulation of overcrowded species like ours, and the natural balance are ultimately our future; one world would die, to make way for another.

Let us understand that the world, as we know it now, is likely to end forever: it would be the apocalypse of superficiality, of human greed, of the sins of the powerful and of the complacency of the lower middle classes.

If this is finally the case, we must think about what world we want to see happen to it, since everything points to a Huxleyan dystopia, where we have managed to overcome the disease, without having learned anything morally.

Imagine a world of distancing, of virtual relationships, of masks, and latex, of alienated subjects obsessed with the fact that another like him (human) can infect him with something, a world of health and technology, but without love, without "skin" .

All societies have tried to evolve, natural punishment comes when ethical limits have been crossed: that's where the apocalypse becomes: the irruption of God in history.

All societies try to reduce their pain and suffering through drugs and therapeutic knowledge and that is why they are analgesic, the problem arises when they pretend to be anesthetic: that is where dystopia becomes, robotic perfects, kidnapped, obsessed by our own asepsis any price.

We must wake up, we must understand this warning, to correct our actions as individuals, as a people, as humanity, as nature.

We could contemplate the fact that each day of our life is, for the whole of our existence, as the journey of the Earth around the Sun was for the Great Year of the World of the ancients: an eternal return. And this return is to return to the ethical ideal included in our postulates, Liberty, Equality and Fraternity. Today, when the shortest day arrives and with less light, we can contribute our small luminaire as a foundation.

We carry phosphorescence within us, in the body, in the heart and in the mind. Above all, the illumination of the mind allows us to understand the processes of nature, to penetrate the intimacy of people, and to reach the shining mystery of truth.

The longest night of the year, it represents the deep and complete burial of the soul in matter and the aridity of life. It also represents the tremendous effort and struggle in our inner life to become a proper sanctuary for the soul.

Winter solstice, Covid 19 year, let's face the void, a light. In the face of disease, crisis and the imbalance between nature and technology, in the face of selfishness: altruism. We have stopped, like the sun, to be able to see the face of the present and listen, but also to spread our light!

In this solstitial hour, let us direct our gaze, up there, to the celestial vault, very close to the Constellation of the Southern Cross, between Centaur and Bee, and let us contemplate the God of the Universe, with his attire studded with stars, expressing to us: Everything it will pass, and we will be more grateful, more supportive, more empathetic, more humble, more just, better people and we will have learned. It is the voice that represents in us our own divine being: omnipresent, omnipotent, omniscient.

Let us ponder our compassionate and virulent deeds; within our consciences. Let's make the balance of Good and Evil. There is a brightness of the sun and another of the moon; one from fire and one from water. All were endowed with light by God. Later we will continue to have a rainy autumn, brothers of the heart and time, but now we have the reward of the sweet sun. Let's take advantage of its rays, and like the sky, brothers of time, open your chest to the light. It's our life. Its our time.

Por Júlio Ríos

MEDITAR EM SILÊNCIO ENQUANTO OCORRER O SOLSTÍCIO ATRAVÉS DE ROUPAS DECOTADAS QUE COBRE SEU CORPO NU PARA VER O CORAÇÃO E A ALMA

Para cruzar o limiar desta porta, há um passo chamado esperança. Precisamos de silêncio interior, paz, abstração pessoal. Nós semeamos de novo em nós mesmos, e esse grão deve se tornar uma ação capaz de penetrar na mente dos céticos, dos desiludidos, daqueles que não acreditam em princípios. Deus sempre perdoa, os homens às vezes, a natureza nunca. Que grande estética!

A natureza parece estar disposta acima de Deus. Panorama comovente de nossos dias, mortes às centenas! A natureza é capaz de nos punir dessa maneira? Extinguimos espécies, queimamos florestas e poluímos os mares; arrasamos cidades, maltratamos animais, e travamos guerras por dinheiro, por poder, por religião e por capricho, continuamos traficando seres humanos, escravizando crianças de lugares que não queremos ver para sustentar nossos confortos diários . Vivemos em absoluta superficialidade, opulência, amoralidade, corrupção, desvinculados da realidade das fomes, situações de miséria e pobreza extrema.

No entanto, devemos entender este fim não como o último de todos os mundos possíveis, mas do nosso universo conhecido. Os especialistas sabem que esse tipo de epidemia, como o novo coronavírus, pode ser nosso futuro: as mudanças climáticas, a autorregulação de espécies superpovoadas como a nossa e o equilíbrio natural são, em última análise, nosso futuro; um mundo morreria, para dar lugar a outro.

