martes, 2 de febrero de 2021


 
APUNTES EN PANDEMIA

COVID – 19

 

JUAN PABLO GUZMÁN ANALIZA

LA SITUACIÓN PANDEMICA FILOSOFANDO


ENTRE EL ÁNIMO DE VIVIR EL MINUTO


El pensador mexicano Octavio Paz aseguraba que ante  la muerte sólo existen dos actitudes: “Una, hacia adelante, que la concibe como creación; otra, de regreso, que se expresa como fascinación ante la nada o como nostalgia del limbo”.  Hoy, la pandemia del coronavirus ha despojado a la muerte de su solemnidad filosófica y   abofetea al hombre con una tercera actitud: la desgarradora constatación de que en este tiempo de sombras ella nos acecha y nos toma o deja, con la simpleza del verdugo y la frialdad del acero.

¿Habremos estado antes tan próximos a la muerte? No. Ella rondaba siempre en las penumbras de nuestro espíritu, la sentíamos como una presencia cercana que ahogaba el aliento y retorcía el corazón. Rozábamos su manto negro al perder al  ser amado o al llorar por alguien que merecía la vida más que nadie. Pero nunca, como ahora, la habíamos tenido como una sombra paciente, macabra, que espera  el momento para devorarnos, en un instante o en pocos días.

Quienes hemos sentido el virus SARS-CoV-2 en nuestro cuerpo recibimos la perturbadora visita de “ella”.  El vademécum médico describe los síntomas de la enfermedad (fatiga, dolor, temperatura, falta de aire) pero su sabiduría no alcanza para explicar la angustia que implica sentir el coronavirus en el torrente sanguíneo como una marea que asfixia y perturba los sentidos, pero sobre todo el equilibrio de las emociones y del ser.

Enfrentado a la cierta posibilidad de que la vida puede apagarse en un instante, el contagiado siente que un segundo dura una hora. El tiempo parece un cosmos infinito en el que el cuerpo levita sin fuerza, abandonado en un páramo sin luz ni auxilio. El miedo, azuzado por el dolor, se apodera de cada célula y de cada pensamiento, y quiebra toda resistencia. No es el miedo inspirador de los instintos feroces que activa el soldado en la trinchera de guerra, escudado en su arma que escupe fuego para cegar al enemigo: es el miedo que paraliza, porque no hay arma a mano ni energía que la sostenga, menos un enemigo visible.

En “El mito de Sísifo”, el pensador francés Albert Camus lanzaba una reflexión estremecedora: “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio”. Con ella, el lúcido intelectual comenzaba a construir un laborioso y fecundo razonamiento  sobre si la vida merece ser vivida o no. Los cadáveres sembrados  por el coronavirus quizás obliguen hoy a una pausa en ese eterno debate filosófico: la vida merece ser vivida, más aún por aquellos que tienen mucho que dar a ella y a los hombres.










En esta hora fúnebre que soporta el mundo hemos perdido valiosas vidas que apenas habían comenzado su siembra y otras que eran el testimonio de lo mejor de la condición humana. Pero cada existencia perdida vale tanto como cualquier  otra, porque alrededor de ella había una familia  que tejía un camino común y compartía voces, sonrisas y palabras, donde hoy solo reina el mortuorio silencio de los cementerios.

Inevitablemente llegará el tiempo en el que los sobrevivientes de esta desgracia presencien el fin del tormento. A solas con sus corazones, hilvanarán un recuento del  pasado de muerte,  y en profunda comunión consigo mismos  hallarán tal vez  el aliento para seguir caminando. Ya no como una etapa inevitable que tiene que venir, sino como un periodo en el que, renovados, valoren el tiempo de vida por delante, para hacerla rica, solidaria y fecunda.

Quizás sea esa la mejor herencia de este capítulo de angustia de la humanidad. No solo porque habremos eludido a la muerte, sino porque habrá que encontrar mejores sentidos para lo poco o mucho que nos quede por vivir.

Se dice que los poetas son seres visionarios que mediante su sensibilidad desnudan  el alma y bucean en las cavernas del espíritu. El español Francisco de Quevedo (1580-1645) es uno de ellos. Sus siguientes líneas reflexionan sobre la muerte. Pero en ella también encontramos sentido para la vida, aquella que debe durar lo que tiene que durar.

"La muerte no la conocéis, y sois vosotros mismos vuestra muerte: / tiene la cara de vosotros, y todos sois muertos de vosotros mismos. / La calavera es el muerto, y la cara es la muerte; y lo que llamáis / morir es acabar de morir; y lo que llamáis nacer es empezar a morir, / y lo que llamáis vivir es morir viviendo, y los güesos / es lo que de vosotros deja la muerte y lo que le sobra a la sepultura. / Si esto entendiérades así, cada uno de vosotros estuviera mirando / en sí su muerte cada día y la ajena en el otro; / y no la estuviérades aguardando, sino acompañándola...".

FUENTE: PÁGINA SIETE

AUTOR: Juan Pablo Guzmán, periodista.
 












 

Julio Ríos

ÁNIMO

Comenzó Febrero. APROVECHEMOS EL MES, y no dejemos que termine el mismo, sin haber crecido un poco, sin haber sido un poco felices, sin haber alimentado nuestros sueños. El clamor para que desaparezca la pandemia a causa de la aciaga vigencia del Covid, 19.

Después de leer la inteligente crónica de mi colega y amigo Juan Pablo Guzmán, me detuve a meditar que nuestro destino tiene que entregarse a Dios. Por tanto mientras sea su voluntad “aquí en la tierra como en cielo”, debemos vivir el día, la mañana, la tarde, la hora, el minuto, el segundo, como si fuera el último.

