El panorama desolador del Maestro
por: Julio Ríos Calderón
La Paz, 6 de junio de 2024
La fuerza potencial de los
maestros es enorme. Ese impulso social ha sido disminuido por la enérgica
estructura burocrática de gestión y control que representa el Ministerio de
Educación del más nefasto y mentiroso gobierno que actúa con autoritarias
pinzas que oprimen e inhiben la autonomía del maestro y el empoderamiento de
las escuelas.
El Día del Maestro en Bolivia fue
establecido mediante un Decreto Supremo bajo el gobierno del presidente
Bautista Saavedra el 24 de mayo de 1924. La festividad celebrada el 6 de junio
en toda la nación boliviana, tiene un sentido homenaje al maestro Modesto
Omiste Tinajeros, quien nació el 6 de junio de 1840 en la ciudad de Potosí.
Este hombre considerado como el “padre de la educación de Bolivia”, se encargó
de mejorar la educación de los niños. Creó escuelas que apelan a su mejor
trabajo en la educación. Consideró importante que los maestros bolivianos se
superarán impartiéndoles conferencias donde implementaban nuevos métodos
pedagógicos.
Hoy, no existe un docente de la
calidad de Omiste, y si consta es víctima del sistema educativo equivocadamente
impuesto por el llamado Estado Plurinacional, que excluye por definición toda
participación importante de la sociedad en asuntos educativos. Monopoliza las
reglas y contenidos de la enseñanza por intermedio de un funcionamiento
vertical no democrático.
¿Por qué no se promueve al
magisterio una ideología de una nueva cultura que oriente la conciencia de sus
miembros, no hacia el mundo exterior, sino hacia su propio grupo profesional?
¿Ver a los maestros como herederos de un pasado legendario? La ideología del
Ejecutivo Plurinacional, es una orientación hacia el ensimismamiento.
Provoca que los maestros se miren a sí mismos y vean con desconfianza a los
demás el futuro de la juventud.
Conocemos las cargas y
obligaciones que el gobierno impone a este grupo profesional. La “época
gloriosa” de la profesión magisterial podemos ubicarla, hipotéticamente, entre
1950 y 1980. Una secuela de la revuelta de 1968 fue la aparición de una demanda
asomada de sabiduría, fuerza y belleza histórica mundial en las clases medias.
Brillaba en el ejercicio de “escuelas activas” y en esos años se consagraron obras.
Neill, Piaget, Montessori, postulaban que el aprendizaje era obra del
alumno.
En el largo plazo ese principio
condujo a la pérdida de la autoridad del docente en el aula, fenómeno que in
extremis se ha expresado incluso en agresiones físicas de alumnos contra
maestros. Enseguida vino la acelerada expansión del sistema escolar que pasó a
ser el último en la lista de las prioridades del Estado. ¿Qué herencia tendrán
nuestros hijos, nuestros nietos?
Todas las pedagogías modernas
cuestionaron el paradigma tradicional de enseñanza basado en el maestro
expositor y el alumno receptor, relación mecánica mediada por el libro de
texto. En realidad, nuestra tradición en educación básica se resume en una
didáctica libresca digital. Este desencuentro entre modernidad y tradición
condujo al magisterio a la inseguridad y al desconcierto. El desgobierno se
convirtió en irritación cuando, por efecto también de la expansión,
descendieron los salarios magisteriales (de hecho, los salarios de profesores
representan aproximadamente el 90% del gasto educativo).
La declinación del prestigio de
la profesión se relaciona indudablemente con el derrumbe de los aprendizajes,
otro corolario de la expansión escolar. La escuela pobre en lo material y pobre
en resultados académicos, evidentemente, no puede contribuir a incrementar el
prestigio de los maestros, más bien tiene el efecto contrario.
Llegó la revolución tecnológica,
la computación y lo Smartphones, es decir, la educación paralela. Las
autoridades no anticiparon esta revolución y, como consecuencia, las escuelas
normales (por falta de equipo o por falta de recursos humanos expertos) no
impartieron cursos sobre competencias digitales. Al mismo tiempo se puso en
vigencia la educación socio-emocional.
“O tempora, o more” (locución
latina que se puede traducir como ¡Qué tiempos, qué costumbres!) .El hecho es
que hoy, cualquier alumno de cuarto o quinto de primaria llega al salón de
clases armado de su celular y con infinidad de prejuicios o nociones de la
realidad que consideran como conocimientos. Llegan dispuestos a desafiar la
autoridad del maestro y cuando éste se percata, asombrado, retrocede, se
recarga en el pizarrón y se pregunta: ¿Será que se viene una “pandemia” de
NINIs? .El término NINI (ni estudian, ni trabajan) se emplea para
referirse a jóvenes desempleados que no están recibiendo educación ni formación
profesional.
El término viene del inglés NEET
(not in education, employmentor training), introducido formalmente por primera
vez en el Reino Unido en 1999 con la publicación del informe Bridgingthe gap:
new opportunitiesfor 16-18 yearoldsnot in education, employmentor training
(“Cerrando la brecha: Nuevas oportunidades para jóvenes entre 16-18 años que no
estudian ni trabajan ni reciben formación”). El uso del término se ha extendido
en otros países, entre los que se incluyen Japón, China, y Corea del Sur,
mientras en los países de habla hispana se utiliza la denominación “NINI”.
En un alto, para apaciguar este
término de un panorama francamente desolador, honremos a esos docentes que
fueron un ejemplo trascendental en la historia de la educación en Bolivia. El
profesor Escalante, Roberto Carranza Estívariz, fundador de las facultades de
Estadística y Matemáticas, a Roberto Prudencio, el talentoso catedrático que
hizo de la enseñanza de la historia de Bolivia, un relato fantástico, Enrique
Ipiña Melgar, que enseñó el amor a la sabiduría.
Antes de venir a la Tierra, Jesús
vivía en el cielo con Dios. Por eso fue tan diferente a los demás hombres,
porque fue el único que vivió en el cielo antes de nacer en la Tierra. En el
cielo, Jesús había sido un buen hijo que escuchaba a su Padre. Pudo enseñar a
los seres humanos lo que había aprendido de Dios. Si nosotros escuchamos a
nuestros padres, estaremos imitando el ejemplo de Jesús.