Vamos entender que o mundo, como o conhecemos agora, provavelmente acabará para sempre: seria o apocalipse da superficialidade, da ganância humana, dos pecados dos poderosos e da complacência das classes médias baixas. Se este for finalmente o caso, devemos pensar em que mundo queremos ver acontecer com ele, pois tudo aponta para uma distopia huxleyana, onde conseguimos superar a doença, sem ter aprendido nada moralmente. Imagine um mundo de distanciamento, de relacionamentos virtuais, de máscaras e látex, de sujeitos alienados obcecados com o fato de que outro como ele (humano) possa infectá-lo com algo, um mundo de saúde e tecnologia, mas sem amor, sem "pele ".

Todas as sociedades tentaram evoluir, a punição natural vem quando os limites éticos são ultrapassados: é aí que o apocalipse se torna: a irrupção de Deus na história. Todas as sociedades tentam reduzir sua dor e sofrimento por meio de drogas e conhecimentos terapêuticos e por isso são analgésicos, o problema surge quando fingem ser anestésicos: é aí que se torna a distopia, aperfeiçoa robótica, sequestrada, obcecada por nossa própria assepsia a qualquer preço.

Devemos acordar, devemos entender este aviso, para corrigir nossas ações como indivíduos, como povo, como humanidade, como natureza. Poderíamos contemplar o fato de que cada dia de nossa vida é, durante toda a nossa existência, como a viagem da Terra ao redor do Sol foi para o Grande Ano do Mundo dos antigos: um eterno retorno. E esse retorno é um retorno ao ideal ético contido em nossos postulados, Liberdade, Igualdade e Fraternidade.

Hoje, quando chega o dia mais curto e com menos luz, podemos contribuir com a nossa pequena luminária como base. Carregamos a fosforescência dentro de nós, no corpo, no coração e na mente. Acima de tudo, a iluminação da mente nos permite compreender os processos da natureza, penetrar na intimidade das pessoas e alcançar o mistério resplandecente da verdade.

A noite mais longa do ano, representa o enterro profundo e completo da alma na matéria e a aridez da vida. Também representa o tremendo esforço e luta em nossa vida interior para se tornar um santuário adequado para a alma. Solstício de inverno, ano Covid 19, vamos encarar o vazio, uma luz. Diante da doença, da crise e do desequilíbrio entre natureza e tecnologia, diante do egoísmo: altruísmo. Paramos, como o sol, para poder ver a face do presente e ouvir, mas também para espalhar a nossa luz!

Nesta hora solsticial, dirijamos o nosso olhar, lá em cima, para a abóbada celeste, muito próxima da Constelação do Cruzeiro do Sul, entre Centauro e Abelha, e contemplemos o Deus do Universo, com o seu traje cravejado de estrelas , nos expressando: Tudo vai passar, e seremos mais gratos, mais solidários, mais empáticos, mais humildes, mais justos, melhores pessoas e teremos aprendido. É a voz que representa em nós nosso próprio ser divino: onipresente, onipotente, onisciente.

Reflitamos sobre nossos atos compassivos e virulentos; dentro de nossas consciências. Vamos fazer o equilíbrio do Bem e do Mal. Há um brilho do sol e outro da lua; um do fogo e outro da água. Todos foram dotados de luz por Deus. Mais tarde continuaremos a ter um outono chuvoso, irmãos do coração e do tempo, mas agora temos a recompensa do doce sol. Vamos aproveitar seus raios, e como o céu, irmãos do tempo, abram o peito para a luz. É a nossa vida. É o nosso tempo.

NONA EN EL BOSQUE

DESPUÉS DEL SOLSTICIO

Alejada de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, asoma la propiedad en pleno boque de Nona Santalla, una mujer que vive de la naturaleza y ejerce prácticas esotéricas de gran valor para comprender la magia del Universo.

Transcurrido el Solsticio, vestida con una larga falda amarilla que la combina con un bustier rojo ajustado a través de su generosa anatomía desnuda por debajo, ella conversa con su amada tortuga.

El bosque silencioso permite advertir cuan imponente es la naturaleza, con sus árboles, plantas, flores, animales, el sol, la luna, las nubes, el frío, el calor. En su máximo esplendor, el bosque se alumbra con la presencia de NONA después de conmemorar el Nuevo Año Aymara.


Julio Ríos, licenciado en Ciencias de la Comunicación, estudió en las universidades Mayor Real y Pontificia de San Franciso Xavier de Chuquisca y Católica de La Paz, y diplomado en investigación periodística por la Universidad de la Jolla, San Diego California USA, es escritor y crítico de arte. En la actualidad se desempeña como consultor y asesor en proyectos de redacción. Ha escrito los libros DIECIOCHO CRÓNICAS Y UN RELATO, la novela LA TRIADA DE LA MOSCA (Primera Edición 2008 y Segunda Edición 2016), y EL ALTO PARA TODOS (2017).

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