De pronto la foto de una actriz bellísima, “la última chica Bond”, de la próxima película por estrenarse con Daniel Craig, como James Bond, nos admira y nos hace perder todo posible contacto con la desvaída realidad que nos rodea. Muy sencilla asoma una prenda blanca que la viste con piel desnuda debajo; esta vez no es muy escotada la blusa, como suele destacar en el film de 007, pero muestra glamur y su generosa anatomía nos permite apreciar que el mundo tiene belleza.

Se dice que los poetas son seres visionarios que mediante su sensibilidad desnudan  el alma y bucean en las cavernas del espíritu. El español Francisco de Quevedo (1580-1645) es uno de ellos. Sus siguientes líneas reflexionan sobre la muerte. Pero en ella también encontramos sentido para la vida, aquella que debe durar lo que tiene que durar.

No nos dejemos vencer por el desaliento. ¿Qué ganamos con estar desanimados? Nada. No permitamos que nadie nos quite el derecho de expresarnos que es casi un deber. Vivimos una época de autoritarismo. No abandonemos nuestras ansias de hacer de nuestra vida algo extraordinario, desde lo que entrevera antes meridiano, pasado meridiano, hasta el descanso de la noche, agradeciendo al amanecer a Dios por un día más.

No dejemos de creer que las palabras y la poesía sí pueden cambiar el mundo. Somos seres humanos llenos de pasión. La vida es desierto y es oasis. Nos derriba, nos lastima, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia. No dejemos nunca de soñar, porque sólo en sueños puede ser libre la mujer y el hombre, así sea una mañana, una tarde, una noche, una hora, un minuto, un segundo. Existamos como si cada jornada fuese un milagro.

No caigamos en el peor error, el darnos por vencidos. No. La mayoría vive en un silencio espantoso. No nos resignemos. No traicionemos nuestras creencias. Todos necesitamos aceptación, pero no podemos remar en contra de nosotros mismos. Eso transforma la vida en un infierno.

Disfrutemos el pánico que provoca tener la vida por delante. Vivámosla intensamente, sin desesperanza. Pensemos que en nosotros está el futuro y en encontrar la tarea con gratitud y sin miedo. Aprendamos de quienes pueden enseñarnos. No permitamos que la vida se pase sin que la vivamos, hora a hora, minuto a minuto, segundo a segundo.

Mantengamos con fe, esperanza y caridad, una buena relación con Dios, dejemos que Él nos ayude con toda nuestra carga y descansemos en Él. No estemos angustiados, porque esta pandemia está en sus manos.

 

By Julio Ríos

ANA DE ARMA ENCOURAGES US TO KEEP DREAMING. VERY ELEGANT WEAR A NOT TOO LOW-CUT BLOUSE WITH BARE SKIN UNDERNEATH.

February has begun. LET'S SEIZE THE MONTH, and let's not let it end without having grown a little, without having been a little happy, without having nurtured our dreams. The clamor for the disappearance of the pandemic due to the ill-fated Covid, 19.

After reading the intelligent chronicle of my colleague and friend Juan Pablo Guzman, I stopped to meditate that our destiny has to be given to God. Therefore, as long as it is His will "here on earth as it is in heaven", we must live the day, the morning, the afternoon, the hour, the minute, the second, as if it were our last.

Suddenly the photo of a beautiful actress, "the last Bond girl", from the next film to be released with Daniel Craig, as James Bond, admires us and makes us lose all possible contact with the faded reality around us. This time the blouse is not very low-cut, as it usually stands out in the 007 film, but it shows glamour and her generous anatomy allows us to appreciate that the world has beauty.

It is said that poets are visionary beings who through their sensitivity bare the soul and dive into the caverns of the spirit. The Spaniard Francisco de Quevedo (1580-1645) is one of them. His following lines reflect on death. But in it we also find meaning for life, that which must last as long as it has to last.

Let us not let ourselves be overcome by discouragement. What do we gain by being discouraged? Nothing. Let us not allow anyone to take away our right to express ourselves, which is almost a duty. We live in an age of authoritarianism. Let us not abandon our desire to make of our life something extraordinary, from what happens before meridian, past meridian, to the rest of the night, thanking God at dawn for one more day.

Let us never stop believing that words and poetry can change the world. We are human beings full of passion. Life is a desert and an oasis. It knocks us down, hurts us, makes us the protagonists of our own history. Let us never stop dreaming, because only in dreams can women and men be free, be it a morning, an afternoon, a night, an hour, a minute, a second. Let us exist as if each day were a miracle.

Let us not fall into the worst mistake, that of giving up. No. Most of us live in a dreadful silence. Let us not resign ourselves.

Let us not betray our beliefs. We all need acceptance, but we cannot row against ourselves. That makes life hell.

Let's enjoy the panic of having life ahead of us. Let us live it intensely, without despair. Let us think that in us lies the future and in finding the task with gratitude and without fear. Let us learn from those who can teach us. Let us not allow life to pass without living it, hour by hour, minute by minute, second by second.

Let us maintain with faith, hope and charity, a good relationship with God, let us let Him help us with all our burden and let us rest in Him. Let us not be anxious, for this pandemic is in His hands.

 









Julio Ríos, escritor y crítico de arte, en la actualidad se desempeña como consultor, asesor de seguros y asesor en proyectos de redacción. Ha escrito los libros DIECIOCHO CRÓNICAS Y UN RELATO, la novela LA TRIADA DE LA MOSCA (Primera Edición 2008 y Segunda Edición 2016), y EL ALTO PARA TODOS (2017).